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Vuelos De La Muerte Campo De Mayo

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Declaran los exconscriptos Juan Sandoval, Alejandro Héctor Astudiano y Ricardo Roberto Navarrete.

Declaran los exconscriptos Luis Orlando Galván, Genaro Bernal y Mario Ramón Domínguez

Declaran los exconscriptos Manuel Adolfo Pérez, Cayetano Lorenzo Vicentini y Horacio Rodolfo Pérez.

Se desarrolló otra impactante audiencia en el juicio por los Vuelos de la Muerte en Campo de Mayo. El testigo Daniel Humberto Tejeda declaró que fue obligado a limpiar helicópteros llenos de sangre Además, contó que vio a detenidos y detenidas en el Ingenio Santa Lucía, cuando estuvo destinado en Tucumán y describió a una de ellas: “Era una señora bastante gorda, encapuchada, y había dos o tres personas más”, dijo. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción y cobertura del juicio: Diego Adur ✍️ Textuales: Mónica Mexicano  💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Fotos: Capturas de pantalla transmisión de La Retaguardia El juicio que se está desarrollando los lunes a la mañana e investiga los Vuelos de la Muerte realizados desde Campo de Mayo nos ayuda a entender y comprobar cómo se llevaba a cabo esa siniestra operatoria para desaparecer personas. En la audiencia 23 prestaron declaración testimonial Daniel Alberto Ramírez, Mario Armando Ávila y Daniel Humberto Tejeda, todos ellos ex conscriptos destinados al Batallón de Aviación 601 del Ejército en Campo de Mayo. Desde el momento en que el juez Walter Venditti le toma juramento, el testigo Tejeda demostraba que la suya va a ser, sin dudas, una declaración importante. El presidente del TOF N°2 de San Martín nombra a los imputados de la causa, y el ex conscripto los recuerda: “Conditi recuerdo que estaba en el Batallón. Y si mal no recuerdo Omar Riveros era jefe, pero de todo Campo de Mayo, estaba en Comando de Institutos Militares, era General. Luis del Valle Arce era el jefe de Batallón, era Teniente coronel. Malacalza era Mayor, era el segundo jefe del Batallón. Lance creo que era Capitán y Conditi no me acuerdo si era Teniente primero o Capitán, eso no recuerdo bien”, define el testigo, irónicamente recordando bastante bien.  A medida que va narrando su historia, Tejeda se prende un cigarrillo. Lo seguirá haciendo a lo largo de su declaración testimonial. “No tengo inconveniente en decir la verdad, el único —inconveniente— es que después quedo bastante traumado, paso varios meses con algunas cosas que usted me va a preguntar que vuelven otra vez a mi cabeza. Pero en cuanto a lo que yo sé voy a declarar la verdad”, asegura. Venditti toma nota y ofrece al testigo asistencia psicológica para después de la declaración. La sangre En el Batallón, Tejeda cumplía funciones de artillero y debía preparar los helicópteros para el combate. También había ocasiones en las que le ordenaban retirar los asientos para que el helicóptero realizara tareas sanitarias, de auxilio de tropas. O al menos eso le decían: —Fiscal Marcelo García Berro: Usted manifestó que el hecho de recordar algunos episodios o situaciones le generaban