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Jorge Luis Guarrochena, exintegrante del Servicio de Inteligencia Naval fue parte de la ESMA durante la última dictadura. Su rostro fue fotografiado por el sobreviviente Víctor Basterra durante su cautiverio. Esa foto se convirtió en la prueba fundamentaldel juicio. Cobertura del juicio: Fernando Tebele / Camila Cataneo / Carlos Rodriguez / Natalia Bernades / Eugenia Otero / Oscar Stumpfs / Pedro Ramírez Otero.  Redacción: Camila Cataneo / Fernando TebeleGráfica: Pedro Ramírez Otero Este miércoles finalizó el juicio contra Jorge Luis Guarrochena, integrante del Servicio de Inteligencia Naval (SIN). Fue condenado a prisión perpetua por su participación en delitos de lesa humanidad en el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio ESMA durante la última dictadura cívico-militar-eclesiástica Las y los sobrevivientes lo reconocieron como “Raúl”, su nombre de guerra.  El fallo fue leído por el presidente del Tribunal Oral Federal en lo Criminal 5 de la CABA, Fernando Canero, quien integró el TOF junto a Daniel Obligado y Adriana Paliotti.  Al poco tiempo de la vuelta a la democracia, el sobreviviente Víctor Basterra declaró el 17 de octubre de 1984 ante el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Allí informó que un capitán de Corbeta, al que conocían como “Raúl”, había estado en el sector de Inteligencia desde principios de 1982 hasta mediados de 1983. En ese entonces, comentó que mientras estuvo en cautiverio pudo fotografiarlo, pero desconocían su nombre real. Fue una de las 65 fotos de genocidas que Basterra entregó a la Justicia.  Años después se supo que era Guarrochena. La fotografía forma parte del archivo en el que se identificaron a más de 65 genocidas de ese centro clandestino.  El sabor amargo que dejó la lectura del veredicto fue que no se hizo mención alguna al pedido de varios sobrevivientes acerca del futuro del Campo de Deportes de la Armada, cedido al Club Atlético River Plate. En ese lugar se cremaban los cuerpos de personas que llegaban ya muertas tras los operativos o que eran asesinados durante las torturas.  Los jueces y la jueza estuvieron en la audiencia de modo virtual, lo que fue repudiado por el Fiscal General Félix Crous: “Es una desconsideración hacia las partes”, señaló en la previa de la transmisión en vivo de La Retaguardia.  En este juicio declararon sobrevivientes, testigos y familiares de víctimas que estuvieron en cautiverio en la ESMA. Por otro lado, se realizó una inspección ocular en el excentro clandestino. Allí participaron Ana María Soffiantini y Ricardo Coquet, sobrevivientes del genocidio, quienes guiaron a las partes del séptimo tramo del juicio. “Vos te crees que la Gaby (Norma Arrostito) está muerta, ahora te la traigo, está viva” Algunos de los testimonios que estuvieron presentes en este juicio   Ana María Martí, sobreviviente, habló sobre cómo fue su secuestro y que sucedió con sus hijos.    Osvaldo Barros, sobreviviente, cuenta cómo estaban organizados los represores en la Esma.    Lisandro Cubas, sobreviviente, sobre cómo funcionaba el Servicio de Inteligencia Naval.   María Lucia Onofri, sobreviviente, sobre su secuestro. Ana María Soffiantini, sobreviviente, cuenta cómo impactó el secuestro en sus hijos.  Ricardo Héctor Coquet, sobreviviente, sobre su secuestro y cautiverio   Jorge Allende Iriarte, testigo, sobre el secuestro de Marcelo Dupont Jorge Ibañez, amigo de Marcelo Dupont, sobre el momento de la desaparición Eugenio Alejandro Holmeberg, hermano de Elena María Josefina Isla Casares, sobreviviente, cuenta sobre cómo afectó a su familia   Marcelo Isla Casares, sobreviviente, continúa contando cómo fue el día del secuestro de la familia María del Huerto Milesi, sobreviviente, cuenta su secuestro. Ella estaba exiliada en México   Rosario Quiroga, sobreviviente, cuenta cómo fue su secuestro María Paula Herrero, hija de Rosario, sobre el dia que tienen que cambiarse de casa María Elvira Herrero, hija de Rosario, recuerda cuando estuvo en la ESMA   Liliana Pellegrino, sobreviviente, sobre su cautiverio   María Elina Bertella, sobreviviente, cuenta cuando la liberaron Clementina Normanda Diaz, sobreviviente, cuenta sobre su secuestro y cautiverio   Horacio Henriquez Gerest, testigo   Maximo Cargnelutti, sobreviviente, sobre su cautiverio Norberto Daniel Bruno, sobreviviente, cuenta sobre su secuestro María Elena Santos, sobreviviente, sobre lo que pasó antes de su secuestro Cuando pide justicia   Mercedes Carazo, sobreviviente, sobre su secuestro   Carlos Lordkipanidse, sobreviviente sobre el campo de deportes Luis Guillermo Onofri, sobreviviente. Nació en cautiverio   Mario Eduardo Coutoné, sobreviviente  

La UNESCO lo declaró hoy Patrimonio de la Humanidad. Comparte crédito con Auschwitz y la cárcel en la que estuvo preso Nelson Mandela. De la polémica por su nacimiento al reconocimiento internacional. Redacción: Camila Cataneo / Fernando TebeleEdición: Pedro Ramírez Otero Esta mañana la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad al Museo Sitio de Memoria ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada).Este espacio se creó en el Casinos de Oficiales, uno de los edificios del megapredio en el que funcionó el quizá más emblemático Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio durante la última dictadura cívico militar. La propuesta fue aprobada en el marco de la 45° Sesión del Comité del organismo internacional que tuvo lugar en Arabia Saudita. A partir de este momento, el museo será incluido en la lista de monumentos y zonas protegidas que tienen “valor universal excepcional”. En la ESMA se estima que