Skyvan, el regreso de un avión de los Vuelos de la Muerte
Por LR oficial en Derechos Humanos, ESMA, Mercedes Soiza Reilly, vuelos de la muerte
Una de las aeronaves que fue utilizada para arrojar personas vivas al mar en los Vuelos de la muerte de la ESMA estaba en actividad y realizaba prácticas de paracaidismo en Estados Unidos. El Gobierno nacional se propone traerla a Argentina, ya que fue una pieza clave del plan sistemático de exterminio. La palabra de la sobreviviente y periodista, Miriam Lewin, quien junto al fotógrafo Giancarlo Ceraudo halló el avión en 2010; y de la exfiscal en la Megacausa, Mercedes Soiza Reilly.
Entrevistas: Fernando Tebele
Redacción: Paulo Giacobbe
Edición: Pedro Ramírez Otero
Foto de portada: Skyvan PA-51, uno de los aviones fotografiados por Giancarlo Ceraudo en el libro «Destino Final».
Por “Decisión Administrativa 54/2023” del 25 de enero de 2023, se modificó el Presupuesto General de la Administración Nacional para el Ejercicio 2023 y la Decisión Administrativa N°4 del 9 de enero de 2023. Entre otros considerandos se destaca: “Que resulta necesario reforzar los créditos del MINISTERIO DE ECONOMÍA destinados a la adquisición de la aeronave Short Skyvan N80GB, para su incorporación al MUSEO DE SITIO ESMA – EX-CENTRO CLANDESTINO DE DETENCIÓN, TORTURA Y DESAPARICIÓN, organismo desconcentrado actuante en el ámbito de la SECRETARÍA DE DERECHOS HUMANOS del MINISTERIO DE JUSTICIA Y DERECHOS HUMANOS”.
Ese avión fue parte de los Vuelos de la muerte de la ESMA. Todo indica que se utilizó para arrojar con vida a las Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco, y a las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon, entre otras víctimas.
La escritora y sobreviviente del genocidio, Miriam Lewin, contó a La Retaguardia que la investigación comenzó en 2007 a raíz de una entrevista: “Me contacta un fotógrafo italiano a quien yo no conocía, Giancarlo Ceraudo, como sobreviviente de (los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio) ESMA y Virrey Cevallos. El fotógrafo viene solo. El periodista viene unos días después, era una nota para la República de Milán. Y después de hacerme las fotos, medio desganado, me pregunta si alguna vez había pensado donde estaban los aviones de los vuelos de la muerte”.
—Nunca pensé en eso —contestó Lewin, quien reconoce que se sintió interpelada.
“Tal vez en Argentina teníamos tantas deudas en cuanto encontrar a las personas, y a los bebés robados, que nunca lo había pensado, ¿pero además para qué podía servir?”, le dijo Lewin.
—Puede servir para llegar a identificar los pilotos de los Vuelos de la Muerte —contestó Giancarlo.
En ese momento Miriam pensó que “era un delirio”, pero se asoció con el fotógrafo que venía masticando la idea desde hace varios años. “Me agarró con la guardia baja”, justificó la escritora. “Empezamos a buscar primero a los aviones, con los datos que aparecían en un libro de (Adolfo) Scilingo, que había publicado él, además del testimonio que le había dado a Horacio Verbitsky”, recordó.
Scilingo fue la parte humana, necesaria, para la concreción de los Vuelos de la muerte. Las máquinas no se manejan solas. El represor fue capitán de corbeta y exjefe de automotores de la ESMA. En 1995 encaró a Horacio Verbitsky en el subte: “Yo estuve en la ESMA, quiero hablar con usted”, le dijo.
Así contó el periodista ese primer encuentro en su libro “El vuelo”, y en ese momento pensó que se trataba de un sobreviviente. Así dicha la frase, era lógica la confusión. Fue cuestión de dos diálogos más para aclarar la cosa. Scilingo estaba del otro lado.