algún tipo de trauma o alguna carga pesada, lamentablemente yo le tengo que pedir que los mencione. —Daniel Humberto Tejeda: Bien. Esto no fue siempre. Me tocó, si mal no recuerdo, dos o tres veces y no el mismo día. Con otro compañero me tocó preparar un helicóptero para que se hiciera un sanitario —larga el aire, Tejeda. Toma fuerza para lo que va a decir—. Bueno, se preparaba el helicóptero de un día para otro y tipo entre las 5 y las 6 de la mañana ese helicóptero se ponía en marcha y por ahí uno escuchaba detonaciones, o sea tiros. El helicóptero salía del playón y llegaba casi hasta el final de la pista. Ahí había un tipo de monte y de ahí salía un Carrier y el helicóptero se ponía de costado. Lo que no puedo asegurar, porque no lo vi, es qué es lo que se cargaba. Vuelta del helicóptero después de un tiempo, había que limpiarlo porque… —vuelve a exhalar y respira profundo— había sangre en el piso. Había sangre en el piso —repite abrumado.   —MGB: ¿Usted cómo lo supo esto?  —DHT: No es que lo supe, eso lo viví yo, porque yo lo preparé con otros compañeros soldados, y a la vuelta lo limpiamos con otros compañeros soldados.  —MGB: ¿Recuerda quiénes eran esos compañeros? —DHT: No. —MGB: Le hago una pregunta, en el lugar que usted describió, ¿de ese lugar salía el Carrier?  —DHT: Sí, de una especie de monte, muchos árboles, y de ahí atrás salía el Carrier. —MGB: Y el Carrier se acercaba a donde estaba el helicóptero, ¿es así? —DHTT: Exactamente. —MGB: ¿Puede recordar aproximadamente cuánto tiempo estaban en vuelo los helicópteros? —DHT: Tres o cuatro horas aproximadamente. —MGB: ¿Tiene idea por algún comentario que haya escuchado, o por algún registro que usted haya podido tener u observar alguna documentación, el destino a donde iban? —DHT: Documentación, no. Hay una sala de vuelo que llevaba toda la hoja de ruta. Ahora, por comentarios de haber escuchado, pero esto no lo puedo asegurar, iban hasta la Bahía de Samborombón. Luego, el fiscal quiso conocer si Tejeda sabía qué llevaba el Carrier que salía de la zona arbolada e iba al encuentro del helicóptero: “Personas detenidas”, fue tajante el testigo y explicó que lo supo a través del comentario de suboficiales. Los escuchó hablando al respecto y “después me tuve que retirar”. Esos comentarios que escuchó hablaban sobre “que en esa parte del monte, una zona de muchos árboles a la que uno no podía ir, había gente detenida”. “Era bastante sangre” De anteojos grandes, nariz prominente, casi calvo y barba desprolija, Tejeda continua su relato sobre el aspecto más escalofriante que había mencionado hasta ahora. Cuando ese helicóptero regresó, después de aquellas tres o cuatro horas de vuelo, le indicaron que lo limpiara. Muy acongojado, el testigo describe: “la sangre estaba en el piso del helicóptero y no era una mancha, eran poco más que manchas. No se había secado y era bastante sangre”. Durante esa tarea, se acercó a los soldados una persona de civil que les preguntó qué era lo que estaban haciendo, a lo que Tejeda respondió que lo estaban limpiando. “¿Y qué es?”, quiso saber el civil. Tejeda se dio cuenta que lo mejor era hacerse el desentendido