estuvieron en cautiverio unas 5 mil personas, que fueron torturadas y obligadas a trabajar como mano de obra esclava. También se apropiaron 30 bebés que nacieron dentro del centro clandestino durante el cautiverio de sus madres, que fueron desaparecidas luego de parir. La mayoría de las víctimas fueron arrojadas desde aviones al mar, muchas veces aún con vida y adormecidas; otras fueron incineradas dentro del predio de la Escuela de Mecánica de la Armada. Entre quienes sobrevivieron, un grupo dedicó su vida posterior a dejar testimonio. Algunas de esas personas se opusieron a la instalación de este museo durante 2014. Consideraban que alteraba el lugar que aún hoy es prueba en los juicios. Hasta allí, el espacio permanecía tal cual lo había dejado la Marina y era custodiado por el Instituto Espacio para la Memoria (IEM). Entre quienes alzaron su voz estaba Víctor Basterra, el testigo esencial de la megacausa por las fotos de genocidas que registró y sacó de la ESMA. Ya con el museo instalado, unos meses antes de su muerte, Basterra participó de “La visita de las Cinco”, y de alguna manera zanjó las diferencias. Actualmente, el museo funciona como espacio que busca concientizar, educar y mantener viva la memoria. Recibe miles de visitas de contingentes de estudiantes y turistas extranjeros que no pueden creer lo sucedido durante el último genocidio en Argentina.Este nombramiento se convierte de manera visible en una doble herramienta: por una lado, como respuesta a la avanzada apologista de la dictadura revitalizada por el protagonismo de la diputada nacional Victoria Villarruel, candidata a vicepresidenta por la ultraderecha; por otra parte, será más difícil cualquier maniobra que se pretenda sobre el predio si La Libertad Avanza se impone en la próximas elecciones. Ninguno de los dos items es poca cosa. Pero hay una tercera función no menos relevante que puede cumplir este reconocimiento internacional: impedir que el Campo de deportes en el que se incineraban los cuerpos sea cedido a River Plate para que construya su propio campo sobre un verdadero cementerio.

Tenemos desde siempre a mano una consiga: cualquier homenaje a Víctor Basterra resultará poco y necesario. Con esa misma pretensión, encaramos esta noche un nuevo intento por dejar su nombre y su tarea bien arriba. Contaremos para eso con invitadas e invitados que nos darán más que una mano: sus hijas Eva y Soledad, Nora Cortiñas, Sueco Lordkipanidse, Osvaldo Barros, Ana María Careaga, Lila Pastoriza, Ana Testa, Alejandra Éboli, Mercedes Soiza Reilly, Rodolfo Yanzón, Margarita Noia, entre otras personas que se irán sumando a lo largo de las dos horas. Les esperamos.

Murió esta madrugada Víctor Melchor Basterra, sobreviviente de la ESMA e integrante de La Retaguardia desde su participación en el programa radial Oral Y Público. Hoy festejan los genocidas. Les toca a ellos, en sus celdas o en sus casas. Pero durará sólo por un ratito, sépanlo.  Él les decía Los ñatos. Y dedicó su vida después del horror de la ESMA a perseguirlos. Decía que tenía un mandato de su compañero, el Gordo Ardeti: “Si te salvás, que no se la lleven de arriba”. Lo consiguió sobradamente. Algo parecido a eso, un mandato, es lo que nos ha dejado a nosotros/as, entre tantas otras cosas. Durante el día, como podamos, iremos publicando recuerdos, incompletos y necesarios, como cada homenaje que se le haga. (Por La Retaguardia) Compartimos esta nota que cuenta parte de su historia  http://www.laretaguardia.com.ar/2015/10/victor-basterra-el-primer-eslabon-de-la.html En estos links, podrán ver todas las publicaciones de La Retaguardia sobre Basterra a lo largo de su vida militante http://www.laretaguardia.com.ar/search/label/Victor%20Basterra http://www.laretaguardia.com.ar/search/label/Basterra

El imputado por crímenes de lesa humanidad, Carlos Mario Castellvi, se encuentra en prisión domiciliaria y enfrenta actualmente el cuarto tramo de la Megacausa ESMA, que está en instancias finales. El pedido lo realizó la defensa del represor a través de su abogado particular Guillermo Fanego. Sorprendentemente, fue avalado por el fiscal Leonardo Filippini. (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Diego Adur 💻 Edición: Fernando Tebele Carlos Lordkipanidse lo identificó durante su testimonio como “Lucas”. También Víctor Basterra aportó información durante este juicio. Es la primera vez que Carlos Mario Castellvi está imputado por delitos de lesa humanidad cometidos en la ESMA, donde estuvo desde el 11 de abril de 1979 hasta marzo de 1980 como integrante del área de Inteligencia del Grupo de Tareas 3.3.2. Mientras el juicio ESMA IV transita sus últimas audiencias previas a la sentencia, el represor se encuentra en prisión domiciliaria. A partir de ahora, además, podrá salir a “realizar caminatas diarias acompañado de su garante”. El documento firmado por el juez Daniel Obligado, presidente del TOF 5 que lleva adelante la parte oral de la megacausa, agrega que la defensa del imputado, representada de manera privada por Guillermo Fanego, deberá informar los días y horarios en que dichas caminatas se lleven a cabo.  El representante del Ministerio Público Fiscal en este tramo del juicio, Leonardo Filippini, respondió al pedido de Fanego que “a la luz de la recomendación médica, no tiene objeción a que autorice las caminatas diarias de no más de una hora y siempre acompañado por un garante”, y dando aviso al Tribunal en cada oportunidad. En el mismo documento, Filippini pidió que se incluyera a Castellvi bajo el Programa de Vigilancia y se le colocara un dispositivo electrónico. En general eso no sucede porque no hay stock disponible.

