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104 años del pogromo de la Semana Trágica

Escrito por el enero 7, 2023


Se cumple un nuevo aniversario de la Semana Trágica ocurrida en 1919. Cómo fue la persecución a la comunidad judía argentina.

Redacción: Lautaro Brodsky
Edición: Pedro Ramírez Otero


La Semana Trágica ocurrió en 1919 en Buenos Aires, cuando un conflicto gremial en los talleres Vasena e Hijos desató una matanza por parte de las fuerzas policiales y parapoliciales contra manifestantes obreros que luchaban por mejores condiciones de salario y trabajo.

Este hecho comenzó el 7 de enero, cuando un escuadrón ejecutó a varios metalúrgicos de la fábrica. En respuesta, al día siguiente hubo una multitudinaria marcha fúnebre hacia el cementerio de Chacarita, donde los y las manifestantes iban con sus emblemas anarquistas y socialistas a despedir a sus compañeros, hasta que volvieron a ser reprimidos.

Luego de la represión, comenzó una batalla callejera entre el movimiento obrero organizado, representado en la Federación Obrera de la Región Argentina (FORA) contra las fuerzas militares, policiales, bomberos y la denominada guardia blanca (organización parapolicial de ultraderecha), que terminó en una masacre. Según los diarios obreros de la época, se calcula que hubo entre 700 y 1400 personas muertas y decenas de miles de detenidas.

Entre estos hechos ocurrió el pogromo antisemita mas grande de la historia de América Latina, en el barrio de Once y Villa Crespo, en donde se calcula que fueron asesinados/das alrededor de 180 miembros de la comunidad judía, mas decenas de mujeres violadas y negocios, viviendas y locales asaltados y destrozados.

La Caza del Ruso


En la Republica Argentina habitaba, como en la actualidad, una importante comunidad judía, que se nutría mayormente de las y los miembros del pueblo judío esparcido en Europa oriental que escapaban de los cosacos y del zarismo, por eso en general se asimila ruso/a con judío/a.

Durante la Semana Trágica, la elite argentina tenía miedo de los ecos de la revolución bolchevique. La oligarquía nacional y los sectores mas conservadores de la sociedad creían que la revolución comunista de 1917 la “dirigieron especialmente los judíos” porque el comité central del partido bolchevique estaba compuestos por un significativo número de miembros de la comunidad.

Hay decenas de testimonios que confirman las aberraciones cometidas en el barrio de Once durante el pogromo. Porque no solo fueron asaltados los locales de AVANGARD, perteneciente al BUND (Unión General de Trabajadores judíos) en Ecuador 359, o los locales de Poalei Zion (del sionismo socialista) que se encontraba en el 645 de la misma calle. También entraban a las casas de la gente judía, que podía tener militancia social o no, y golpeaban y asesinaban a los hombres y mujeres. Estas últimas eran abusadas y los libros, estratos y muebles viejos los tiraban a la calle y hacían grandes fogatas.
“Nunca se practicaron tantos abortos en Once y Villa Crespo a raíz de las innumerables violaciones”, había comentado el escritor Juan José Soiza Reilly después de los hechos del pogromo.

Hay un testimonio de José Mendelsohn en Di Idishe Tsaitung que Herman Schiller menciona en su artículo El Primer Pogrom, donde asegura:

“Pamplinas son todos los pogromos europeos al lado de lo que hicieron con ancianos judíos las bandas civiles en la calle, en las comisarías 7ª y 9ª, y en el Departamento de Policía. Jinetes arrastraban a viejos judíos desnudos por las calles de Buenos Aires, les tiraban de las barbas, de sus grises y encanecidas barbas, y cuando ya no podían correr al ritmo de los caballos, su piel se desgarraba raspando contra los adoquines, mientras los sables y los látigos de los hombres de a caballo caían y golpeaban intermitentemente sobre sus cuerpos (…) Pegaban y pegaban espaciosamente, torturaban metódicamente para que no desfallecieran las últimas fuerzas, para que no se prolongaran sin fin los sufrimientos. Cincuenta hombres, ante el cansancio de azotar, se alternaban para cada prisionero, en tanto que la ejecución proseguía de la mañana hasta pasado el mediodía, desde el atardecer hasta la noche y desde la noche hasta que despuntaba el día. Con fósforos quemaban las rodillas de los arrestados, mientras atravesaban con alfileres sus heridas abiertas y sus carnes emblandecidas (…). En la comisaría 7ª, los soldados, vigilantes y jueces encerraban en los baños a los presos (en su mayoría judíos) para orinarles en la boca. Los torturadores gritaban: “¡viva la patria, mueran los maximalistas y todos los extranjeros!”.