Declaran los excolimbas Daniel Alberto Ramírez, Mario Armando Ávila y Daniel Humberto Tejeda.

Declaran los excolimbas Alberto Pascual Sasso, Aldo René Schiafrik y Daniel Aníbal Casado.

Declaran los excolimbas Daniel Omar Carlopreso, Martín Omar Arce y Antonio Rogelio Allendes (no declaró por estar hospitalizado con Covid-19). *Este diario del juicio por los Vuelos de la Muerte de Campo de Mayo, es una herramienta de difusión llevada adelante por  La Retaguardia,  medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores/as independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://vueloscampodemayo.blogspot.com/

Dos testigos convocados por las defensas, aportaron poco y nada a las partes acusadoras, pero tampoco ayudaron a las defensas de los imputados. Alberto Jue pasó toda la dictadura en Campo de Mayo como bombero, pero asegura que no vio nada “de lo que comentan”. El testigo con Covid-19 que declaró velozmente. El testigo se negó a conectarse. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  🎤 Entrevista: Fernando Tebele/Diego Adur ✍️ Texto: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Fernando Tebele 👆📷 Foto de portada: El testigo Jue no vio nada en Campo de Mayo, aun cuando revistó allí como bombero durante toda la dictadura Alberto Ángel Jue, en su corta declaración, va a prender un cigarrillo atrás de otro. No menos de cinco en alrededor de 45 minutos y no son ni las 11 de la mañana. “Las funciones mías eran netamente profesionales de bomberos y yo fui al Batallón de Aviación 601 cuando se inició, con la jerarquía de cabo, a través de los años, no sé precisar cuántos, mi función en bomberos era encargado en depósito y tenía horario administrativo, entraba a las 8 y me retiraba a las 14”, dijo al comienzo de su declaración el testigo propuesto por la defensa del imputado Luis del Valle Arce. Después de quince o veinte años, Jue se retiró en ese destino, Campo de Mayo. Había ingresado a la Policía Federal en 1967 y al poco tiempo, “debe haber sido por los años 70, 71 o 72”, ingresó a Bomberos. “El servicio que prestaba era, cómo decirle…, hacer la prevención de incendios en todo el Batallón, ya sea de aeronaves que volaban, que salían, que volvían. También teníamos con Policía Federal las vías del ferrocarril. Esa era la función de bomberos”. Dijo que dependían de la Federal y que las órdenes se las daban dos comisarios, nunca personal del Ejército. Puede ser. Pero durante el Terrorismo de Estado la verticalidad no terminaba en la Policía.  Jue pasó toda la dictadura cívica militar eclesiástica en Campo de Mayo, se jubiló ya en democracia. Durante ese tiempo no vio absolutamente nada. Un prodigio clásico de época. “Todo eso que se ha comentado yo no lo he visto”. Dijo que el Ejército tenía personal civil pero que él no tenía contacto. Tampoco nunca vio personas detenidas, ni esposadas, ni encapuchadas, ni nada. No vio ingresar camiones de sustancias alimenticias a la pista, ni vio vehículos particulares, solo del Ejército. No recordó ningún avión de marca Fiat ni ningún avión que se pareciera a un Hércules. “Estaba prácticamente metido en la oficina, todo el día ahí”. Tanto los aviones Fiat G-222 y Twin Otter que fueron utilizados en los vuelos de la muerte que salieron de Campo de Mayo