Se están cumpliendo 40 años de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a la Argentina. Como consecuencia de las denuncias que sobrevivientes, familiares y exiliados/as ya habían realizado, la CIDH vino a comprobar los hechos y a tomar denuncias. En la ESMA ocurrió algo especial: la maquillaron para la ocasión. Desaparecieron a un grupo de secuestrados, y al resto los llevaron a la Isla El Silencio, que ayer fue señalizada como ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio. La Retaguardia participó en 2015 de la visita ocular en el marco del juicio más grande de la historia argentina: ESMA III. Aquí la crónica que publicamos en aquel momento. (Texto y fotos: Fernando Tebele y María Eugenia Otero para La Retaguardia) Las imágenes pueden hablar más que mil palabras, es cierto. Pero también lo es que en muchas ocasiones la necesidad de poner en palabras se impone. Sobre todo cuando lo que abunda es El Silencio. Como ya anticipamos a través del informe fotográfico, acompañamos a sobrevivientes de la ESMA durante la visita ocular realizada a la isla del delta del Paraná donde fueron escondidos por la dictadura durante más de un mes.. Allí, ante los integrantes del TOF 5, volvieron a dar testimonio, “exprimiendo la memoria” dice el “Sueco” Carlos Lordkipanidse. Dejamos aquí una crónica acerca del largo viaje hacia un pasado todavía poco conocido: el del traslado de los secuestrados en la ESMA a la Isla El Silencio, durante la visita que realizó en septiembre de 1979 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). “Salimos hacia la derecha. Lo digo para recordarlo, porque yo no conozco exactamente el lugar preciso dónde queda la isla. Estamos saliendo por el río Luján hacia la derecha, vamos a desembocar en algún otro lugar y luego en otro”, dice Víctor Basterra, sobreviviente del Centro de detención, tortura y exterminio que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada, ya subidos al barco de la Prefectura Naval que nos llevará hasta la Isla El Silencio. Basterra no conoce cómo llegar porque su primer viaje lo hizo esposado, encapuchado y tirado en el piso tapado con una lona. Eso fue el 7 de septiembre de 1979. Dicen quienes la recuerdan especialmente, que fue una mañana fría pero cargada de fervor popular. Que buena parte de la población madrugó como nunca para ver la final del Mundial de Fútbol Juvenil, que se jugó en Japón, la otra parte del mundo. El seleccionado dirigido por César Luis Menotti y Roberto Saporiti, contaba con Diego Maradona y Ramón Díaz como principales estrellas. Argentina jugó la final contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Le ganó 3 a 1. Campeones del Mundo, como el año anterior en mayores. Campeones del Mundo. Los mejores, en casi todo… Ese mismo día, algunos secuestrados fueron llevados a la Isla El Silencio, una sucursal del infierno. “Estamos dirigiéndonos en una lancha de la Prefectura Naval hacia la isla El Silencio, que fue donde el grupo de tareas 3.3.2, que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) le compra en una operación fraudulenta, obviamente, a la Iglesia Católica y donde estuvimos secuestrados durante el período en que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) estuvo nuestro país, en septiembre de 1979”, explica detalladamente Enrique Fukman, otro de los sobrevivientes. La dictadura había tenido que ceder ante las presiones generadas por las denuncias internacionales. Debió aceptar que la CIDH visitara el país para tomar testimonios de familiares de los desaparecidos. También pasarían por la ESMA, por eso, la Armada decidió conseguir un terreno alejado de la ciudad, en las cercanías del Río Paraná Miní, parte del delta del Paraná. “Estuvimos un mes. Los que estábamos en trabajo esclavo fuimos a fines de agosto y volvimos a Buenos Aires a fines de septiembre. Y los primeros días de septiembre fueron llevados los compañeros que estaban en Capucha”, dice Fukman, marcando la diferencia entre quienes ya llevaban tiempo en la ESMA y los que llegarían aquel 7 de septiembre. Osvaldo Barros Osvaldo Barros formaba parte de ese último contingente: “Hacía pocos días que había sido secuestrado, entonces estaba en Capucha, con una capucha en la cabeza, grilletes en los pies y esposas en las manos. Estando en esas mismas condiciones, nos subieron en una camioneta y después hasta una lancha de la Prefectura, en las que nos llevaron a la isla. No podíamos ver absolutamente nada”, contó Barros, a quienes algunos de sus compañeros continúan llamando, aún hoy, Anteojito, ese apodo que le pusieron durante el cautiverio porque, aun con la capucha puesta, no se