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La policía cordobesa golpeó brutalmente al hijo de Alicia Peressutti

Escrito por el diciembre 7, 2013


Bruno, el hijo de Peressuti que fue
golpeado por la policía cordobesa

(Por La Retaguardia) Los jóvenes están a merced de las fuerzas de seguridad. En general son anónimos y no pueden defenderse ni denunciar. Cuando le sucede a alguien reconocido, vale la pena alzar la voz por aquellos que no pueden hacerlo: la policía cordobesa golpeó salvajemente al hijo de Alicia Peresutti, de la ONG Vínculos en Red de Villa María, que lucha contra la trata de personas, y luego lo mantuvo detenido varias horas acusado de lesiones leves.

Esta semana la provincia de Córdoba estuvo en la agenda de los medios tradicionales a partir del auto-acuartelamiento de los policías provinciales que reclamaban por mejoras salariales, y las consecuencias que esta medida conllevó. Pero lo que no suele reflejarse son las acciones de las fuerzas de seguridad cuando sí están en funciones y se encargan de perseguir, detener y golpear a jóvenes, en su mayoría de zonas humildes. El fin de semana pasado, Bruno, de 18 años, fue a una fiesta de quince en una localidad cercana a Villa María, donde vive con su familia. En un momento de la noche, un amigo de él salió del lugar tras una discusión o altercado. Ya afuera, el padre de la chica que cumplía años, que es policía, intentó agarrarlo. Ante esta situación, Bruno le dijo: “escúcheme, no haga eso, no nos pegue, por favor”. Otro policía se acercó a Bruno por atrás, forcejeó con él y lo tomó con la intención de llevarlo detenido, pero el joven buscando zafar de la situación le pegó una cachetada, generando la reacción de otros policías, vestidos de civil, que automáticamente comenzaron a golpearlo y patearlo. Bruno fue esposado y llevado a la comisaría donde siguió recibiendo golpes. En un momento, le dijeron: “así que vos sos el hijo de la Alicita Peresutti, la que jode con este tema de las putas y la trata”. Alicia Peresutti integra la ONG Vínculos en Red de Villa María, que lucha contra la trata de personas. En diálogo con La Retaguardia, relató el difícil momento que le tocó vivir cuando Bruno, uno de sus cuatro hijos, fue brutalmente golpeado y detenido por la provincia de Córdoba: “lo reventaron, le pegaron en la cabeza, los oídos, los testículos, y después lo trajeron a Villa María a la comisaría. Yo cuando los chicos salen no duermo mucho, como casi todas las mamás, pero en el caso mío más todavía porque siempre tengo miedo a las represalias y más en este caso con una Córdoba tan comprometida con los narcopolicías y tanta causa dando vueltas, en donde no podemos negar que nosotros participamos siempre como sociedad civil denunciando y pidiendo explicaciones. Cuando a las diez de la mañana me llaman de una delegación para decirme que estaba detenido; yo me empecé a impacientar y ni hablar cuando aparecieron dos pibitos a decirme que Bruno estaba golpeado. Fuimos, pero no nos dejaban verlo, no había forma. Si en el caso mío, que yo presionaba un poco más, no me dejaban verlo, imaginémonos la gente de la vuelta, menos puede ver a su hijo. A la tardecita, un diputado del socialismo, que siempre nos da una mano, se presentó como abogado y legislador en la policía y lo pudo ver, cuando salió me dijo que estaba grave y que no sabía cómo lo tenían ahí adentro porque tendría que estar en un hospital. Le pusieron hielo y lo llevaron un par de veces al hospital a ponerle inyecciones como para acomodarlo, como digo yo, y al otro día, al mediodía, de tanta presión que hicimos, nos lo entregaron. Pero los otros chicos se quedan diez días ahí adentro”. Peresutti tiene cuatro hijos, Bruno es el segundo: “él es adoptado y lo cuento porque él me deja hacerlo. Tiene un hermano de la misma edad, solo que Piero es rubio, alto y de ojos azules, y Bruno es petiso, moreno, chiquitito. Ya pasó dos veces que la policía se lo llevó por venir caminando, por merodeo. Cuando era menor de edad también se lo han llevado y por ahí venía caminando de la escuela. Bruno es el prototipo del pibe que se llevan, tiene rasgos bien amerindios. A Piero no se lo llevaron nunca y es el más quilombero, Bruno es un pibe que es tranquilo, yo por ahí lo gasto y le digo que tiene la