«Una de las detenidas nos contó que se despertó en su celda con un oficial al lado mirándola»
Por LR oficial en CABA, Represión del día, Santiago Maldonado, Violencia institucional
Lo relató Paola Barriga, una de las 31 cazadas en la marcha del viernes por la aparición con vida de Santiago Maldonado. Barriga es la joven cuyo video se difundió, que recibió una patada en la espalda cuando tomaba imágenes de la represión. Es estudiante de fotografía y cubría los hechos para el Centro Integral Marcelina Meneces que nuclea a integrantes de la comunidad boliviana. Dialogó con Luis Angió y Rosaura Barletta en el programa Otras Voces Otras Propuestas. (Por La Retaguardia)
Foto: Martín Katz
«Todas las detenciones tienen la irregularidad de haber procedido salteando todas las reglas del protocolo. Fuimos 10 mujeres detenidas por oficiales masculinos. En mi caso, estaba cubriendo lo que sucedía con mi cámara y recibo una patada del lado lateral, lo cual hace que mi equipo se destruya totalmente. Traté de recolectar todas las partes de la cámara y en ese momento ya dos oficiales me estaban deteniendo. Me llevaron contra mi voluntad, no me explicaron por qué me estaban llevando. En el momento de la detención estuvimos tres horas demorados sin tener respuesta alguna de adónde nos llevaban, sin darnos el derecho de llamar a nadie. Seguíamos viendo que de un camión descendían oficiales vestidos de civil», denunció Paola. «Después de eso preguntamos si íbamos a ir a la comisaría de la zona o a dónde, nos respondieron que correspondía llevarnos a una comuna, donde se recluta a la gente con el tipo de irregularidades que, decían, nosotros habíamos cometido. En mi caso, solamente estaba cubriendo, documentando, estudio fotografía. También difundo las fotos para el Centro Integral Marcelina Meneces. Nunca nos quisieron decir exactamente a dónde nos iban a llevar. Eso nos preocupaba porque en el marco de la desaparición de Santiago Maldonado, pidiendo justicia, sabíamos que no iba a ser una contravención simple y común sino que iba a ir más allá», contó la joven.
Policías (de civil) en acción
Entre las irregularidades, expresó que «no había personal femenino. Había una chica que quería ir al baño. Por eso caí en la cuenta de que estaban cometiendo irregularidades. Nos tomaron reiteradas veces los datos, cómo estábamos vestidos. En la camioneta nos llevaron, supuestamente, con dos testigos y nos dimos cuenta, indagándolos, preguntándoles, que son oficiales que estaban de civil. No había ni testigos, sólo los mismos oficiales. Fue una emboscada. En el momento que yo registraba a la gente que golpeaba el vallado, empezaron los disparos, la gente comenzó a correr y cuando a mí me detuvieron miré alrededor mío y no había nadie, o sea que todos eran policías de civil», consideró. «Ninguno fue detenido al lado mío. Hay una chica a la que detuvieron en 9 de Julio, a varias cuadras de Plaza de Mayo. Usaron los camiones hidrantes con pintura para poder hacer el seguimiento de los que se encontraban en la Plaza y por ahí llegaban a Congreso y si estaban marcados con pintura, se los llevaban igual», detalló sobre la metodología de las detenciones.
«Cuando más tarde leí el acta, no pude evitar reírme. Yo conozco mis derechos y sabía que estaban procediendo de forma irregular. Nos acusaron de intimidación pública. Yo estaba cubriendo, cómo podía estar pintando, o atentar contra no sé cuántos oficiales que están en la lista».
El calvario
La enumeración de maltratos, burlas, irregularidades de Paola parece no tener fin. «Las primeras tres horas de la detención pasaron sin tener respuestas, sin poder llamar a nadie, ni a un defensor, ni a un familiar. Cuando íbamos a la comuna 30, no sabíamos si íbamos ahí o a la 12, hasta que notamos que estábamos yendo hacia zona sur y una chica por suerte tenía el celular. Llamamos todos desesperadamente, en menos de 30 segundos decíamos a los familiares que nos estaban llevando a la comuna 30. Fue un momento desesperante, nos sentimos totalmente oprimidos», lamentó. «Un chico entró en una crisis nerviosa. Los oficiales lo tomaban naturalmente, como si estuvieran llenando una ficha, algo de rutina. Me sorprendió porque nunca en mi vida pasé por una situación así, nunca estuve detenida ni estaba cometiendo un crimen. Simplemente estaba registrando», insistió.