quitó sus anteojos, quizá como un acto reflejo o esperando ansioso y preparado el momento de volver a ver. “Nos habían dicho que íbamos hacia una isla del Tigre. El temor siempre estaba presente, por supuesto, porque además no teníamos ninguna experiencia, hacía una semana que habíamos sido secuestrados, no sabíamos qué podía pasar. La sensación era de incertidumbre. Recuerdo que era un día con viento, el río estaba bastante picado, había muchas olas, y sobre todo la lancha se movió mucho cuando atravesó el río Paraná (de Las Palmas). Para nosotros, en esas condiciones, era bastante duro”, cuenta Barros. Basterra suma su recuerdo: “Yo particularmente caí el 10 de agosto; a fines de agosto, principios de septiembre nos trasladan a la isla. Ese viaje se hizo en dos tandas: una noche primero llevaron a un grupo y otra noche, a otro grupo; yo estaba en el segundo. Estoy hablando de Capucha. Eran tipos que estaban en pedo, nos cagaron a palos en el camino. Yo pensaba que nos iban a pegar un tiro en la cabeza, pero, bueno… zafamos. Nos trasladaron en una lancha abierta, nos tiraron una lona encima y llegamos a la isla. El valor de la visita ocular Lordkipanidse, Barros, Fukman,Basterra, Martinez, Ayala y Strasseri En este viaje diferente hacia la isla, ahora en el marco de la Megacausa que juzga aquellos crímenes, están algunos de los sobrevivientes: Carlos “Sueco” Lordkipanidse, Osvaldo Barros, Enrique

En pocos días comenzará el juicio por la represión genocida a la Coontraofensiva de Montoneros en 1979 y 1980. La fiscal Gabriela Sosti, quien ha participado en diversas causas por delitos de lesa humanidad como circuito ABO, será parte en este proceso que se iniciará el 9 de abril. Sosti dialogó en Radio La Retaguardia con Fernando Tebele y con Víctor Basterra en Oral y Público, el programa de los juicios a los genocidas. (Por La Retaguardia) La fiscal Sosti hizo una introducción a lo que será este nuevo juicio que pretende condenar los delitos de lesa humanidad cometidos por el Terrorismo de Estado durante la última dictadura contra la Contraofensiva Montonera y, a la vez, repensar ese momento específico de la historia política de nuestro país: “Los juicios son una posibilidad inmejorable para reclamar la historia, para revalorizar el sentido de la historia. La idea de este juicio es desarmar ese mito construido con versiones aisladas. La posibilidad de este juicio es la de correrse de las respuestas y armar otras preguntas y respuestas. Nadie desconoce el episodio, pero el juicio es una buena oportunidad para reencontrarnos con ese momento político. Las diferentes manifestaciones del poder opresor están pendientes de ser leídas con una dimensión política un poco más amplia. Es un esfuerzo que implica un profundo conocimiento de la historia poder leer esos episodios en el contexto en que sucedieron. La historia siempre se escribe de manera sesgada. El episodio de la Contraofensiva es interesante porque es nada menos que la historia de Montoneros, una de las organizaciones armadas más emblemática del mundo dentro de la coyuntura de los ’70. Es interesante para que produzca lecturas, re lecturas y análisis”, reconoció Sosti. Juzgar, pero no por centro clandestino Para la fiscal, la particularidad de este juicio es que no gira en torno a crímenes de lesa humanidad cometidos en un centro clandestino específico sino que se centra en el aparato de inteligencia responsable de estos delitos incluso los perpetrados fuera del país, llevando la represión estatal por fuera de los límites de la Argentina: “Los agentes del Estado que van a ser juzgados son todos los que intervinieron en la estructura de inteligencia. En general, estamos acostumbrados a los juicios de lesa humanidad anclados en un centro clandestino. En realidad, la represión fue armada por un diseño y una estructura de inteligencia que superó la instancia de ese centro clandestino. En este caso particular, se abre una dimensión mucho más increíble y siniestra -y nos hace pensar en la inteligencia de hoy en día-, porque la inteligencia atravesó la frontera. Invadió la soberanía de Perú, de Bolivia, de Brasil y de España. Insisto en que supera los límites del centro clandestino. Es un desafío el de poder dar cuenta de cómo la planificación estuvo armada desde ese lugar, por los distintos destacamentos de inteligencia. La represión más global fue la del Cóndor. Esta causa lo que va a hacer es abrir esa perspectiva a una más amplia”, vaticinó.Víctor Basterra intervino durante el relato de Sosti y aportó, como siempre, datos valiosos a la hora de reconstruir vivencias y reconocer protagonistas de aquella brutal