continúan aún en esas instalaciones del Ejército Argentino y este mismo tribunal ordenó su preservación con el fin de obtener pruebas. Pero el bombero Alberto Ángel Jue nunca los vio. Lógicamente, tampoco vio nunca montoncitos de ampollas de Ketalar, droga que posiblemente fuera utilizada para adormecer personas en los vuelos y que a otro testigo de este juicio le llamaron la atención. Es más, ni siquiera quedó claro si podía identificar las cabeceras de pista. Aceptó, eso sí, la existencia de otra pista.  Vio, sí, patrulleros de la Policía Federal porque “periódicamente teníamos inspecciones y directamente ingresaban al cuartel”. En cuanto a la rutina, recordó que desde las ocho de la mañana “había mantenimiento de aeronaves, despegues, vuelos de práctica, hasta el mediodía”. Después de las catorce horas se iba a su casa, no dormía en el cuartel ni hacía guardias de noche. Pero reconoció la existencia de  “vuelos nocturnos” y los consideró de práctica. “Algún compañero me pudo haber dicho que había vuelos nocturnos”, en alguna rueda de mate. Pero no los vio porque, como el testigo se preocupó en subrayar: todas las noches dormía en su casa. En esas mismas charlas pudo haber escuchado sobre “movimientos extraños”. Tampoco recordó si alguna vez recibió la orden de no mirar o guardarse. “Nosotros a las seis de la tarde terminábamos las actividades”, desde ese momento, según Jue, se cerraba el hangar y se preparaban las autobombas para que estuvieran listas para el día siguiente. “Después se apagan las luces, no había pista, no había luces, no había nada. Entonces estábamos en el medio de la nada, en la oscuridad. Teníamos las luces del cuartel nuestro nada más, que nos alumbraba los dormitorios, los baños y todas las instalaciones”, el testigo que se iba todos los días a las 14 horas y nunca se quedaba de noche describió de ese modo al cuartel de Bomberos cuando caían las sombras. Pudiendo concluir entonces que “Bomberos estaba ajeno a todos los movimientos que pudieran haber de noche en el Batallón”.  El cuartel de bomberos tenía una cantina con pool y vendían diferentes provisiones a los conscriptos. Según uno de los testimonios, eso ocurría también de noche. El bombero de la Policía Federal brindó una extraña y contradictoria versión: “La gente se reunía después de que se terminaban las actividades. De Ejército no venía nadie a la cantina. No he visto soldados, yo me iba a las 14 horas, si iban soldados irían a la noche”. Y luego “la cantina era interna de bomberos, era muy difícil que fuera gente extraña o que no fuera de Policía Federal”.  “Las funciones mías eran netamente profesionales de bomberos y yo fui al Batallón de Aviación 601 cuando se inició, con la jerarquía de Cabo”, había dicho al principio, apenas pitado el segundo cigarrillo. Por eso el fiscal Marcelo García Berro le pidió que recordara dónde había cumplido funciones. “No presté servicios en aviación, presté servicios en el cuartel de Policía Federal”, aclaró Jue.  —¿Con el comando de aviación de ejército no tenía nada que ver? -quiso asegurarse García Berro. —Para nada, señor.    Por falta de comida u otro motivo El otro testigo, también propuesto por la defensa de Luis del Valle Arce, fue más breve. Walter Ernesto Negri aclaró que si tosía durante su

