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El testimonio de la mujer que asistió el nacimiento de Victoria Donda en la ESMA

Escrito por el febrero 16, 2023


Lidia Vieyra declaró en el juicio que investiga la participación de Adolfo Donda Tigel en la apropiación de su sobrina de sangre Victoria Donda. También dio su testimonio la sobreviviente Norma Susana Burgos. Ambas contaron cómo fueron los días en que compartieron cautiverio con Cori Pérez, cómo fueron el parto y los días posteriores.

Redacción: Camila Cataneo/Fernando Tebele
Edición: Pedro Ramírez Otero
Foto de portada: Captura Transmisión de La Retaguardia

En la octava audiencia por el juicio que investiga la participación de Adolfo Donda Tigel en la apropiación de su sobrina, las sobrevivientes Norma Susana Burgos y Lidia Vieyra hablaron de cómo fueron los días que estuvieron en cautiverio con Cori —así la llamaban— y cómo fueron el parto y los días posteriores. Era esperado sobre todo el testimonio de Vieyra, porque fue la secuestrada obligada a asistir en el parto al médico Jorge Luis Magnacco, quien ya fue condenado por este caso en el juicio conocido como Plan Sistemático de robo de bebés.

Victoria Donda Pérez nació en 1977. Aún se desconoce el día, que se presume entre finales de julio y comienzos de agosto. Siempre se supo que fue en la maternidad clandestina de la ESMA. Su madre, María Hilda Pérez de Donda, había sido llevada allí por el embarazo; su padre José María Laureano Donda no pasó por la ESMA, donde operaba su hermano,, Adolfo Donda Tigel, quien actualmente está condenado por haber sido parte del grupo de tareas 3.3.2 de la ESMA. La beba recién nacida fue apropiada por el prefecto Juan Antonio Azic. Décadas más tarde, en 2004, Victoria recuperó su identidad. Tanto Pérez como Donda permanecen desaparecidos.

La historia de Victoria está marcada por un hilo azul. Al nacer, la madre y su compañera de cautiverio decidieron colocarle un hilito para que pueda ser más fácil identificarla. Lidia aseguró que no sabían cual iba a ser su destino ni el de la madre. En aquel momento suponían que a los bebés los llevaban a orfanatos. Luego Lidia contó que “había muchas embarazadas y esto recién comenzaba”, señaló en referencia a la dictadura cívico militar. Y continuó: “La sala de embarazadas recién se establecía porque antes parían en la enfermería o en otros lugares del sótano. (…) Lamentablemente después supimos que fue tan perverso el plan sistemático con estos niños. Que los hicieron sobrevivir para entregarlos a otras familias”.

Por su parte, Norma Burgos contó que luego de que nacieran los bebés “le llevaban un ajuar de recién nacido”. El encargado de todo esto era “el prefecto Febres”, quien murió envenenado en circunstancias nunca esclarecidas mientras aguardaba la resolución de ESMA I, juicio en el que fue el único acusado, y que finalizó sin sentencia por su muerte en el buque de Prefectura en el que cumplía la prisión preventiva. “A las niñas y niños se los llevaban antes y las madres se quedaban un tiempito más, generalmente muy corto, y eran trasladadas”, informó Norma.

“La busqué a Victoria porque era mi compromiso con Cori”, manifestó Lidia y comentó que, en esa búsqueda, “pude verla a Daniela cuando tenía 19 años”. El encuentro fue en un bar y allí le contó la historia de su mamá. Las dos tenían mucho miedo porque el represor Donda estaba en libertad, y le había quitado a la familia de Cori su tenencia. En todo ese tiempo intentaron contactarse con Victoria. “Un día me llamó una compañera y me dijo: ‘Creemos que es la hija de Cori’”. A primera vista la reconoció. Lidia aseguró que “tenía los mismos ojos que había visto cuando nació. Sus ojos eran negros”. Luego, la sobreviviente expresó: “No voy a soltarle nunca la mano. Siempre intentaré cuidarla, es un legado”.
Su testimonio continuó con mucha crudeza pero su voz estaba firme. En medio del relato, aseguró que la ESMA fue un infierno y que los días eran interminables. “El lenguaje de la ESMA era particular”, indicó en referencia a cómo se comunicaban quienes estaban en cautiverio con sus captores. Allí no se podía hablar, mucho tiempo estaban encapuchados y la única forma que tenían para saber del otro era a partir de miradas, olores y otras formas que encontraban en el transcurso de los días. Sin embargo, muchas de las personas que sobrevivieron dan cuenta de haber mantenido diálogos con represores, que en varios juicios han servido como prueba.

Traslado = Muerte


Lidia Vieyra se refirió a los traslados. En ese entonces les hacían creer que los llevaban a “granjas de recuperación” del sur, pero Lidia recordó el día que llevaron a un compañero hasta el avión, dormido y desnudo , porque les faltaba un interrogatorio. “Entonces ahí supimos que si iban a una cárcel, la de al sur, no podían estar desnudos. Además, al día siguiente de los traslados, el pañol, que era una zona donde estaba la ropa, se llenaba de diferentes vestimentas. Entonces, bueno… pudimos empezar a pensar que los traslados eran la muerte”, dijo.

Palito en la ESMA

En sus relatos, las dos sobrevivientes se refirieron a la presencia del genocida Donda Tigel en la ESMA. Lidia contó que sabía de la existencia de Palito: “Después supimos, dentro del año 77 que Palito era Donda. También lo vi en enero del 78 en El Dorado. Donda era un jefe de operaciones no era un improvisado”, manifestó, y continuó: “Un jefe de operaciones es aquel que tiene un entrenamiento previo. Es aquel que de alguna manera ha dado muestras de confianza a sus superiores para ser jefe de operaciones (…) A la Armada no se la puede subestimar. Sería un grave error”.

También contó que todos los oficiales de la Marina podían entrar a El Dorado a ver los datos de inteligencia. Lidia comentó que la obligaban a trabajar en la ESMA. Se encargaba de recibir los fax del Ejército con los datos que ellos ponían de las personas. “Y yo debía hacer una ficha de ese dato que mandaba el Ejército”, recordó. La sobreviviente dijo que “existía también una especie de trituradora, una máquina donde siempre y supuestamente había que pasar a la ficha y después ese papel había que destruirlo”. Agregó que le llamaban el cocodrilo.

En tanto, Burgos, en referencia a Donda, contó: “Venía a la ESMA. Iba al Casino de Oficiales a menudo y recorría Capucha. Pasaba por los baños y las habitaciones de las embarazadas e iba al Pañol y a posteriori entraba también a la Pecera”.

En su declaración desde España, agregó: “Lo vi muchas veces al principio, sin saber quién era. Pero esta mujer, María Hilda, le cuenta a un detenido que ‘Palito se llama Donda’. Además yo fui la secretaria de Acosta y en la Marina había, como en otros lugares, una competitividad, además de la competitividad de fuerzas. Ese desprecio con que llamaban ‘Los Verdes’ al Ejército y a nosotros nos amenazaban cuando venía el Ejército para interrogarnos, y nos decían de que no contáramos nada”.

La definición que Burgos encontró para clarificar el rol del imputado en sus tiempos de poder fue: “Donda jugaba a ser bueno en la ESMA”.


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