represión. Si bien no pertenecía a esa organización Basterra dice que cayó porque la represión se intensificó: “Yo era un activista gremial, no pertenecía a Montoneros. Me chuparon en la época de la primera contraofensiva, en el ’79. Viví parte de los ’80 haciendo tareas de mano de obra esclava viendo como los tipos hacían desastres y trasladaban compañeras y compañeros desde Campo de Mayo a la ESMA, y de la ESMA a Campo de Mayo. Con una compañera, Alcira Machi de Duarte, hablamos durante un descuido del guardia. Yo le fui a llevar un vaso de gaseosa. La tenían escondida en una piecita. Me contó que la habían llevado a Campo de Mayo y había visto a 50 compañeros, entre ellos a Petrus. Después me enteré de que Petrus era (Horacio Domingo) Campiglia, el compañero de Pilar Calveiro”, rememoró Basterra.Después de escuchar a Víctor, Sosti se refirió a los y las sobrevivientes como “gente que amó la vida y soñó con un mundo mejor” y sostuvo que su papel a la hora de dar testimonios “es de un valor que no podemos dejar de destacar. Es fundamental la tarea de los sobrevivientes para reclamar la memoria. Sin eso nunca vamos a ser libres”.La fiscal hizo referencia a quiénes serán los imputados de este nuevo juicio y su rol durante el genocidio: “Fueron funcionarios del Estado. El Estado, puesto a disposición de ciertos sectores de poder. Son inconstruibles estos duelos horribles que destruyen y machacan la carne sin ningún reparo. El Estado, hoy en día, está sacando personal policial con un nivel de violencia inusitado. Lo que pasó en los ’70 no pasó solo en los ’70. Es parte de una dinámica histórica que hay que tener muy presente. No para quedarse anclado en el relato de la tortura. La tortura tiene una función. No hay manera más efectiva de dominar que induciendo dolor. En todo esto tenemos que estar muy atentos”, avisó Sosti.Este nuevo proceso que juzgará los delitos de lesa humanidad cometidos durante la Contraofensiva Montonera iba a comenzar el martes 26 de marzo; sin embargo, la justicia lo aplazó hasta el 9 de abril. Las audiencias serán una vez por semana y se estima que podría durar un año. El Tribunal de San Martín será el mismo que actualmente está juzgando el crimen de José Díaz en la represión de La Tablada, aunque con otra composición. La Retaguardia participará de El Diario del Juicio, que se podrá visitar en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com DESCARGAR

En una nueva audiencia del juicio ESMA IV, declararon dos testigos clave. Se trata de Alfredo Ayala y Víctor Basterra, ambos sometidos a trabajo esclavo durante su secuestro en la ESMA. Ayala, restaurando muebles e inmuebles robados a los detenidos-desaparecidos. Basterra, en su labor como fotógrafo y obrero gráfico para la confección de documentos falsos para los genocidas.(Por Fernando Tebele para La Retaguardia)Fotos: Luis Angió (Foto 1: Víctor Basterra, foto 2: Guillermo Fanego) El IV tramo de la ESMA camina a paso lento. Con solo un día de audiencia por semana, los lunes, los testigos pasan de a tres en las jornadas más extensas. Este lunes hubo solo dos, muy esperados por cierto: Alfredo Ayala y Víctor Basterra, el testigo esencial de esta megacausa.Cerca de la 10:30, el TOF 5 de Comodoro Py enciende sus luces. La sala esta vez es pequeña, demasiado para tantos oídos. Abre el juego Alfredo Ayala, “Mantecol”, secuestrado el 7 de septiembre de 1977 por un grupo de tareas a cargo de Jorge “Tigre” Acosta. Como ocurre con casi todos los testimonios de sobrevivientes que ya pasaron varias veces por la tarea de recordar y contar el genocidio, en este tramo solo se amplían las testimoniales vinculadas a los imputados nuevos de este juicio. Los testimonios son más cortos, la crudeza es la misma: “Entre las secuelas que tengo, la primera es haber perdido a mi padre por un tumor, que fue de tristeza, eso me afectó mucho como hijo. Después, secuelas físicas: perdí el oído izquierdo, por la primera trompada que me dieron. También se me agudizó el problema de la voz”. Mantecol habla con un tono sumamente agudo, esforzado, como si estuviera imitando a un niño; sin embargo le alcanza para contar que estuvo obligado a realizar tareas como mano de obra esclava restaurando muebles e inmuebles robados a las personas secuestradas. “No sé si usted sabe que además robaban las propiedades”, le dijo con cierta ironía al abogado defensor de genocidas Guillermo Fanego, que siempre juega un rol central intentando fastidiar a quienes dan testimonio. En realidad, Fanego consigue contrariar a todos y todas en la sala, incluyendo muchas veces al tribunal que preside Daniel Obligado. En su testimonio del