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La Retaguardia

El nuevo juicio por el crimen de Gabriel Blanco en una comisaría de La Matanza

Por LR oficial en Otras, represión estatal, Violencia institucional

El pasado martes comenzó el juicio por jurado por el crimen de Gabriel Blanco. El joven había sido detenido en la tarde del 1 de marzo de 2007 y, a la madrugada, notificaron su muerte a la familia. Según los oficiales de policía, se había suicidado. La familia asegura que fue asesinado, ya que tenía golpes, le faltaban dientes y, además, era imposible que se cuelgue con un cable desde 80 centímetros de distancia. En la primera audiencia declararon el padre y la madre de Gabriel, su esposa y dos testigos. 

Redacción: Julián Bouvier
Edición: Pedro Ramírez Otero
Foto de portada: Julián Bouvier

A las 11.50, en el aula 409 del Departamento de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de La Matanza, comenzó la primera sesión del juicio por el asesinato de Gabriel Blanco. En principio, el juez Gerardo Gayol explicó al jurado que cada uno tiene un block de notas donde anotar lo que les parezca de importancia, que será destruido cuando concluya el juicio. Que no tengan miedo. Que sean imparciales y que presten atención a los detalles. Los policías acusados en este juicio son el subcomisario Rubén Darío Suárez, el oficial Pablo Balbuena y el suboficial Ariel Gómez.

El fiscal José Luis Claudio Longobardi procedió a contarle al jurado cómo fue el hecho: el 1 de marzo y 2 de 2007, en el interior de un calabozo denominado locutorio en la comisaría San Carlos de Isidro Casanova, Gabriel Alejandro Blanco estaba detenido, aprehendido. 

Y aportó los fundamentos a partir de los cuáles la fiscalía acusa: «Una persona privada de la libertad tiene que estar detenida, investigada, pero nunca tiene que estar en riesgo su vida. Blanco era un joven de 22 años. Existen prejuicios de que era delincuente, de qué era malo. Ustedes tienen que preguntarse si eso merece la muerte. Él no va a poder estar acá siendo juzgado porque está muerto, eso está claro. Trabajador o delincuente, nadie tiene derecho a decidir sobre la vida. Ni la policía ni  nadie. Ya hubo un juicio a estos tres policías y el Tribunal Superior dijo que estaba mal juzgado, cuando dijeron que los policías eran inocentes. Por eso estamos haciendo este nuevo juicio. Y en este se va a debatir si se le pegó o no, si se suicidó o lo mataron. Él estaba solo, desamparado, pidiendo por su familia. Nadie lo ayudó, no le dieron la asistencia. Por lo tanto, aún cuando digan que se suicidó, como van a escuchar por parte de la defensa, preguntense por qué”. 

El fiscal explicó también que Blanco había tenido problemas con la ley, pero “se estaba portando bien”. Contó también que, al momento de su muerte, tenía un hijo de 3 años que ahora tiene 19. “Preguntense si quienes tenían el deber de cuidarlo, hicieron lo que tenían que hacer. Ir y pegarle dos tiros o generarle las situaciones para que esa persona se quiera suicidar, es lo mismo. Si estoy en una comisaría, los oficiales tienen el deber de custodiarme. El chico mostraba desesperación. Él no está para defenderse. Ellos sí. Tienen abogados. Y tienen sus peritos de parte. Y está muy bien que así sea, son las garantías que te da el Estado. Que no son las que tuvo Gabriel Blanco. El murió desamparado, dejando a su hijo sin padre. Matar no es solo rematar, sino generar las condiciones por las que uno muere. A nadie, porque robe, se le da la pena de muerte. Lo pusieron en un lugar en el que era evidente que un chico de 22 años no iba a poder resistir. A todos nos pueden detener por un error, por una falsa acusación. Yo fui víctima de un montón de robos, y nunca se me ocurrió matar a los que me robaron. Piensen en qué sociedad quieren vivir, en una de muerte, sufrimiento, o en una sociedad de justicia», concluyó Longobardi.

Por parte de la querella, aportó sus lineamientos el abogado Alejandro Bois. Contó que acompaña a los padres de Blanco desde hace 16 años, golpeando las puertas de la Justicia. Y que pertenece a una organización de derechos humanos. 

«Creemos que se acabó con su vida con violencia, y se tiene que conseguir verdad y justicia», dijo. 

