«Cuando el Viejo entró a declarar me abrazó y me dijo ‘va por los compañeros'»
Por LR oficial en Derechos Humanos, Julio López, Justicia
Nilda Eloy, integrante de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos y querellante junto con López en el juicio contra el genocida Miguel Etchecolatz, dialogó con La Retaguardia a 10 años de la segunda desaparición de Jorge Julio López. En un clima cargado tanto de dolor como de reflexión, durante el diálogo con Paulo Giacobbe, Eloy recordó, casi sin preguntas de por medio, todos los detalles de la jornada en la que a López «lo chuparon», reclamó justicia, valoró las condiciones personales del testigo y se refirió a su teoría principial «quisieron hacerle cambiar su declaración y no pudieron». (Por La Retaguardia)
Ilustración de Chelo Candia
18 de Septiembre de 2006
«Soy una de las tantas miles de personas que desde hace 10 años reclamamos la aparición con vida de Jorge Julio López y el juicio y castigo a los responsables de su segunda desaparición. Para ubicarnos tendríamos que volver a ese 18 de septiembre de 2006, día en que la querella que integrábamos Jorge Julio López, yo y la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos iba a presentar su alegato. En él por primera vez se iba a pedir la condena por genocidio. Ese día a la mañana temprano yo tenía las entradas para la familia de él, el Tribunal había hecho unos cartoncitos para que pudieran entrar cada uno por la falta de lugar. Llegó el hijo, Gustavo, temprano junto con un sobrino y: ‘Mi viejo no está’. A partir de allí fue una locura. En el primer momento yo salí para adentro de la municipalidad que es donde estaba siendo el juicio porque dije ‘éste se vino más temprano’. Estaba tan ansioso. Y no, no estaba. Pero cuando Gustavo me dijo que la ropa había quedado preparada en la silla dije ‘lo chuparon’. Usé una expresión muy vieja y fue difícil. A medida que iba llegando gente, los mismos compañeros no lo podían creer, decían que no, que tuvo que haber pasado algo. Yo tuve esa convicción desde un primer momento de que lo habían secuestrado porque el viejo cabulero usó la misma ropa, desde los borceguíes hasta la gorra, en todo lo relacionado al juicio sin importar los cambios de temperatura. Por otro lado, era un tipo responsable y sabía que tenía que estar ahí presente porque ni él ni yo habíamos firmado poder para los abogados, por lo tanto para que ellos pudieran alegar nosotros teníamos que estar presentes en el juicio sí o sí. Además habíamos hablado durante el fin de semana varias veces y él quería verle la cara a Etchecolatz. A mí no me entraban en la cabeza esas cosas que se intentaron plantear en un principio de que se había escondido, que tenía miedo, que se podría haber perdido, que era un viejito gagá. No, por favor, Jorge no era nada de eso. Sí tenía un Parkinson que recién empezaba y le temblaban las manos pero no era ningún viejito gagá, mucho menos era un tipo que se podría haber escondido por miedo. Así empezó este recorrido de 10 años.
Llegamos al día siguiente a la lectura del veredicto. Conseguimos un avance enorme en la justicia a nivel nacional e internacional como fue el reconocimiento del genocidio. No se lo condenó por ese delito pero sí se reconoció que los hechos ocurridos en este país entre 1976 y 1983 se enmarcaban en el delito internacional de genocidio. Nos costó la desaparición de Jorge Julio López. Cuando terminaron de leer el veredicto y todo el mundo gritaba y todo el salón estalló yo tenía una silla vacía al lado. Me faltaba el viejo que tendría que haber estado sentado al lado mío. Un precio muy alto.
En las palabras finales de Etchecolatz en un momento pensábamos que hablaba de López: ‘Ustedes están condenando a un pobre viejo enfermo, sin poder…’. En este momento por supuesto que estoy absolutamente segura de que estaba hablando de Jorge Julio López. Por eso genera tanta bronca, tanta indignación que un sujeto como Etchecolatz esté al borde de que lo manden a su casa. Se cumplen 10 años de la desaparición de Jorge Julio López y 40 años de lo que se conoció como La Noche de los Lápices, Etchecolatz es responsable de los dos hechos. Que este tipo pueda mirar desde su cama por televisión las marchas es absolutamente indignante.
Entendemos que sabe dónde está Clara Anahí y un montón de cosas más pero es un tipo como ellos se consideran a sí mismos, un duro. Un tipo que llegó a decir en un juicio que él volvería a hacer cada una de las cosas que hizo. O sea, es un ejecutor con convencimiento. Seguro que tiene mucha información que jamás va a dar porque su forma de seguir haciendo daño es no dándola.