lunes, Ayala reconstruyó la ida a una de las casaquintas que los genocidas de la ESMA usaban para trasladar allí prisioneros/as. “Estuvimos dos días en la quinta de Del Viso”, dijo acerca del lugar que todavía no han podido señalar exactamente. Ubicó en el lugar a “Tiburón”, Raúl Armando Cabral, un ex agente de la policía y parte del grupo de tareas 3.3.2. “Ahí un día trajeron a mi compañera Norma Mansilla. A ella la secuestraron conmigo. No tenía nada que ver, pero vivía conmigo. Estuvo un mes y medio secuestrada. La violaban todos los días hasta que se cansaron y la dejaron ir a Santiago del Estero donde estaba su familia. Después se ve que volvió a buscarme. Ellos se enteraron y la llevaron a la quinta para que viera que yo comía y estaba bien”. Mantecol supera la prueba a la que siempre somete Fanego a los y las testigos. Cuando le preguntan si quiere agregar algo más, aporta con seguridad: “Quiero decir que tengo bronca porque pasan los años y no sé dónde están mis compañeros desaparecidos. Yo vengo y presto mi colaboración en cada juicio, trato de aportar mi memoria y no veo que haya mucho avance”. Se va rodeado de aplausos.Después de un cuarto intermedio aparece Víctor Melchor Basterra, sin dudas el testigo esencial de esta megacausa, calificación que no pretende de ningún modo quitarles mérito al resto. “Esta construcción de memoria, verdad y justicia es colectiva”, dice intentando disimular con poca suerte el rol central en el que lo puso la historia, una tarea que aceptó y lleva adelante con una entereza que no le resulta gratuita. Su voz habitualmente gruesa, de cantor afinado, está percudida. Habla con una disfonía que le demanda esfuerzos. Igual que Mantecol, se sobrepone para que cada palabra vuele lejos. Sus recuerdos son exactos. Tiene una memoria privilegiada, forzada quizá por aquel mandato que el “Gordo” Enrique Ardeti le supo dar en los laberintos inextricables de la ESMA: “Negro, si zafás, que no se la lleven de arriba”. Basterra zafó con una astucia sin igual, y dedicó su vida a cumplir con ese mensaje que Ardeti cargó en su mochila ya pesada por su propio sufrimiento, que entre otras cosas implica convivir con brutales dolores de espalda que suelen inmovilizarlo, y que le recuerdan cada vez a sus verdugos, hoy genocidas condenados o en camino a serlo.La megacausa no sería lo que es sin su aporte. El informe que lleva su nombre es un formidable álbum de fotografías de genocidas que consiguió sacar de a poco del cautiverio y que han servido para que más sobrevivientes reconocieran a sus captores. Hoy volvió a contar cómo era la mecánica que lo llevó a idear el Informe Basterra. Sometido a trabajo esclavo, los genocidas utilizaron su excelencia como obrero gráfico y fotógrafo para falsificar documentos. En ese esquema, les tomaba fotografías. Una para el documento, otra para el pasaporte, una más para el registro de conducir y otra para la cédula de identidad. Cuatro fotos para todo el mundo, menos para él, que clickeaba cinco veces y se guardaba la sobrante. Lejos de sobrar, esa sería en realidad la foto que les costaría a los genocidas ser reconocibles, ni más ni menos. Basterra es un genio de un coraje sin igual, “la persona más valiente que conocí en mi vida”, según la mirada de su hermano Carlos “Sueco” Lordkipanidse, a quien conoció en el planeta del terror que fue la ESMA, y de quien aprendió algunos de los trucos de la falsificación.Esta vez sus esfuerzos de memoria se enfocan en un par de ñatos, como les llama, que están acusados en este juicio, no tienen condenas anteriores y a los que él ayudó a identificar. Uno es Carlos Mario Castelvi, “Lucas” dentro

Lo dijo Patricia Chabat, secuestrada y torturada en La Escuelita de Bahía Blanca, a 20 años de celebrarse aquellos procedimientos judiciales no penales que se desarrollaron en las ciudades de La Plata, Mar del Plata, Mendoza y la propia Bahía Blanca. Fue en el programa Oral y Público que emite Radio La Retaguardia con la conducción de Fernando Tebele y la participación de Víctor Basterra. (Por La Retaguardia)Foto: agenciapacourondo.com.ar En el año 1998 regían las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida que garantizaban impunidad a todos aquellos genocidas que no fueron jefes militares durante el Terrorismo de Estado. Sin embargo, comenzaron a gestarse los denominados Juicios por la Verdad para escuchar los testimonios de las víctimas, sobrevivientes y familiares sobre los crímenes de lesa humanidad que les fueron perpetuados durante la última dictadura. Eran juicios donde se escuchaba la verdad, pero no había justicia, ya que no se podían aplicar penas. Patricia Chabat