El informe anual del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) de ese año dice: “Scilingo participa de los vuelos, al término de los cuales —dijo— los capellanes confortaban a los oficiales con citas de los Evangelios. No reivindica aquellos asesinatos, por los que se siente culpable: tampoco se considera arrepentido, sino alguien cuya perspectiva de los hechos cambió a raíz de la actitud vergonzante de sus superiores”.
Scilingo, quien fue presentado como arrepentido en algunos canales de televisión pero no lo estaba, también dijo que entre “1.500 y 2000 mil detenidos fueron arrojados al Atlántico con vida, narcotizados y desnudos, desde aviones de la marina de guerra y de la prefectura naval, durante los años 1976 y 1977”. Ahí estuvo la aeronave Short Skyvan N80GB.
El exjefe de automotores de la ESMA fue condenado en España por crímenes de lesa humanidad a una cantidad de años que supera el promedio de vida humana (más de mil) y en 2020 gozaba del beneficio de la libertad condicional. Aparentemente colabora en una parroquia.
Miriam Lewin se refirió a la confesión de Scilingo a mediados de los 90: “Era la primera vez que quienes sobrevivimos a los campos de concentración, sobre todo a la ESMA, supimos que los Vuelos de la muerte habían tenido lugar, porque a nosotros nos decían ‘Los llevábamos a una prisión en el sur’, ‘Los llevamos a una estancia…’. A los prisioneros que estaban en Capucha les inyectaban una sustancia tranquilizante, después a un camión, después al área militar de aeroparque”.
La investigación que realizaron Giancarlo Ceraudo y Lewin tomó forma en dos libros. “Destino Final”, el del fotógrafo; “Skyvan, aviones pilotos y archivos secretos”, el de la escritora. El trabajo le valió la condena a dos pilotos: Alejandro D´Agostino y Mario Arrú. Terminaba el tercer tramo del juicio ESMA y era el año 2017.
Lewin contó que el piloto de aviones y excineasta, Enrique Piñeyro, “analizó documentación que nosotros encontramos en el seno de los Skyvan, de apariencia tenebrosa, que era utilizado por la marina, a pesar de que pertenecía a la prefectura. Analizando esa documentación y los vuelos sospechosos, se llegó a la conclusión de que uno de los vuelos era el que había llevado al grupo de la Santa Cruz”.
El grupo de la Santa Cruz está compuesto por 12 personas que fueron secuestradas en diversos operativos entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. Eran familiares y militantes de Derechos Humanos que reclamaban por las y los desaparecidos. Fueron llevadas a la ESMA y desaparecidas.
Tenían en común esa búsqueda y el objetivo de sacar una solicitada en los diarios de la época pidiendo por las personas desaparecidas; la solicitada se publicó el mismo 10 de diciembre en el que culminaron los secuestros. Probablemente el nombre del grupo se deba a que la mayoría de los secuestros ocurrieron en la Iglesia Santa Cruz del barrio porteño de San Cristóbal: Esther Ballestrino de Careaga, María Ponce, Ángela Aguad (todas ellas aparecidas en la costa, enterradas como NN e identificadas por el Equipo Argentino de Antropología Forense-EAAF en el cementerio de General Lavalle), Sor Alice Domon, Nélida Raquel Bulit, Patricia Oviedo y Eduardo Gabriel Horane.
Pero a Remo Berardo lo secuestran en La Boca, y a José Fondevilla y a Horacio Elbert en un bar ubicado en Belgrano y Paseo Colón. En cambio a Azucena Villaflor y a Sor Renée Léonie Duquet, las secuestraron en la Provincia de Buenos Aires. En localidades tan distantes como Sarandí y en Ramos Mejía, es que ahí vivían ellas y no las encontraron el 8 en la Santa Cruz. Los cuerpos de ambas también aparecieron en la costa, fueron enterrados como NN e identificados por el EAAF.
