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El Atlético


Luis Facundo Guerra, hijo del referente del Partido Comunista Revolucionario (PCR) Manuel Guerra, declaró por primera vez en el juicio por crímenes de lesa humanidad del Circuito ABO. Su opinión después del cruce con el juez Jorge Gorini. La presentación de los primeros Hábeas corpus y el hallazgo de una matriz de impresión en las excavaciones de El Atlético. Redacción: Camila Cataneo (La Retaguardia)/Alejandro Volkind (Radio Presente)Edición: Fernando Tebele (La Retaguardia)Foto de portada: Transmisión conjunta de Radio Presente y La Retaguardia Manuel Guerra desapareció el 1 de noviembre de 1977. Ese día fue interceptado por hombres vestidos de civil en un bar de la Ciudad de Buenos Aires. Tiempo después se supo que estuvo en “El Atlético” cuando Teresita, su esposa, logró contactarse con el sobreviviente Humberto Amaya. Guerra fue el primer secretario de la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR), participó del Cordobazo y fue responsable de la comisión juvenil del SMATA Córdoba, que lideraba René Salamanca. Declarar después de 45 años En diferentes audiencias se dieron detalles de cómo fue su secuestro y el rol que cumplía en el partido. En esas instancias declararon: su esposa, Teresita Castrillejo; y Rosa Nassif, compañera de militancia de Guerra. También el sobreviviente Humberto Amaya y el testigo del secuestro, Federico Westerkamp, quienes lograron aportar datos clave acerca sobre lo qué sucedió. Pero esta audiencia era muy esperada. Su hijo logró declarar luego de 45 años. Allí dio detalles de cómo fueron los primeros años y cómo continuó la lucha de la familia y sus conocidos por saber qué pasó.En medio de su declaración, el presidente del TOF N°2, Jorge Gorini, le pidió que se limitara a responder sobre el “objeto procesal” para “optimizar su testimonio”. Guerra estaba pidiendo que se investigaran los Vuelos de la Muerte que hubieran podido darse en el contexto de este circuito; también solicitó que se abrieran los archivos “Le voy a pedir unos minutos más, nosotros esperamos 45 años para declarar”, le contestó Luis Facundo. El juez Gorini intentó bajarle el tono a la discusión: “Tal vez me expliqué mal, señor. No es que esté cercenando la palabra y entendemos perfectamente las circunstancias que usted relata, pero en todas las líneas de investigación que usted propone, en realidad están en curso”. Rehacer la historia Luis tenía 11 años cuando desapareció su papá. Mencionó en la audiencia que no tiene registro de ese momento pero que gracias a lo que le fue contando su mamá pudo armar su historia. Desde el primer día de la desaparición, su madre se puso al hombro la búsqueda y el pedido de justicia. Mientras tanto, Luis pasó el primer año con la familia materna, que vivía en Mendoza. Teresita se había contactado con Madres y ahí armaron la organización en Mendoza. “Recuerdo reuniones en iglesias, donde se intentaba presentar los Hábeas corpus, o solicitadas en los diarios”, declaró Luis y siguió: “En 2003, con la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, comienzan las causas. En 2006 volvimos a presentarnos en la Justicia con mi madre. Lamentablemente eso no avanzó y hubo un cambio a partir del hallazgo del cliché. Es un juicio importante, nos hubiese gustado que sea presencial, verle la cara a los represores”. El hallazgo de la matriz de impresión de un periódico del Partido Comunista Revolucionario en una de las excavaciones en lo que fue el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio El Atlético terminó de cerrar el círculo. Ese cliché estaba en poder de Guerra. Luis manifestó que “es importante que se investigue el caso con situaciones que pasaron en Córdoba, quiero decir que, actuaron servicios de inteligencia de distintas provincias. También que se investigue al dueño del Taunus. Nosotros pedimos que se investigue su legajo”. Acerca de la presentación de los Hábeas Corpus que presentaron durante la dictadura, Luis contó que lo hacían en lo que antes era la Secretaria N°6. Además contó que al día siguiente del secuestro, en el mismo juzgado, la