recordó aquellos procesos y destacó su importancia en ese momento: “Podemos rescatar a las personas y los organismos que se pusieron al hombro los Juicios por la Verdad en ese contexto. Se recabó muchísima información que después sirvió para los juicios, primero en España, y después cuando cayeron las leyes de la impunidad, acá en la Argentina. Además, permitió a los familiares y a los amigos conocer detalles y estar cerca de las personas que habían estado con los suyos. Fue como tenerlos nuevamente cerquita. Si bien no se lograba justicia, sí la memoria de tenerlos junto con nosotros”, expresó Chabat y explicó lo difícil que fue lograrlo: “En la década del ’90 ser sobreviviente era estar estigmatizado. Muchos de los familiares tenían un resquemor de ser identificados por parte de la sociedad que todavía no podía digerir lo que había pasado durante la dictadura. Fuimos todos víctimas, no solo los que estuvimos secuestrados y presos. Fue el pueblo argentino. Creo que los Juicios por la Verdad facilitaron esa otra mirada y no solo para los familiares. Eso costó muchísimo”, admitió.Si bien las leyes de la impunidad no permitían que se condenara a los genocidas, estos juicios fueron el inicio de los que hoy siguen sosteniendo los y las sobrevivientes, familiares y los organismos de derechos humanos. Ayudaron a conocer muchas cuestiones acerca del accionar del Terrorismo de Estado, a obtener información respecto de los desaparecidos, a descubrir centros clandestinos de detención y sirvieron, como dijo Víctor Basterra,  sobreviviente de la ESMA: “para ir liberando a los testigos para comenzar a dar los primeros pasos en esta carrera de testimonios”.Chabat puso como ejemplo los vuelos de la muerte, probados en la justicia recién a fin del año pasado: “En los juicios por la verdad, cuando se hablaba que a los compañeros los tiraron de los aviones, tuvo que decirlo un represor como (Adolfo) Scilingo, que él había participado, para que realmente se lo tuviera en cuenta. Hablar de un centro clandestino en el Interior era como hablar de marcianos. Reivindico a los Juicios por la Verdad más que nunca. Fue un espacio para conocer y tener las bases de datos de los compañeros que estuvieron y no sobrevivieron, un espacio para que los sobrevivientes pudiéramos contar y ser escuchados o leídos de otra manera por los demás y, fundamentalmente, para los familiares”, sostuvo Chabat en La Retaguardia.La sobreviviente también se refirió al rol de los genocidas en estos juicios donde no podían ser penalmente condenados. “Ellos estaban envalentonados. Había que tener muchos recaudos porque lo que hacían era vender información errada. Pasaron los juicios por la verdad, pasaron los juicios penales y nunca dijeron a dónde están los chicos y dónde están nuestros desaparecidos. Lo tienen bien guardadito. Por otro lado, la impunidad instalada los llevó, en muchos casos, hasta irse de boca y dar nombres de otros genocidas que participaban de las torturas”, contó. La utopía de la justiciaChabat destacó el trabajo arduo y militante de los y las sobrevivientes que prestaron su testimonio en aquel entonces y siguieron haciéndolo en los juicios penales contra los genocidas de hoy en día, todas las veces que fuera necesario: “Yo no pensé que iba a vivir lo que vivimos después de la derogación de las leyes. Siempre creí que la revolución cultural es la que sostiene los distintos procesos. Nuestra misión y tarea como sobrevivientes era contribuir para sostener la memoria. Nunca pensé que iban a existir estos juicios. Era un deseo, como una utopía. Con el trabajo de todos los compañeros de 30 años que no solo estuvieron recopilando los datos sino discutiendo muchas cuestiones. Que hoy se hable del genocidio no se debe a la justicia, se debe al trabajo de los compañeros. Fue un trabajo de los organismos y de muchísimos compañeros”, cerró Chabat.Antes de la despedida del programa, Víctor Basterra contó, emocionado, un anécdota que mantuvo con la entrevistada y con Jorge Julio López mientras preparaban alguna de las audiencias de los Juicios por la Verdad: “Teníamos peleas con el viejo Julio López por la tarea de recopilación de datos. Él decía que había 4 campos en Arana, no 1 solo. Le decíamos que se había vuelto loco. Después se descubrió que eran 3, no 4, pero eran 3. Todas esas cosas eran anécdotas valorables”, expresó el sobreviviente para confirmar lo que Chabat decía. El rol de los y de las sobrevivientes en la reconstrucción de los hechos y para enjuiciar a los responsables del Terrorismo de Estado fue, y sigue siendo, el acto más grande de amor y de valentía que cualquiera pueda imaginar.