Y pasó a señalar por qué hechos están siendo culpabilizados los acusados:

 «El 1ro de marzo de 2007 en la comisaría ingresaron al menos 3 oficiales, los hoy acusados. No había luz eléctrica en el calabozo. Golpearon en la zona lumbar a Blanco, dejando lesiones profundas. Seguidamente, mientras Gabriel seguía gritando pidiendo por su familia, le sacaron las esposas, sin prestarle atención a su estado, dejando un cable para que Blanco acabe con su vida. Nosotros nunca creímos en el suicidio. Porque entendemos que él no tenía esa actitud», comentó Bois. 

El abogado explicó que la comisaría es una institución total, y por ende, tienen que tener asegurado, aunque estés un día o 20 años, que la persona que entra tiene que salir igual que entró. Que su pena es estar privado de su libertad y, entonces, estos policías eran los garantes de la seguridad de Blanco. 

«Cuando a sus padres les avisan del supuesto suicidio, no lo creyeron. Desde la comisaría, los policías resaltaban que él, desde que había quedado detenido, pedía salir y gritaba que se quería suicidar. Esta es la forma que ellos usaron para justificar que se lo entregaron muerto. Si alguien señala que alguien se quiere suicidar, lo mínimo que tenés que hacer, es ingresar y brindar los mayores cuidados. Ellos buscaban callarlo con golpes. Y en ese lugar, oscuro y con un cable clandestino, ellos señalan que el se suicidó con eso», dijo Bois. Y remarcó que es necesario que se realice una reconstrucción del hecho, ya que no lo hicieron. «Porque buscamos que esto no quede impune. Más que venganza, nosotros necesitamos la mayor verdad del hecho. No hay nada que lamente más que hacer este juicio, ojalá haya un ‘nunca más’ real. Eso es lo que estamos buscando aquí. Ya sea que la muerte de Gabriel sea por asesinato o por suicidio, los responsables son la comisaría que lo estaba aguardando, y allí no lo cuidaron. La situación de falta de luz y las condiciones de la comisaría hacían que esto sea una tortura. Gabriel era un muchacho humilde de nuestras barriadas, cuya vida no merecía ser cuidada por estos oficiales», concluyó el abogado querellante.

Miguel Racanelli, defensor de los policías, fue el siguiente. Comenzó mirando al jurado y diciéndoles que Gabriel Blanco era un delincuente. Que se encontraba detenido porque había ido a robar armado a un hombre que está trabajando en la calle, y que por eso tenía que estar incomunicado. «Mis defendidos no estaban cuando Blanco ya se había autoflagelado. Se había golpeado la cabeza contra las rejas, gritaba, faltaba el respeto, quería irse a su casa. Era un delincuente que causaba daño. No era un buen elemento de esta sociedad. Estos policías estuvieron presos, incomunicados. A ustedes les quieren vender algo que no existió. Porque hay un trasfondo que es el dinero. Blanco era una lacra, lamentablemente. Tenía problemas psiquiátricos y él decidió matarse. Porque la mujer le había advertido que si volvía a ir preso lo iba a dejar. Lo llevaron al Hospital Paroissien y comprobaron que estaba dañado, pero los daños se los provocó él. Es todo base de una mentira, porque buscan una indemnización para llevarse una moneda a la casa», dijo el abogado defensor.

Una vez terminadas las exposiciones de los lineamientos, hubo un cuarto intermedio y luego pasaron a dar declaración las personas convocadas a modo de testigo: Teófilo Blanco, Carmen Cuoro, Yolanda Silveira, Ángel Mercado, José Luis Alfonso. 

El primer testigo fue Teófilo Blanco, el padre de Gabriel. Contó que su hijo era “un pibe tranquilo”. Que a veces consumía, pero que no era malo. Que trabajaba con los andamios y a veces hacía changas en un veladero de chanchos. «Creo que no hay pena de muerte en este país, tendría que estar vivo. Y si robó, preso. Pido justicia porque entiendo que lo mataron», dijo.

El fiscal le pidió que relate cómo fueron los hechos del 1 de marzo de 2007, según su punto de vista. Teófilo contó que Gabriel fue a comprar a Marconi y Juan B. Justo, porque venía su hermana con su hijo recién nacido. Que ahí lo detuvieron. «Al otro día llegué a mí casa, cerca de las 6 y media de la mañana, y mí nuera me dijo que estaba muerto. A las 7 llegué a la comisaría de San Carlos y me atendió el comisario muy amable, diciendo que me iba a ayudar. Me dijo que mi hijo estaba en el hospital, que se ahorcó y falleció», declaró. 

