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Reapertura del Cine El Plata: cumplir un sueño militante

Escrito por el enero 28, 2022


Después de más de diez años de lucha, el histórico Cine El Plata del barrio porteño de Mataderos reabrió sus puertas definitivamente en octubre pasado, como parte del Complejo Teatral Buenos Aires. En esta crónica repasamos la historia del cine, desde el cierre hasta la reapertura, en las voces de los vecinos y vecinas, protagonistas de este logro. (Por La Retaguardia)



✍️ Redacción: Pedro Ramírez Otero/Catalina Goldszmidt
💻 Edición: Fernando Tebele
📷 Fotos: Julián Bouvier/Bárbara Barros/La Retaguardia

Con el calor de octubre empiezan a intensificarse los olores. En Mataderos, por si fuera poco con los frigoríficos, el olor a cuero quemado de las curtiembres produce náuseas. Roberto tiene 19 años y cuando no trabaja se interesa por el teatro independiente. Es 1945 y lo nuevo en el barrio es el Cine El Plata, “El Gran Rex de Mataderos”. Sobre la Avenida Alberdi, la cartelera anuncia “Los Miserables” y el joven saca cuatro entradas. Horas más tarde, caminará quince cuadras para buscar a la novia, a la suegra y a la hermanita. Roberto no podrá elegir los asientos del fondo, donde “podría robarle un beso”. Pero se las rebuscará para besar a la novia, con su suegra en el asiento contiguo, mientras Jean Valjean escapa de la policía en la pantalla grande. 
En 2008 el cine ya es casi escombros. A partir de un amparo judicial presentado por el Centro de comerciantes del barrio, logran que el lugar no sea demolido. Es de noche. La avenida más transitada de Mataderos está en completo silencio y un grupo de vecinos y vecinas corta la cadena que el Gobierno de la Ciudad había puesto en las puertas del edificio. El escenario principal ya no está. La platea no existe. Todo parece un enorme baldío y la luz de la luna que pasa por donde antes había un techo es lo único que permite que quienes entraron se vean las caras. El Gobierno porteño quería derribar todo para instalar un Consejo de Gestión Participativa (CGP). Pero sería ilícito: el edificio del cine está bajo una ley de protección estructural arquitectónica. Además está destinado para ser utilizado como espacio cultural. Eso dicen los papeles de compra del Gobierno de la Ciudad. Roberto Gutiérrez tiene 78 años y sigue viviendo en el barrio. Ese cine al que iba de joven ahora es sólo una anécdota.
Zulema Luján, de 78, recuerda el Cine El Plata como lugar de encuentro de su juventud, en los años 50. “Cuando tenía 13 fui a ver Drácula. Al lado teníamos la ‘La Santa María’ donde íbamos a comer pizza todos los chicos del barrio”, dice. La arquitectura era muy similar a la del cine Gaumont: escalinatas con mármoles en la parte de las escaleras y las barandas. A partir de la venta e intento de demolición, Luján se sumó a la organización vecinal que en 2007 se constituyó como Coordinadora en Defensa del Cine El Plata. “Viví toda mi vida en Mataderos, vivo a seis cuadras del cine. Toda mi juventud estuvo trazada por ese lugar, hasta que lo perdimos”, cuenta.  
Aunque digan “lo perdimos”, no se resignan. El edificio está abandonado. Ni rastros de lo que fue. Pero con una carga histórica que no permite que el barrio se olvide de qué es ese lugar. Con las cadenas rotas, las cuatro personas que están dentro de lo que alguna vez fue “el Gran Rex de Mataderos” no saben por dónde empezar. No se puede caminar entre la mierda de palomas. Ponen cadenas nuevas, con candado propio y se van. Salió el sol y se escucha el abrir de las tres puertas de un colectivo. Un auto patina en el asfalto ardiente en un semáforo en rojo. La gente pasa. Murmullos. Los “quince o veinte locos” que pelean por el cine, abren con su llave y empiezan las jornadas de limpieza. Uno es plomero y hace unos arreglos. Instala un baño. El hormigón antiguo resiste y el pullman y el superpullman todavía aguantan. Esperan a que el público pueda volver a habitar el lugar. 
Del proyector “de alguien” al apoyo del INCAA
Corre el año 2009. Llega gente al histórico edificio. Ya no están las butacas de siempre. Desde afuera, el brillo de la pantalla proyectada invita a entrar. Volvieron las películas. Pero esta vez de la mano del barrio y de algún vecino que tenía un proyector. Cintas que ya no estaban en cartelera. El audio latoso y la imagen a veces sobreexpuesta. Pero una buena alianza con el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) sube el nivel de lo que empezó como una proyección armada con lo que había para convertirse en un ciclo de películas —ya no tan viejas— con sonido y luces de calidad. “Nos empezaron a traer de todo. Todo lo que necesitábamos. No teníamos las de estreno, que estaban en el Gaumont, pero nos traían la tecnología para poder pasar algunas”, cuenta María Denti, una de las referentes de la Coordinadora en Defensa del Cine El Plata. Y recuerda cuando los vecinos y vecinas pudieron sentarse a ver El secreto de sus ojos, la misma noche que del otro lado del continente ganaba el premio Oscar a mejor película internacional.
Promesas de campaña
El interlocutor entre el Gobierno de la Ciudad y la Coordinadora es Hernán Lombardi, ministro de Cultura. El PRO es oficialismo desde 2007. Lombardi: el nombre más repetido por los vecinos que pelean por el cine. En la Legislatura, con acompañamiento de diputadas y diputados, la gente de Mataderos intenta avanzar con la reapertura. Aparece otro nombre sumamente repetido: Cristian Ritondo. Legislador. Nacido en el barrio del Cine El Plata. La “gente de Ritondo”, recuerda Denti, los amenazaba en las sesiones: “Se ponían uno de cada lado cuando tenías que hablar y te decían bajito ‘si hablás vas a aparecer una zanja. Si hablás, vamos a reventar a tu hija’”. 
2011. Mauricio Macri busca la reelección como jefe de Gobierno. Habían empezado a planificar obras en el cine e hicieron una inauguración parcial. El plan de obra incluía una gran sala abajo con capacidad para seiscientas personas, dos microsalas arriba y un lugar para talleres y cursos. Sólo se terminaron las microsalas. Cemento alisado. Frío. Sillas de plástico inestables. Dos años después, un temporal voló el techo. De todas formas, ese espacio apenas había sido usado: nunca estaba abierto y los carteles de obra tapaban la mitad del frente.
Otra inauguración. 2015. Lombardi, junto con la candidata a vicepresidenta Gabriela Michetti, presentan la nueva sala del Cine El Plata. “El último grito de la moda cultural en Venecia”: una sala pelada, de cemento alisado. La Coordinadora tiene prohibida la entrada. Gritos. Empujones. Una vez adentro, Lombardi, en un acto de cinismo, festeja que hayan asistido. Un mes y medio duró esa apertura. Pasan las elecciones, Macri asume la presidencia de la Nación y el cine vuelve a cerrar sus puertas. Todos los fines de semana, la gente de la Coordinadora sigue en el frente del edificio repartiendo panfletos. Como el primer día. Actividades en la calle e insistir con las medidas judiciales. El flamante jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, promete e ilusiona con levantar el telón. No cumple. 
Luchar contra los molinos de viento