tranquilidad norteña en las venas. Y siempre se lo llevan al morocho”, contó. Merodeo es una de las figuras que aparece en el Código de Faltas que rige en Córdoba desde 1980. Hace años que las organizaciones sociales y de derechos humanos de la provincia luchan por su derogación: “fue hecho por dictadores y es el que regula todos las contravenciones y faltas –explicó Peresutti–, y el que le permite a la policía ser juez y parte. El Código les permite cubrir todos los abusos que cometen. Aunque lo que se llama habitualmente abuso policial es en realidad una violación de derechos. En pleno quilombo en Córdoba, con la policía autoacuartelada y la provincia en un clima de salvajismo total, de anarquía, el bloque oficialista presentó una reforma del Código en la Legislatura; no creo que se pueda derogar, que es lo que habría que hacer. Este Código de Faltas permite que vos vengas caminando, te pidan el documento, lo muestres, es decir, te identifiques, y que igual lleven, es igual que en la dictadura solo que ahora es legal. Estos últimos años se ha agudizado y se produce esto de la portación de rostro”. Ahora Bruno tiene además una causa armada, ya que lo han denunciado por lesiones leves: “vamos a pelear esa causa; es desgastante, pero somos militantes de derechos humanos y tenemos que seguir para adelante. Lo que también le vamos a pedir a la Legislatura es que los policías por lo menos estudien tres años para ser policía, cómo puede ser que con un curso de tres meses te dan un arma y el permiso para reventar a quien vos quieras. Hay muchos policías que son honestos y con los cuales trabajamos, pero estos policías con los que venimos trabajando desde otro lugar es gente que está formada y ha hecho una tecnicatura, una licenciatura, materias de derechos humanos, el diplomado de trata de personas acá en Villa María, es gente que ha hecho algo que le permite salir de esa estructura de represor, porque en tres meses lo que forman son represores”, afirmó Peresutti. Tal como repitió en diálogo con La Retaguardia, Peresutti es militante de derechos humanos y una gran luchadora, pero este ataque hacia uno de sus hijos ha sido un gran golpe para ella: “yo la remé y remé hasta que Bruno apareció en casa –expresó–, cuando lo vi me acordé del día que lo adoptamos y de su mamá biológica, que no lo podía criar y me lo entregaba, y me pedía que por favor lo cuidara y lo protegiera, que lo hiciera estudiar… porque ella no iba a poder. Me acordaba de las promesas que le había hecho a Blanquita. Y el lunes a la tarde lloraba con Bruno y le decía que no le había podido cumplir a su madre biológica que tanto me pidió. No puede ser, esto no es justo, esto no puede pasar. Y después me pregunté qué hago con este dolor; y lo transformamos en lucha y lo ponemos al servicio de todos los otros pibes que no tienen cómo”, comentó, emocionada y emocionante, una Peressutti golpeada. Actualmente, Bruno se recupera de los golpes recibidos, pero tiene miedo y sufre crisis, por momentos no quiere salir a la calle por temor a que la policía lo esté esperando: “está complicado, se podría haber muerto, pero va a salir. Es hijo de sus padres, tiene unos hermanos que son luchadores y vamos a salir como salimos siempre adelante en todas las dificultades, pero no hay derecho y hay que lograr que esto cambie. Devolver violencia no sirve, hay que ir por las vías legales y hacer la denuncia por lesiones graves, porque aparte somos organizaciones pobres, no tenemos nunca una moneda, entonces tenemos que buscar un abogado penalista que no nos cobre y todo lo demás, y vamos a llegar con esto hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos en Washington porque hay que sentar precedente, por los cientos de pibes a los que les pasa esto a diario”. Hay muchos Bruno en Córdoba y en tantas otras provincias argentinas que son perseguidos, golpeados, detenidos, torturados por fuerzas de seguridad. Generalmente son anónimos a los que les es muy difícil defenderse y denunciar la violación a los derechos humanos que sufren cotidianamente. Pero hay también muchas personas como Alicia Peresutti que luchan todos los días para revertir esta injusta realidad.
Además del audio, te dejamos, más abajo, el texto de una carta pública que Alicia le escribió a su hijo.