Y luego aportó: «La policía nunca nos ayudó, venían solo a amenazar, a presionarme. Me preguntaban si estaba Gabriel Blanco para firmar un expediente. Me estaban cargando. La policía ya le había dicho que la próxima vez lo iban a hacer desaparecer. Y cumplieron». 

El padre de Blanco comentó cómo era el lugar dónde murió Gabriel: «Cuando pude ver el calabozo donde mataron a mí hijo, me encontré con un lugar grande, con un camastro de material. Según los policias, tenía las manos esposadas, estaban las luces apagadas, y tenía un espacio muy pequeño para pasar el cable que supuestamente uso para ahorcarse. Y el cable estaba en el techo, ¿cómo lo iba a bajar de ahí con las manos atadas? Los cables del calabozo son todos viejos, y ese era nuevo. El camastro media 80 centímetros. Yo mismo pedí permiso para probar ponerme el cable y ahorcarme. Y no era posible, porque era muy bajo. Se probó cuánto aguantaba ese cable de peso, y a los 40 kilos se rompía. Él pesaba 80. Es imposible que se ahorcara. El testigo contó que le pegaban y el gritaba ‘peguen putos’. El ‘verdugo’, según el testigo, era Gómez. El perito forense, Linares, dijo que Gabriel murió por los golpes, que tenía reventado el vaso. Cuando lo velamos en mí casa, vimos que le faltaban dientes. Lo habían golpeado». 

Por último, Teófilo contó que su hijo hacía un trabajo comunitario en la capilla del barrio, con la gente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) de La Matanza. «Cocinaban, estaban con los chicos del barrio, era un trabajo social. Era un padre buenísimo. En el barrio era muy querido, era muy respetuoso. Jamás le faltó el respeto a nadie. Lo educamos bien», dijo. 

Luego, el juez llamó a un cuarto intermedio. A las 15.30 se retomó el juicio, con el testimonio de la madre de Gabriel.

Carmen Cuoro dijo que su hijo era un pibe bueno, feliz. Que nunca faltaba el respeto. Cuando el fiscal le preguntó cómo había sido el día de la muerte de Gabriel, ella contó que ese día la policía lo fue a detener a la puerta de su casa, que lo golpearon y lo metieron en un patrullero. «Yo no estaba porque estaba con mí hija que estaba teniendo a su hijo. Llegué a las 11 de la mañana del 2 de marzo. La esposa de mí hijo me contó que ella fue a verlo y lo vio con vida a la tarde. Horas más tarde, le informaron que Gabriel se había ahorcado. Cuando preguntó dónde estaba, le dijeron que estaba en el hospital. Cuando lo vimos estaba golpeado, tenía la boca pegada y cuando se empezó a salir el pegamento, se veía que le faltaban los dientes. Cuando se le hizo la segunda autopsia nos enteramos de que le faltaban siete piezas dentales. Tenía la nariz torcida, la cara toda verde de los golpes. No me permitieron ver el cuerpo entero de mí hijo, para ver si tenía más golpes. Él estaba contento con su vida, con su hijo, su señora, su nieto nuevo. No podía querer quitarse la vida», comentó.

También declaró que Gabriel le había contado que, días antes, unos policías lo habían parado en la esquina de su casa y lo habían amenazado: “Negro de mierda, la próxima que te vemos sos boleta”, le habían dicho.  «Se supone que la policía está para cuidarnos, no para detener a alguien, golpearlo y matarlo. Cuando estábamos velando a Gabriel en casa, pasaba la policía tocando bocina, cómo si estuvieran festejando que mataron a ‘ese negro de mierda’. Quiero que se haga justicia por mí hijo», dijo la madre de Blanco.

La siguiente en declarar fue la exesposa de Gabriel, Yolanda. Comentó que lo habían llevado detenido y que en la comisaria lo escuchó gritar: «Yo no hice nada, ¿por qué me tiene aquí?!».

Luego dio testimonio un policía que estaba de guardia la noche que detuvieron a Gabriel. Manifestó no recordar nada de ese día.

Por último, habló un expolicía, que entró a la celda en la que estaba Blanco y lo trasladó al Hospital Paroissien. Según dijo, Gabriel estaba con el pulso muy bajo y una vez en el hospital le informaron que había fallecido.