La obra avanza sorprendentemente rápido. Ahora se puede ver el interior del lugar. Hay movimiento. Es 2021 y, bajo la órbita del Complejo Teatral Buenos Aires, el cine abriría sus puertas. Frente a la ilusión, en la Coordinadora surge la pregunta: ¿será otra promesa de inauguración inconclusa? Piden entrar a ver cómo va la obra. Efectivamente está casi terminada y donde había crecido un árbol desde los escombros, ahora hay un escenario otra vez. Casi quince años después, con gente nueva acompañando la lucha y con el recuerdo de otros y otras que ya no están, el Cine Teatro El Plata vuelve a encender sus luces. Los carteles de obra se transformaron en anuncios de funciones y las enormes puertas de vidrio invitan a pasar. “Es lo más hermoso que me ha pasado en toda mi vida militante. Le hemos ganado al Gobierno de la Ciudad más fuerte de la historia”, dice María. El sueño cumplido de muchos y muchas. De quienes ya no están. De Roberto, que ahora tiene 95. Con su sombrero y camiseta blanca, impecable, que deja leer en el pecho “Yo amo el Cine El Plata”. Está abierto. En la vereda donde antes se repartían panfletos de lucha por la reapertura, ahora entregan volantes de programación. 
Pasaron muchos años desde que ese joven de 19 años le robó un beso a su novia en aquella sala de cine. Quizás en este momento otra pareja esté buscando “los asientos del fondo”. Pero aún falta para la inauguración definitiva, la más simbólica. Roberto, parado en el escenario principal, deberá decir lo que tanto tiempo esperó: “Arriba el telón”. 

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