El hallazgo de la quinta donde estuvieron secuestrados los curas jesuitas Yorio y Jalics.La casa que se creía demolida acaba de ser identificada en el marco del cuarto juicio por la ESMA. La hija de uno de los represores del GT3.3.2 quedó impactada al reconocerla como la casa a que la llevaban de niña. Una investigación de La Retaguardia y el El Cohete a la Luna. (Por Alejandra Dandan/Fernando Tebele/Diego Adur para La Retaguardia y El Cohete a la Luna) Foto: La casa de Don Torcuato reconocida por el Suedo Lordkipanidse. La dirección coincide con los datos brindados en 1983 por Yorio y Jalics. (La Retaguardia)No tengo ninguna duda. Ninguna: esa es la casa, dice Alejandra Éboli. Y es lo primero que dice apenas ve la imagen. Alguna vez le pregunté a mi papá cómo fue posible que nos hubiese llevado ahí. ¡¿Cómo era posible que fuera tan perverso?! ¿Por qué? Y él, nada. Cara de póker. Alejandra es la hija de Miguel Ángel Rodríguez, alias Castro Cisneros, destinado al Grupo de Tareas de la ESMA. Contador como Jorge Rádice, es posible que haya sido quien lo sucedió desde fines de 1979. En la historia de la ESMA su nombre comenzó a ser conocido a partir del llamado Informe Basterra, el cada vez más extraordinario documento presentado por el sobreviviente, testigo y querellante Víctor Basterra en 1984, con la primera identificación fotográfica de los asesinos del infierno. El lunes 22, el Sueco Carlos Lordkipanidse declaró en el Juicio ESMA IV.  Lordkipanidse es sobreviviente de la ESMA. Ese día aportó la dirección específica de una de las quintas buscadas desde hace más de 40 años: una casa ubicada en la calle General Ricchieri 1325 de la localidad de Don Torcuato, esquina Camacuá. Al parecer allí estuvieron secuestrados los curas jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics en 1976: esa esquina aparece mencionada en la denuncia de Yorio ante la CONADEP en 1984 y luego en la declaración de Emilio Mignone en el Juicio a las Juntas. Yorio escuchó que la nombraban como “Villa Capucha”. Pero hasta ahora nadie la había ubicado. Y durante un tiempo se creyó que había sido demolida. Lordkipanidse ahora dio la dirección, presentó ante el tribunal un sobre papel madera con fotos, pero también brindó la posibilidad de pensar que esa casa estuvo activa desde 1976 hasta 1979 por lo menos: una fecha que conecta a los sacerdotes, su propio paso por el lugar y las visitas de las hijas de uno de los genocidas, una vuelta inesperada de la historia al otro lado del espejo.“Yo era chica, tenía 8 años, pero tengo recuerdos”, dice Alejandra. “Esa casa, esa quinta, es donde íbamos nosotros con mi familia: mis hermanas, mi papá, mi mamá y yo”. Las salidas se hacían en plan de esparcimiento aunque la nombraban como una quinta que pertenecía al trabajo del padre. Un lugar donde alguna vez también vieron a Massera.“La casa tenía una pileta, y me quedó bastante marcada. Al principio con un recuerdo lindo. Solíamos divertirnos, pero me acuerdo que era un lugar raro, por llamarlo de alguna manera. Algunas veces, tal vez dos veces después de estar ahí durante el fin de semana disfrutando en familia, de golpe a las dos de la mañana nos despertaron a los gritos, nos subieron a un auto y tuvimos que volver. Me acuerdo que había una casa a la que no se podía entrar, con las ventanas siempre cerradas. Eran dos casas o una casa de caseros y otra casa. Y esa puerta por la que nunca podíamos entrar. Me acuerdo que una vez entré, estaba muy oscuro. Recuerdo eso. Entrar y que alguien en la puerta, no sé si un guardia, nos saque y nos rete”.Alejandra habla de niños. No porque los haya visto, sino por un reproche que escuchó de parte de su madre hacia su padre en una discusión matrimonial. “Cuando me puse a leer la causa, todo el tiempo aparecen menciones a lugares como quintas: en Pacheco o Del Viso, pero yo estaba convencida que se hablaba de la quinta de Don Torcuato”.   Una búsqueda de 40 años El planeta del terror de la ESMA siempre funcionó con satélites. Las quintas eran uno de esos anexos. Uno de los largos brazos del centro clandestino, como los entendió la fiscal Mercedes Soiza Reilly durante la investigación del tercer tramo del juicio. Y hay varias quintas mencionadas en la causa. Una en Pacheco, cerca de la Ford. Otra en Tortuguitas o Del Viso. Otra en Panamericana y Thames, desde donde operó el Servicio de Inteligencia Naval. Hay menciones a una quinta en La Plata. Y también a la quinta de Don Torcuato, con la presencia de los sacerdotes secuestrados.Orlando Yorio y Francisco Jalics fueron capturados el 23 de mayo de 1976. El 25 de mayo oyeron una celebración oficial por la que supieron que estaban en la ESMA. Pocos días después, bajaron a Yorio y lo introdujeron en un auto. La denuncia ante la CONADEP dice lo siguiente: Luego de un trayecto de diez o quince minutos, el coche entra a un lugar con árboles y nos detenemos muy cerca de la entrada, todavía escuchaba ruidos de la autopista, lo subieron por una escalera y lo metieron en un lugar donde oyó una tos que puede reconocer: era del padre Jalics.La pieza donde permanecieron estaba en un altillo como de techo de tejas, con una ventana amplia y cerrada. Los curas evaluaron el recorrido y entendieron que habían salido de la ESMA por Acceso Norte y estaban a unos veinte minutos, cerca del Acceso o de la General Paz. Durante los días siguientes comieron y fueron viendo a ocho carceleros en el lugar con turnos de cuatro y cuatro, dos veces por semana. Permanecieron allí hasta el 23 de octubre. Entendieron que no había mucho movimiento, pero a veces venía gente y había reuniones, las conversaciones eran propias de oficiales. Las compras las hacía la gente de la casa, pero a veces llegaba