madre presentó un Hábeas corpus y expresó que “ese juzgado fue cómplice. En esas primeras horas, impidió y trabó la investigación”. Al finalizar pidió que se avance en la investigación de las triangulaciones que hacía el Ejército y la Prefectura, respecto al destino que se le daban a los desaparecidos con los Vuelos de la Muerte. “Seguimos solicitando la apertura de los archivos, donde dice quienes dieron la orden, quienes la ejecutaron, donde está el destino final”, manifestó con gran contundencia. La lucha por saber la verdad Luego de su declaración en la audiencia, Guerra pasó por la transmisión conjunta de La Retaguardia y Radio Presente. Allí se refirió a lo duro que fue que el caso de su padre recién se tomara en este juicio, que es el quinto que se realiza por Circuito ABO. “Hace mucho que venimos peleando este juicio. Era difícil efectivamente. Era una locura que uno tuviera tantas pruebas y que no lograra entrar a una causa que está conformada. Teníamos la prueba de que lo habían visto en El Atlético, del cliché, y teníamos el dato de cómo lo habían secuestrado. Había un conjunto de elementos, que por ahí comparándolo con otras desapariciones, parecía una montaña de datos y sin embargo, siempre el sabor agridulce de los juicios parecía que no era suficiente”, expresó. También hizo hincapié en la lucha que llevaron adelante para llegar al juicio. “Haber llegado después de todo este tiempo de la lucha con Habeas corpus de mi mamá, de haber tenido que soportar esas leyes de impunidad, de haber vuelto a los juicios después del nuevo milenio y llegar, es primero una sensación de no sé si es de reparación. Siempre hay discusión con esta palabra, pero es una sensación de haber logrado una pelea de tanto tiempo y tiene un grado de conquista que definitivamente los represores que hayan actuado vayan a la cárcel y sean condenados”, señaló. También se refirió a la realización de este juicio de manera totalmente virtual: “Después está el otro aspecto

Un equipo de La Retaguardia visitó el Ex Centro Clandestino El Atlético, que funcionó a pasos de la Casa Rosada durante el genocidio. Allí se realiza una megaobra de arqueología y conservación. Se quitó un montículo de tierra que sostenía la autopista y a la vez sepultaba casi por completo lo que fue el centro de torturas y exterminio. La búsqueda de huellas de las cerca de 1.500 personas que pasaron por allí, de las que apenas fueron identificadas unas 300. El aporte de quienes sobrevivieron para que quienes trabajan en la obra sepan qué buscar.  Entrevistas Fotos y Videos: Bárbara Barros/La RetaguardiaTexto: Paulo GiacobbeTextuales: María Eugenia OteroEdición: Fernando Tebele/Pedro Ramírez Otero Pocas cuadras de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires son las que posee el antiguo barrio de San Telmo. Ligado a la fundación de la ciudad, forma parte del casco histórico y es un polo turístico. Escenario de grandes luchas, como la Revolución de las escobas o el Argentinazo de 2001, este barrio porteño ha ido mutando su fisonomía. Por la densidad poblacional concentrada en las grandes urbes, la especulación inmobiliaria lo fue convirtiendo en un collage de estilos arquitectónicos, donde conviven ladrillos de tres siglos diferentes. La ciudad construida sobre la ciudad. Cada tanto, en alguna demolición o excavación arqueológica en alguna vivienda, se encuentran túneles inexplorados u objetos de la sociedad pasada. Una de las modificaciones edilicias más dramáticas que sufrió San Telmo, como la soportaron otros barrios, fue la construcción de la Autopista 25 de Mayo a manos del intendente de facto, el Brigadier General Osvaldo Andrés Cacciatore, en 1978. Significó el desarraigo de vecinos y vecinas cuyas casas fueron expropiadas. Se desconoce el patrimonio histórico perdido. San Telmo quedaría, para siempre, partido en dos por esa mole de cemento.  