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Del 1A a la represión para todos y todas

Escrito por el abril 10, 2017


Esta nota iba a ser publicada el miércoles pasado. Su título era “el 1A como señal de debilidad del macrismo”. Menos mal que no la publicamos. Si bien algunos aspectos de aquel análisis permanecen en éste, ya resulta imposible ver solo las debilidades que puedan buscarse en aquella jornada. (Texto de Fernando Tebele y Fotos de Agustina Salinas para La Retaguardia)

Está claro que el gobierno nacional utilizó esa manifestación como palanca para avanzar con firmeza y mano dura al menos en dos hechos en días consecutivos: primero el jueves, reprimiendo en Panamericana y 197 un piquete que estaba a punto de levantarse, ya que la hora señalada era las 10 de la mañana. Sin embargo, con Burzaco presente en el lugar, ordenaron reprimir cerca de las 9:30 para demostrar poder y alegrar a “la gente”. La segunda intervención va a ser más difícil que la veas en los medios tradicionales. Salvo en Clarín, que negó sistemáticamente como noticia la toma de 82 días de su planta Artes Gráficas Rioplatenses (AGR, donde producía sus revistas y otros materiales hasta el cierre que desató la toma), pero sí publicó el desalojo que finalmente consiguió ayer vía intimación judicial, y que los trabajadores decidieron aceptar ante la inminencia de una represión cuyas consecuencias eran difíciles de dimensionar por la espectacular cantidad de efectivos convocados para la cita y pertrechados como para ir a Siria.

El sábado pasado el macrismo convocó su primera movilización desde que es gobierno. Tenían tantas dudas acerca del resultado que la convocaron de manera extraoficial, pero utilizando todos sus canales de comunicación: buena parte de los medios comerciales más tradicionales y una banda de trolls dispuestos a mostrarse soldados invisibles de una democracia supuestamente en peligro.

Ahora bien, ¿cómo y por qué el gobierno decidió que “la gente” saliera a las calles cuando en general los prefieren guardados en sus casas?, (y teniendo en cuenta también que es una clase de personas que prefieren estar en sus casas mirando las noticias por tv más que participando de ellas). Si bien venían intensificándose las protestas callejeras, marzo fue indudablemente el mes con más personas movilizadas de los últimos 20 o 30 años, si las sumamos claro. La CGT (quizás el triunvirato debería mudar su sede a Tortuguitas para que podamos adosarle ese nombre-calificativo); los docentes en plan local y en la marcha federal; el 8 de marzo, aun cuando el movimiento de mujeres esté recorriendo su propio camino más allá de la coyuntura política; y, finalmente, el 24 de marzo, que merece que nos detengamos allí para analizar algunas cuestiones.
Pocas dudas quedan de que asistimos a la movilización con mayor convocatoria para recordar el golpe que oficializó la instalación del Terrorismo de Estado en Argentina. Nunca antes, por más número redondo que se conmemorara, tantas personas se sumaron a la movida por Memoria, Verdad y Justicia. Hubo dos marchas y tres actos políticos. La primera la encabezaron los organismos que no dudaron en encolumnarse con el kirchnerismo, incluyendo a la línea fundadora de Madres, aun cuando conserva diferentes opiniones sobre el tema. Ingresar a la Plaza de Mayo con la bandera con los rostros de los desaparecidos es tan importante para los familiares, que Nora Cortiñas, sin dudas la principal referente de las Madres de Plaza de Mayo en la actualidad (y para muchos de nosotros desde hace años), decide ingresar con ella, aunque no comulgue con el kirchnerismo, para luego participar del acto del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, espacio con el que claramente se siente más cómoda.

La segunda marcha es la del ya citado EMVyJ, que organizaba las jornadas de manera unitaria hasta que el kirchnerismo tomó impulso propio y se separó. En él aún permanecen sobrevivientes, familiares y organizaciones sociales y políticas de la izquierda más tradicional, de la autodenominada “nueva izquierda” y de organizaciones que se mantienen al margen de las idas y vueltas de las construcciones partidarias. Esa marcha, tan interminable como la primera, fue ninguneada deliberadamente por los medios tradicionales, ya no solo los oficialistas, sino también por los pocos que quedan alineados con el kirchnerismo. Sin embargo, un acto mucho más pequeño, el que organizó Hebe de Bonafini, ocupó mucho más espacio en los medios oficialistas.