Los secuestros fueron el resultado de la infiltración de Alfredo Astiz, el genocida de la ESMA, que simuló tener un hermano desaparecido para acercarse a las Madres y al grupo que se reunía en la Santa Cruz. En algunas oportunidades llegó a presentarse con otra mujer diciendo que era su hermana, pero en verdad se trataba de una secuestrada de la ESMA. Estuvo presente en la puerta de la Iglesia señalandole al resto del grupo de tareas a quienes secuestrar. Astiz se hacía llamar Gustavo Niño y ese nombre figura en la solicitada que se publicó el 10 de diciembre de 1977. En 2022 solicitó la libertad condicional y el TOF 5 de CABA la denegó.
El avión que vuelve
“Para mí, como sobreviviente y como periodista, habiendo investigado esta cuestión y para todos los que atravesamos esos años tan traumáticos, la vuelta del avión a la Argentina es una estricta acción de justicia. Y además en estas épocas de tanto negacionismo dirigidas a convencer a las nuevas generaciones de que aquello no existió, y si existió estaba justificado, es una prueba de que el Estado actuó como terrorista, no solamente desapareciendo a las personas sino queriendo desaparecer para siempre sus cuerpos”, analizó por último Lewin.
Mercedes Soiza Reilly integró el equipo de fiscales en el III tramo de la causa ESMA y brindó a La Retaguardia su opinión sobre la repatriación de la aeronave de los vuelos de la muerte: “Demuestra que las políticas públicas siguen atendiendo el reclamo de los familiares en materia de reparación histórica. Que la lucha en defensa de los Derechos Humanos sigue siendo ejemplo para nuestro continente y para el mundo y reafirma que la justicia es necesaria pero se completa con la memoria, la verdad y la reparación”.
Para Soiza Reilly el hallazgo del avión abre la posibilidad de seguir investigando estos crímenes. “Y dar con los autores, tanto los pilotos, como los tripulantes y sus estructuras. Miriam Lewin y Giancarlo Ceraudo fueron quienes evitaron que estos crímenes se mantengan en la impunidad absoluta”, dijo.
“Las referencias a los aviones Skyvan fueron efectuados por militares, como Peregrino Fernández, Scilingo y otros, donde daban cuenta que estos aviones habían sido utilizados para estas prácticas tan aberrantes de los vuelos de la muerte. Pero la búsqueda del aparato, su hallazgo, lo complicado de sacar la información de estas aeronaves, se lo debemos a Miriam y Giancarlo”, resaltó Mercedes.
En 2022 terminó el primer juicio por los Vuelos de la muerte salidos de Campo de Mayo. Ese método de exterminio no fue utilizado solo en ESMA. Hubo cuatro condenas y se debe seguir investigando, durante el debate surgieron otras pruebas, como la existencia de un oceanógrafo que estudiaba las mareas. También se dijo que los cuerpos eran arrojados a cangrejales o pirañales. El periodista Fabián Magnotta realizó una investigación sobre los cuerpos arrojados desde aviones y helicópteros en el Delta de Entre Ríos. “El lugar perfecto” es el nombre del libro donde recopiló los testimonios de lugareños y que motivó un despertar en la Justicia por lo ocurrido en esa zona.
Los aviones utilizados en Campo de Mayo fueron Fiat G-222 y Twin Otter. Al comienzo del juicio estaban en el mismo predio del Ejército Argentino que funcionó como Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio en Campo de Mayo, con destino de venta como chatarra o quizás solamente estaban ahí para ser exhibidos a las próximas generaciones de militares, hoy en formación.
Mercedes Soiza Reilly resaltó la importancia del hallazgo de los Fiat y de los Twin Otter, y de otro avión “que existe en Canadá y está vinculado a los Vuelos de la muerte de Campo de Mayo” porque significa “que las pruebas permanecen intactas a la espera de ser investigadas. Y en la Argentina tenemos una tarea por delante, seguir investigando a quienes cometieron estos crímenes pero también evitar que estos hechos queden impunes”.