En su límite al este, sobre la Avenida Paseo Colón, entre la Avenida San Juan y Cochabamba, estaba emplazado un edificio de tres plantas del Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la División Administrativa de la Policía Federal, que ocupaba toda la manzana. Desde mediados de 1976 hasta diciembre de 1977, en el sótano y parte de la planta baja, funcionó el Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio Club Atlético. Con la construcción de la autopista quedó bajo su traza y corrió la misma suerte que cualquier otro edificio: fue demolido.  Según el “Cuaderno de la Memoria 4. Patrimonio”, del Instituto Espacio para la Memoria, el inmueble fue construido en 1903 como establecimiento de los talleres heliográficos de “Ortega y Radaelli”. Fue ocupado por la Compañía General de Fósforos y en 1932 se convirtió en sede del Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la División Administrativa de la Policía Federal. Entre 1932 y 1978 funcionaron “talleres gráficos, sastrería, suministros en general, rezagos, abastecimientos, racionamiento, taller mecánico, talleres de mantenimiento, carpintería y electricidad”.  También “actividades administrativas referentes a la entrega de uniformes, calzados y correajes para el personal policial”. Lo legal y lo ilegal convivían a pocas cuadras de Plaza de Mayo.  ¡Excavación Ya!  Producto de la lucha de organismos de derechos humanos y sobrevivientes, comenzaron las obras de excavación en donde había estado el Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio Club Atlético, que había quedado bajo un montículo de tierra que sostenía la autopista. “Cuando el edificio se vacía y se demuele no es con intención de ocultarlo, sino justamente porque a pesar de que estaba en funcionamiento el centro clandestino y se invirtió un montón de plata para usarlo, se iba a tener que tirar abajo por la autopista. Eso, que era ésto, se empieza a demoler en el año 78 y queda completamente bajo tierra hasta el año 2002 que se hace la primera excavación”, explicó a La Retaguardia, al comienzo del recorrido, Ángeles Aguilar, parte del equipo interdisciplinario de la Dirección Nacional de Sitios y Espacios de Memoria que depende de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Aguilar resaltó la tarea de denuncia llevada adelante por sobrevivientes que lograron señalizarlo: “Cuando lo ubican y se cruzan también con militantes del barrio, de organismos de derechos humanos, barriales o políticos, se hacen varias jornadas en este lugar denunciando que había funcionado como centro clandestino. Durante la década de los 90, ahí se hacen intervenciones artísticas, como es esa intervención en la columna de la autopista. La silueta, que acá quedó como el negativo. Hoy está la nueva silueta. Aprovechando la pendiente de tierra, esto era un bajo autopista como los antiguos, ahora hay varias construcciones en los bajo autopista, pero era tierra que llegaba hasta la vereda, sin ningún tipo de reja ni de protección. Y esas primeras marcas lo que hacían era denunciar lo que había funcionado en este predio en la década del 70. Y en el 2002 se hacen las primeras excavaciones, después se hicieron en 2004 y 2009. Parte de que no se pudo continuar excavando tiene que ver con que no era solamente venir y sacar tierra, sino que no en un momento también se supo que parte de la autopista apoyaba sobre esta tierra. Entonces era una cuestión de ingeniería mucho mayor”.  Encontrar evidencias El arqueólogo Leonardo Mucciolo, cuyo rol específico es el seguimiento de esta obra, se refirió a las expectativas que tienen sobre posibles hallazgos: “Sabemos que a partir de lo que se puede encontrar podemos suponer que el resto del sitio está bastante o gran parte en pie por abajo de la autopista. Y es una oportunidad única, porque sería un sitio que al dejar de funcionar no tuvo un ocultamiento deliberado y específico más allá de lo que se hizo por la autopista, con lo cual podríamos encontrar evidencia que es muy difícil encontrar en otros lugares”. Mucciolo marcó esa diferencia con otros centros clandestinos que se desmantelaron y sus instalaciones pasaron a tener otro uso o cambiaron sus estructuras. “Entonces la expectativa es que esté en mucho mejores condiciones originales que los otros centros clandestinos”.  Aguilar coincidió: “Eso también se fundamenta por las excavaciones que ya se hicieron al