«Cuando llegamos a la comisaría nos revisaron todos, nos hicieron desvestirnos, nos revisaron la ropa. Me retuvieron la cámara y todas las cosas. Pregunté qué iba a pasar, por qué nos detenían, cuánto íbamos a estar. Todos los oficiales nos dijeron que no sabían. Estábamos en celdas individuales que no estaban en condiciones. Dormí en un colchón podrido lleno de hongos. Nos dieron un sandwich, agua. No pudimos descansar nada, porque cada tres o cuatro horas volvían a interrogarnos, a llenar planillas. Me parecía que era una forma de burlarnos», consideró.
«Yo tenía heridas, pedí un médico que me atendió mucho después de haber llegado. Me vio, ni siquiera se fijó si mis articulaciones estaban bien. Hizo una nota, después una oficial me preguntó si estaba bien y le pedí si me podía alcanzar hielo que nunca me trajeron. En un momento, recuerdo que tipo las 18 del sábado, una oficial me dijo que había venido mi padre. Me preguntó si necesitaba algo, le volví a pedir hielo, respondió que me lo iba a traer y nunca más volvió a aparecer esa oficial», recordó. Además, Paola chequeó el relato una vez afuera: «Cuando salí, le pregunté a mi papá a qué hora había ido y me dijo que fue alrededor de las tres de la tarde, así que cuando me avisaron fue cuando ya se había ido. No nos informaron de nuestra acusación, nos dijeron que nos iban a trasladar. Insistieron en que no teníamos derecho a la llamada. También nos la negaron en el juzgado. Entre las preguntas, querían saber si éramos homosexuales. Preguntas totalmente homofóbicas. Después de eso, entramos todas las chicas en una misma celda. Más tarde nos dividieron entre dos y tres personas en unas celdas de 2×3», explicó. «Volvimos a pedir una llamada para abogados, porque nos decían que no había para todos. Se cagaban de risa. Una chica entró en una crisis nerviosa muy mal. Nos estában hostigando psicológicamente. Ahí, una oficial, cómo estábamos gritando, dijo: «Si no te calmás, te voy a meter adentro y te vas a golpear sola». Luego de hacer ese lío, se empezó a agilizar un poco. Estaban buscando el quiebre para debilitarnos psicológicamente. Fue una violencia psicológica muy fuerte», señaló. «Algo que pasó durante el encierro a una compañera con la que me arrestaron, nos comentó que ella dormía y cuando se despertó tenía un oficial al lado mirándola. Otra compañera estaba en su celda durmiendo, entraron dos oficiales masculinos, le pidieron que se desnude y le filmaron todo el cuerpo y los tatuajes», denunció Paola.
La resistencia
La salida «se agilizó gracias a la solidaridad de la gente, gracias a CORREPI. Mientras estábamos en la comuna 30 no teníamos ni idea de que las organizaciones estaban allí, pensábamos que nadie sabía, que a penas se movían los pocos familiares a los que avisamos. Nos parecía muy raro que no nos dejaran verlos. En el juzgado escuchamos los bombos y nos dimos cuenta de que la gente se estaba movilizando. Ahí cobramos fuerza, eso nos ayudó un montón. Cuando me presenté para dar mi declaración me enteré que estaba CORREPI desde las ocho de la mañana sufriendo las mismas vueltas que nosotros», expresó. «Tomamos conciencia de que teníamos un apoyo fuerte de organismos y personas independientes. eso nos ayudó a seguir agitando desde adentro para no estar quebradas y seguir resistiendo», destacó.
«Además, hay un montón de gente que grabó de forma independiente y se va a demostrar que fue totalmente irregular porque es evidente la emboscada que realizó la policía, los civiles que actuaron para generar los disturbios. Hay gente que no tenía nada que ver con la marcha, que ni siquiera estaba filmando, simplemente estaba ahí», insistió.