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BRUNO

La noche del jueves Santo de 1995, estaba espesa. Una niebla de Hollywod, de las pelis de terror donde de la nada aparecen manos con vida propia.
El teléfono sonó a la madrugada. La voz de un hombre que apenas conocíamos me sorprendió, con su propuesta.
“Ha nacido un bebé, -obvió el sexo, a él le molestaba que la gente preguntara sexo- su madre a quién conozco demasiado está desesperada, lo quiere dar en adopción pero quiere mantener los vínculos, y saber bien a quién se lo va a entregar”. Yo no dije palabra alguna, es más creo no respiraba…
Al ver que no decía nada remató
“los derechos son los de ella, por su situación, Vos sabés como pienso y como me duele esto, las madres no deberían tener que entregar a sus hijos”.
Le respondí despacio, como temiendo decir lo equivocado.
“Estoy embarazada…” -y apuré lo que seguía-, pero vamos igual, por favor que la mamá nos conozca y ella decida, a mi también me duele esto”.
Antes de que pudiera decir algo más me cortó en seco y dijo “el bebé es desnutrido fetal , de bajo peso, para mi va a estar todo bien, pero sino quieren venir entiendo”.
Yo desde el otro lado sólo dije “a nosotros no nos importa ni que es , ni las condiciones , es un hijo no una cosa que es a pedido”.
Esa misma madrugada partimos. En un R-12 más viejo que Matusalén y atado con alambres por todos lados menos las gomas que nos las habían regalado y creo que no había una igual.
El R-12 se paró a mitad de camino, entendiendo que el camino era larguísimo y nos quedamos en un pueblo que quedaba justo en la mitad. En medio de la noche salimos a buscar un mecánico.
Cayo un tipo en bici, abrió el capot y le agregó el alambre número cuarenta , y el auto arrancó y no paró más hasta llegar a destino.
Llegamos con un sol que cocinaba las cabezas, los árboles y lo que encontrara a su paso… Hasta para cruzar las calles pavimentadas o al menos cementadas, las iguanas se echaban salivas en los dedos. No había un alma en el pueblo al menos que se pudiera apreciar. Las veredas desiertas, donde había vereda y no gramillita, denotaban que hacía mucho que no llovía y sus habitantes -como yo- súper ecologistas se sentaban a esperar que la lluvia las lavara.
Fuimos de inmediato a la casa del buen hombre que nos había llamado. Con el corazón en la boca y los intestinos silbando de tantas horas en vela, golpeamos la puerta.
El buen hombre nos recibió y de entrada nos llevó a un cuartito donde estaba una joven sentada esperando, era bastante obvio que nos esperaba a nosotros.
La saludamos como si nos conociéramos de años, y nos sentamos a tomar unos mates con peperina.
Hablamos de todo un poco, hasta que se hizo un silencio también de peli, y ella nos encaró con los ojos húmedos, “les voy a entregar a mi hijo, está internado porque no llega al peso”, terminó de hablar y lo miró al buen hombre pidiendo ayuda.
,Yo apurada por decir, opiné: “¿y si te ayudamos para que vos lo tengas?”.
Ella me miró con una mirada dulce pero distante, como necesitando poner distancia para seguir: “ustedes me van a ayudar un mes, y un hijo son muchos años, además he sufrido tanto con la muerte de su papá, hoy no puedo”.
Me callé, como correspondía, y en el fondo sentí que la admiraba. Nos iba a entregar lo que más amaba, porque lo amaba, se notaba que la decisión le estaba costando todo, y estaba recién parida y de pie, o mejor decir sentada, porque no podía ni sostenerse, delgada al extremo, denotaba que la desnutrición había hecho estragos en ella, sin dientes, pálida, sola.