Declaran los excolimbas Alberto Ángel Jue,  Walter Ernesto Negri y Nery Fleytas.

En el juicio que investiga los vuelos de la muerte realizados desde Campo de Mayo continúan las sorpresas. En este caso, no fue por algún dato o una mención específica sino por una extraña situación con un testigo que estaba declarando desde la virtualidad. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*) ✍️ Redacción: Diego Adur 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto de portada: Captura de pantalla transmisión de La Retaguardia   Rubén Agustín Stábile no era un testigo de los mas esperados por las partes acusadoras. Su aporte en la instrucción del juicio no había sido fundamental, aunque como cada uno que se sienta a declarar en este proceso judicial, algún aporte resulta relevante. Sin embargo, esa información que Stábile contó en la etapa de Instrucción no estaba siendo refrendada. Cuando esto sucede, el presidente del TOF N°2 de San Martín, Walter Venditti, procede a dar lectura a aquellos puntos donde no hay coincidencia respecto a la declaración del testigo, en general a pedido del Fiscal Marcelo García Berro. En la gran mayoría de los casos, vueltas más o menos, estas cuestiones quedan zanjadas; muchos de los excolimbas recuerdan los detalles mencionados cuando se les refresca su memoria. En este caso, fue distinto:  —Fiscal, ¿quiere ir punto por punto con las contradicciones que usted tiene advertidas? —preguntó Venditti, cuando se interrumpió a sí mismo y se dirigió al testigo— A ver, señor Stábile, ¿con quién está usted en la sala?  El presidente del Tribunal había visto por la cámara a una persona de saco y corbata que pasaba por detrás del testigo. Todas y todos lo vimos allí. —Estoy acá en la casa de un amigo —respondió Rubén Agustín Stábile. Después de recordarle que debía estar solo en la sala, el Presidente del Tribunal le solicitó al testigo que le mostrara con la cámara del celular el lugar desde donde estaba realizando su declaración, la habitación en la que se encontraba… —¿Qué hace su amigo? ¿Dónde está usted? —insistió Venditti. —Es un comercio, la oficina de un amigo —titubeó Stábile. —¿De qué es esa oficina? —Un abogado, señor. Cuando el presidente quiso saber el nombre del abogado, Stábile miró para el costado, escuchó a su “amigo” y respondió: ”Lencina, Juan Rubén”. Pero inmediatamente se escuchó la corrección del abogado, que el testigo repitió: “Encina, Juan Rubén”. Trastabillando, Stábile explicó que su “amigo”, el abogado, lo invitó a declarar en su oficina. “Soy una persona grande y no soy muy ducho con el Zoom”, dijo. “Para eso, nada más, señor”, quiso concluir Stábile. —Por qué dice que está solo si hay un abogado ahí con usted y hasta escuchamos sus respuestas —intervino Matías Mancini, otro de los jueces del Tribunal Después de esta extraña situación, Venditti dispuso que el testigo se trasladara desde Moreno, donde estaba prestando declaración, hacia el TOF 2 de San Martín, ubicado en Olivos. Ya antes de esto, la declaración del excolimba Rubén Agustín Stábile venía complicada. Iba a ser el segundo testigo de la jornada, pero por problemas con el audio de su dispositivo pasó al tercer lugar. Una vez conectado, su testimonio tampoco fue muy preciso. Muchos olvidos, muchos ”No lo sé” y ”No lo recuerdo”. Es bastante probable que algunos sucesos ocurridos hace 45 años no sean recordados con el lujo de detalle que a veces se pretende en juicios como estos, pero, además, Stábile había declarado en la etapa de Instrucción, hace no tantos años. Las contradicciones respecto a lo que dijo en aquella oportunidad con lo que estaba declarando en la presente audiencia eran muchas y muy notorias. Por eso el juez dispuso que se advirtieran dichas contradicciones dando lectura a ese testimonio de la Instrucción. Ahí fue cuando pasó por detrás el abogado que, después, conocimos como Encina, quien invitó a Stábile a su oficina. Una hora y media después, ya desde la sede del tribunal, Stábile gambeteó las preguntas con un concierto de “No me acuerdo”. El juicio por los Vuelos de la Muerte en Campo de Mayo puso en la escena central a los excolimbas que realizaron el Servicio Militar Obligatorio en el Batallón de Aviación 601 del Ejército entre los años 1976 y 1978. Son ellos quienes, a partir de la tercera audiencia en adelante, declaran lunes a lunes y cuentan lo que han visto, escuchado y sabido respecto a esta siniestra operatoria para desaparecer personas. El nerviosismo e incluso algún temor a la hora de declarar, parece lógico en personas no habituadas a participar de juicios de lesa humanidad, como ocurre con sobrevivientes y familiares. El material testimonial en este juicio, que aún no ha cumplido su audiencia número 20, ya parece suficiente para probar los vuelos de la muerte y condenar a sus responsables. Sin embargo, es fundamental que todos los exconscriptos que son citados cada semana brinden su mayor esfuerzo, hagan memoria y puedan contar la verdad de todo lo que supieron de aquellos tiempos. Los detalles, muchas veces, pueden ser fundamentales para las familias, que exigen saber qué pasó con sus desaparecidos y desaparecidas. Sabemos que muchos de los excolimbas que forman parte del grueso testimonial de esta causa eran jóvenes de 18, 19 o 20 años al momento de los hechos que se investigan. Muchos de ellos no tenían una militancia política en aquel momento. Incluso al día de hoy no se han interesado en reconstruir la memoria de aquellos tiempos. Es entendible que los testigos puedan sentir algún temor por estar declarando ante la justicia o incluso que se sientan ofuscados y molestos por tener que hacerlo. Por ello, el Presidente del Tribunal siempre les aclara: declarar en este juicio es una carga pública; es decir, es obligatorio, y cada uno de ellos lo hace en calidad de testigo, no como imputado, por lo tanto están obligados a decir la verdad. El contexto represivo en Campo de Mayo en esos años era extremo y, como muchos reconocieron durante este juicio, ellos mismos fueron torturados, o bien podrían haber sido víctimas también de los