La razón puede ser bastante simple de hallar: el kirchnerismo y el macrismo se necesitan, se eligen como contrapeso, una vez más. No es desmedido (aunque sí opinable) afirmar que en su momento de mayor poder, Cristina Fernández de Kirchner eligió a su rival. Es una característica de los poderosos en política elegir a sus rivales, descartando obviamente a otros a los que consideran más peligrosos en un juego casi personal más que colectivo. Y Cristina eligió a Macri, porque le ayudaba a polarizar mucho más. A la derecha de Macri y sus CEO’s solo queda el abismo en que estamos cayendo; esa elección ayudó a engrosar el caudal de votos del kirchnerismo, pero no le alcanzó para ganar. Podría suponerse que si hubieran elegido como contrincante a un pejotista más clásico como Massa, les hubiera ido mucho peor, porque hubiese sido más difícil polarizar, aún cuando Massa también pueda llevar en su espalda, el sticker “soy de derecha”.

Ahora es Macri, Durán Barba o quien sea, el que elige al kirchernismo como opositor para sostenerse en el poder. Concientes de que encarnan un gobierno antipático para la mayor parte de la población, decir “y bueno… si no vuelven ellos”, les garantiza un piso de votos importante, aunque volátil, porque así como llevaron a Macri a la presidencia, mañana pueden correrse hacia quién las empresas encuestadoras (y a quienes las pagan), indiquen como los vencedores ante Cristina.
El 1A implica una señal de fortaleza del macrismo,  pero significa también una debilidad. La movilización fue importante en CABA y en algunas otras grandes ciudades del país, pero para convocarla, el gobierno necesitó que fuera un acto centralmente antikirchnerista. La en principio inexplicable consigna “en defensa de la democracia” en realidad no es tan inexplicable. El gobierno no puede convocar por sí mismo. No es un gobierno que nadie pueda festejar masivamente por sus logros. Y la única manera de convocar una respetable cantidad de gente es asustando, polarizando, llamando a defender algo que no está en peligro, pero que la mayor parte de los asistentes al 1A decodificaron como los medios tradicionales propusieron: “si el kirchnerismo hizo tantas marchas, nosotros tenemos que demostrar que somos muchos”. Propuesta que parte de la falacia de atribuirle todas las movilizaciones al kirchnerismo, pero con la que los medios tradicionales engañan y “la gente” se deja engañar.

Estamos entrampados entre un Cambiemos que parece estar comenzando a pensar que Vidal puede ser mejor candidata que Macri para un próximo período, y un kirchnerismo que ya perdió a uno de los grupos con mayor construcción territorial, el Movimiento Evita, pero que sobrevive no solo por sus propios aciertos de construcción política, sino también porque el macrismo lo elige como enemigo.

Por eso el 1A, que tanto asustó a quienes nos oponemos a Cambiemos, encarna también una señal de debilidad de ese espacio. Hay allí un núcleo duro que hoy tiene Macri, pero que mañana puede pasar a Massa si Clarín o los CEO’s lo deciden. Y a la vez, el entusiasmo de esa gente que cantaba “No vuelven más”, “Devuelvan la plata”, “Baradel dejate de joder” y otros cánticos graciosos de tan poco creativos, es solo un entusiasmo contra, más que a favor. Y si el macrismo no consigue entusiasmarlos por la positiva, el poder real no va a tardar en construir un recambio por derecha.
En la otra vereda la cuestión es parecida. Si el entusiasmo contra el neoliberalismo solo puede canalizarse con un kirchnerismo que ni siquiera se autocritique por haber llevado a las presidenciales un candidato de derecha como Scioli; o que no admita que algunas de las peores acciones del macrismo (los despidos estatales o el posible desalojo del B.A.U.E.N., por citar solo dos avances feroces), son fáciles de instrumentar por no haber afirmado mediante leyes derechos adquiridos, es probable que tengamos que recorrer un camino ya conocido de nuestra historia reciente. Entre aquellas historias de las que conviene aprender, está la del líder perseguido que regresa sostenido por una marea popular y que cuando regresa, se rinde ante la derecha de su propio movimiento, traiciona y saca a relucir sus peores rasgos fascistas. Esa es historia vieja, pero es historia. En cuanto al futuro, no alcanza con saber si van a volver; en algún momento será necesario saber no solo cómo sino fundamentalmente para qué volverían si volvieran. No bastará con cambiar el género del liderazgo para evitar que la historia se repita.

  

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