Fue asaltada también en la Avenida Pueyrredón la Asociación Teatral Judía, y se sabe que los pistoleros que llevaron adelante estos desmanes eran miembros de la policía, la “Guardia Blanca” y el ejército. Al grito de “¡Viva la Patria! ¡Muerte a los judíos y a los extranjeros!”, cometían actos delictivos contra la comunidad judía argentina que representaba en ese entonces, según el libro La Semana Trágica de Edgardo J. Bilsky, alrededor del 1,18% de la población de la nación y el 1,79% en Capital Federal , pero representarían en la totalidad de los números de víctimas de la Semana Trágica del 12% al 25% de los y las asesinadas por las denominadas “fuerzas del orden”.

Los miembros de las milicias blancas del país iban buscando judíos/as por las calles y a los que no sabían el Himno Nacional Argentino, porque eran migrantes que recién llegaban a la región, los mataban. Todo esto ocurrió bajo el gobierno de Hipólito Yrigoyen, el general “radical” Luis Dellepiane fue llamado a dirigir la represión y él mismo defendió a las bandas civiles que asesinaron a huelguistas y ciudadanos/nas judíos/as en nombre de la “Argentinidad”.

Soiza Reilly narra también, según el libro de “Días rojos, verano negro” de Horacio Ricardo Silva, lo siguiente:

“Ancianos cuyas barbas fueron arrancadas; uno de ellos levantó su camiseta para mostrarnos dos sangrantes costillas que salían de la piel como dos agujas. Dos niñas de catorce o quince años contaron llorando que habían perdido entre las fieras el tesoro santo de la inmaculada; a una que se había resistido, le partieron la mano derecha de un hachazo. He visto obreros judíos con ambas piernas rotas en astillas, rotas a patadas contra el cordón. Y todo esto hecho por pistoleros llevando la bandera argentina”.

Liga Patriótica Argentina


Los que realizaron la matanza en el barrio de Once fueron miembros de la elite porteña dirigidos por el radical Manuel Carles, que después pasarían a formar el Comité Pro Argentinidad y la Liga Patriótica Argentina, organizaciones fascistas que se dedicarían a perseguir extranjeros, judíos e izquierdistas. Durante la Semana Trágica se harían llamar la guardia blanca, un rejunte, de los sectores más “duros” del radicalismo, los conservadores y nacionalistas.

Los miembros de la Liga Patriótica son conocidos por sus crímenes no solo en este hecho, sino también por su actuación en la Patagonia Rebelde. Actuaban con total impunidad e incitaban al odio al extranjero (en especial a judíos/as y catalanes/as) y contra los y las “maximalistas”, llevando la bandera argentina en una mano y la pistola en el otro. Cometieron los peores crímenes que se conocieran en el país por aquella época, son la antesala de los que 50 años después sería la Triple A.

En el libro de Carulla Juan, “Al filo del medio siglo”, se relata el testimonio que cuenta detalladamente como eran los crímenes cometidos en el barrio judío por parte de esta banda fascista:

“El ruido de los muebles y cajones violentamente arrojados a la calle se mezclaba con gritos de ‘mueran los judíos’. Cada tanto pasaban a mi vera viejos barbudos y mujeres desgreñadas. Nunca olvidaré el rostro cárdeno y la mirada suplicante de uno de ellos, al que arrastraban un par de mozalbetes, así como el de un niño sollozante que se aferraba a la vieja levita negra, ya desgarrada. (…) En medio de la calle ardían pilas con libros y trastos viejos, entre los cuales podían reconocerse sillas, mesas y otros enseres domésticos, y las llamas iluminaban tétricamente la noche, destacando con rojizo resplandor los rostros de una multitud gesticulante y estremecida. Se luchaba dentro y fuera de los edificios; vi allí dentro a un comerciante judío. El cruel castigo se hacía extensivo a otros hogares hebreos”.

Pinie Wald


Durante ese entonces el joven Pinie Wald, miembro de AVANGARD (la organización social demócrata de la comunidad judía argentina), fue arrestado y detenido por la policía, acusado de ser el presidente del “Soviet del Río de la Plata”. La prensa y la derecha argentina entonces publicaba anuncios de que se descubrió un “complot maximalista” para destruir la República y el orden en el país.