El valor del testimonio de López
Todos los testimonios son distintos. La gente a veces piensa que cuando vos declarás varias veces es como que te sentás y te ponés una especie de casete, pero cuando vos te sentás en esa sillita a declarar no declarás desde esa silla: tenés que volver al campo para hablar. El viejo era un tipo que no se permitió olvidar, no se lo permitió a sí mismo, por eso los escritos. Cuando no podía hablar por una decisión de su entorno familiar u otras circunstancias, él escribió una y otra vez qué había vivido. Por eso tal vez sus testimonios parecen tan vivos. Me acuerdo que cuando declaró por primera vez en los juicios por la verdad y ahí lo conocí y él estaba siempre viendo si podía sacar alguna otra información, ubicar a alguien. Había compañeros que en base al testimonio de López decían ‘el viejo está loco’. El viejo hablaba de la construcción de la época de Rosas y qué sé yo, y los ladrillos no sé qué. Ahora, cuando años después de su declaración nosotros conocimos a quien fue la última dueña civil de la casona de la Estancia La Armonía donde funcionó el Pozo de Arana, con ella vimos fotos y planos y la construcción de la época de Rosas existía. Todas las cosas que parecían increíbles, la ubicación de la pileta, todo se fue confirmando. Era un tipo que a varios de los policías que estuvieron en su secuestro o lugares de detención, los reconoció por la voz. Eran sus vecinos. Lo que tuvo de enorme en su testimonio, es que muchas veces el miedo todavía persiste en los sobrevivientes y a veces declaran mucho menos de lo que han vivido o no nombran por temor. El viejo ya había pasado, cuando entró a declarar, me abrazó y me dijo ‘va por los compañeros’ y fue absolutamente así. No tuvo dudas en nombrarlos, en identificarlos. Era un hombre grande, ya estaba jugado.
López, el investigador
Siempre estaba tratando de encontrar algo, de identificar algo. Era su obsesión tratar de ver si se podía aportar algún dato más, si se podía ubicar restos. Era su obsesión. Escribía en lo que tenía a mano, era un hombre que no tenía medios económicos ni para comprarse un cuaderno. Jorge era un albañil de changas con una familia a llevar adelante y escribía en lo que podía. Recuerdo la primera vez que vi sus escritos en los papeles de las bolsas que no sé si son de cal o de cemento que tienen varias hojitas, que se hacen gruesos porque son varias hojas. Aprovechaba hasta el último pedacito, terminaba una punta y seguía en el costado. Había que tener un ojo para poder leerlo porque te tenías que ubicar.
Siempre reivindicó su militancia, se asumía como un colaborador de Montoneros y tenía una militancia barrial dentro de la unidad básica y a veces aprovechando sus habilidades como albañil llevaba adelante tareas de inteligencia para vigilar un lugar o algo parecido.
El cuaderno de Etchecolatz
Hay dos cosas. Una me la dijo mi vieja el día del secuestro, que fue: ‘Podrías haber sido vos’. Jorge y yo estábamos los dos presentados como querellantes, los dos lo reconocíamos a Etchecolatz en el secuestro, en la tortura. La diferencia entre Jorge y yo era mi militancia en un organismo. Hasta ahí, eso. En febrero o marzo de 2007 se hacen los allanamientos en la cárcel de Marcos Paz. Un desastre porque fueron avisados. A pesar de eso, se juntan algunos cuadernos, carpetas, papeles, entre eso algo que se llamó las agendas de Etchecolatz. No eran agendas, era un cuaderno donde tenía anotaciones hechas en vista al juicio, eran anteriores al desarrollo del juicio. Anotaba lo que le tenía que pedir a su abogado, a quién le iba a encargar que trasladase a su mujer, anotaba todo lo que iba a hacer en previsión de. Al abogado le pedía algunos testimonios, fotocopias de testimonios. Eran tres o cuatro nombres entre los que estaba el de Jorge Julio López. En otra hoja tenía anotado: ‘Hay que lograr que un testigo se desdiga’. Vos imaginate lo que hubiera pasado si estábamos ante el primer juicio, si antes del veredicto hubieran logrado presionar de alguna manera a Jorge Julio López y se hubiera presentado a decir que había mentido. Que negaba todo lo dicho. No solamente se hubiera terminado ese juicio, porque lo que se caían eran los testimonios, sino todos los demás, porque hasta el día de hoy, la única prueba real en estos juicios siguen siendo los testimonios. La explicación más potable, la que más me cierra por todos lados, es que trataron que se desdiga y no lo lograron evidentemente.
Seguir adelante
Se supone que como viene la historia tengo que volver a dar testimonio en un montón de juicios más. Yo fui caso en el juicio a Etchecolatz, estuve en 6 centros clandestinos de detención, he declarado por otros compañeros pero no he sido caso en ningún otro juicio, así que nos podemos imaginar las veces que aún me quedan por declarar. Las causas no se van a paralizar, no van a poder tirar abajo los juicios, fundamentalmente no por el apoyo estatal sino por la figura del querellante, son las querellas las que impulsan los juicios. Hasta ahora en ningún momento tuvimos, a pesar de todo lo que se decía y se dice, un apoyo real de las fiscalías, más o menos cuando se ven presionados hacen algo. O sea, va a costar más pero vamos a seguir adelante.