Estuvimos cuatro días haciendo y firmando y no sé qué más papeles de todo tipo, como corresponde.
Siempre juntos, siempre al lado, y nosotros cada vez arrugando más, nos sentíamos unos viles miserables que le sacaban a su hijo, cada vez que se lo decíamos ella nos consolaba y nos agradecía que lo hiciéramos.
Vio que teníamos poco, en lo material, y se lo dijimos, pero nos predijo que jamás nos faltaría nada mientras amáramos a su niño. Cosas de la vida, nunca nos ha faltado, ni en las peores.
Y recuerdo que antes de despedirnos, con mi compañero, los dos llorábamos como si enterráramos a alguien , ella me llamó aparte, me pidió una foto de vez en cuando -que se la dejara al buen hombre- y que no la buscáramos, que era lo mejor para todos.
Me tomó la mano fuerte hasta hacerme doler y me dijo “cuidamelo por favor, hace que sea buena persona y que estudie para que no tenga la vida de mierda que yo tengo, decile que lo amé tanto pero tanto que lo di, para romper con la miseria donde vivo”.
Yo en medio de tanto llanto, sólo le dije: “te prometo cuidarlo y hacerlo estudiar y que va a saber que lo amás”.
Antes de irse nos miró a los dos, y dijo: “prometan que no me van a buscar, yo me voy tranquila y ustedes tienen que seguir, si nos ven juntos a mi me van a arruinar más la vida”.
Fue cinco veces a ratificar al juzgado que ella quería que Bruno estuviera con nosotros, los piojos nos llevaban a cococho y no nos daban los ingresos por eso tanto trámite.
Nunca preguntamos por ella, porque se lo prometimos, pero cada año hemos vuelto, como hemos podido, a dedo, a pedales, en cole, en auto,
Nos sentamos en la plaza del pueblo a ver llegar las palomas de los campos. Nos sentamos a ver morir la tarde y las palomas acomodarse en los árboles de la plaza para dormir el sueño de los ángeles, frente a la Iglesia.
Después nos levantamos y nos dirigimos a la casa de ese buen hombre que hoy es un hermano, -o más que un hermano- a comernos un asado con un buen vino para festejar el encuentro.
¿Por qué el ritual?, porque siempre esperamos que ella nos vea y lo vea a Bruno, aunque sea de lejos.
Bruno es de abril , Piero es de setiembre, -nació cinco meses después-. Gino les lleva tres años.
Y Yaco , bueno Yaco da para varias historias aparte.
Bruno reza, -ahora no pregunto mucho en esta etapa de su vida, pero sé que reza- y primero pide por su mamá de panza, después por el resto.
Falta poco para que se vuelvan a reunir, seguro iremos todos en patota a acompañarlo.
¿Qué esperamos ?, que él decida cuando, son sus tiempos, es su vida , es su historia, y le toca a él ahora escribirla en primera persona.
El lunes al mediodía cuando lo vi llegar tan mal. Fue la primera vez en dieciocho años que sentí que le había fallado a su otra mamá. Me senté en el patio, me preparé el mate, y medio en voz alta dije “Perdoname Blanquita, perdoname por dejar que lo reventaran a palos, te prometo donde quieras que estés que no voy a parar hasta que los atorrantes que le hicieron esto sean sancionados, te lo prometo desde el fondo de mi alma”.
Después me gasté cinco paquetes de pañuelos descartables. Terminé el termo completo y me levanté a ponerle el cuerpo a la vida, como siempre hice y como voy a hacer hasta el día que me muera.
“Dale a un ser humano una razón para luchar, sólo una y moverá montañas, ni te cuento si le das dos razones juntas”

Alicia Peressutti

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