Pinie Wald fue torturado salvajemente para que confesara crímenes que no eran más que calumnias por parte de sus verdugos. Él escribió todo su calvario en un libro escrito en idish llamado Koshmar (Pesadilla), que relata todo lo padecido desde el inicio de la Semana Trágica hasta su liberación.

El establishment comunitario y el sionismo


Como informa en el libro La Semana Trágica de Nahum Solominsky, ni bien ocurrió el pogromo en el barrio de Once la Federación Sionista Argentina publicó un comunicado que decía: “Declaramos en forma categórica que la comunidad judía de Buenos Aires, tal como la de las provincias, no tiene ninguna relación con los últimos lamentables acontecimientos. La población judía local está compuesta por un gran número de comerciantes, profesionales, pacíficos artesanos y colonos, que trabajan desde hace decenas de años en todos los ámbitos por el progreso del país y cuyos hijos sirven al progreso de la patria. Desechamos terminantemente la insinuación de que la colectividad judía es la responsable por los tristes hechos acaecidos. Desgraciadamente hay en nuestra colectividad algunos elementos exaltados, tal como hay también en otras colectividades extranjeras. Estamos, sin embargo, seguros de la honestidad del pueblo argentino, que no confundirá a los individuos exaltados con la grande y pacífica ciudadanía judía del país”.

Este comunicado minimizaba lo ocurrido en los barrios judíos, y a la vez propuso una situación conciliadora con los responsables de la represión. Pero eso no termina ahí, Solominsky desarrolla en su libro que la propia Congregación Israelita (el sector de la comunidad con más influencias políticas de aquel entonces), junto a otras entidades del establishment comunitario firmaron una solicitada en “nombre de toda la comunidad judía del país”, que decía que no eran responsables de los “sectores disolventes”, que causaron el desorden. El comunicado finalizaba diciendo: “Que la justicia que es preparéis a hacer con los malhechores a quienes repudiamos, sea inexorable y severa, pero que corresponda a la fe que nosotros depositamos. Que los inocentes no sean perseguidos”.

Después del manifiesto de la Congregación Israelita el “Comité Pro Argentinidad” sacó una proclama a la calle que acusaba a los judíos de ser responsables de perturbar los festejos del centenario de 1910 e incitaba a un nuevo pogromo contra los judíos/as argentinos/as.

Ante esta situación, los sectores de la llamada izquierda judía del país les respondieron a las fuerzas represivas del Estado. Solominsky coloca en su libro que el BUND argentino elaboró un duro comunicado que se publicó el 11 de febrero de 1919:

“La organización obrera judía social- demócrata de la Argentina <> manifiesta públicamente su protesta contra la conjuración policial respecto a una calumniosa revolución ´maximalista´, que fue utilizada para reprimir al movimiento obrero en general y en especial a la población judía (…) Para ocultar a la opinión pública esta conjura, eligió el poder del estado a nuestro compañero Pedro Wald como el fantasioso presidente de un gobierno maximalista, lo arresto y le propino un tratamiento inquisitorial durante los días de su detención (…) Las autoridades policiales y militares observaron como se violaba, robaba, como se consumaba el pogrom, como se asesinaba y no pusieron obstáculo alguno (…) la policía y el ejercito no solo permitieron el criminal pogrom contra los judíos, sino que con sus armas ayudaron a perpetrar las salvajes acciones de la guardia blanca y de los agentes de seguridad (…)”.

Estado argentino


A pesar de los innumerables testimonios y crímenes cometidos por los grupos de choque, las fuerzas policiales y militares contra la población judía, el Estado argentino nunca pidió perdón por los hechos cometidos, ni dio en si un homenaje a las víctimas del pogromo antisemita. Este hecho que se puede caracterizar como un crimen de lesa humanidad sigue siendo tabú en la historia nacional y en la memoria colectiva.


Opiniones
  1. Lito Sember   /   enero 21, 2023, (9:09 pm)

    Excelente nota, y muy necesaria dentro de la idea general de sostener la memoria como valor histórico fundamental para la transmisión de los valores de las víctimas.
    Me gustaría contactar con los autores. Gracias

  2. Marcelino Fontan   /   enero 24, 2023, (1:14 pm)

    Muy importante este aporte a la Memoria histórica. Un gran ocultamiento al igual que el genocidio de los pueblos originarios de la actual Argentina en 1879/80

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