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Juicio por torturas a Luciano Arruga – Día 3 – Una imagen vale más que mil palabras

Escrito por el mayo 8, 2015



(Por RNMA) Hoy, esa imagen recordó nuevamente quién es quién en este juicio por torturas a Luciano Arruga. Desde las sillas que ocupaban quienes estaban en la sala apoyando a Vanesa y Mónica, se veía el estrado. A la derecha, el escritorio donde se sentaron los abogados defensores del policía Julio Diego Torales, y él mismo, de aspecto impecable, con saco y corbata. Detrás de ellos, tres efectivos parados y más atrás aun personal de Gendarmería custodiando la puerta de entrada a la sala.
A la izquierda, el escritorio en el que estaban los abogados que representan a Mónica y Vanesa en este juicio por torturas a Luciano, y el fiscal. Detrás, los fotógrafos, todos comprometidos con necesidad de justicia para Luciano Arruga.
Y en esta tercera audiencia, una presencia y una ausencia.

“Van a estar sentados ahí y yo voy a tener que verles la cara”, dijo Mónica, la mamá de Luciano, llorando. La contención de todos, abrazos y caramelos la fueron calmando.
Y Vanesa, fuera de la sala por el pedido que hizo la defensa de Torales de hacer reserva de su testimonio.
La defensa hizo lo que se esperaba, intentar focalizar sus testigos para ensuciar a Luciano,  haciendo hincapié en el robo de un mp3 y un celular que supuestamente él hizo y que terminó con su detención aquel 22 de setiembre de 2008 en el destacamento de Lomas del Mirador, pocos meses antes de que lo desaparecieran y lo mataran.

Los testigos de la defensa

Los jueces analizando si era atendible
el pedido del fiscal para no recibir la
declaración de la víctima de un robo.

La defensa llamó en primer lugar al joven Joel Iván Colla, a quien le robaron, hecho por el que fue acusado Luciano.
La  fiscalía y la querella se opusieron a que se dé este testimonio: “Se va a hablar de una persona que no está y que no se puede defender. Qué importa si robó  o no. Lo que se decide en este juicio es si le pegaron o no”, dijo el fiscal José Luis Longobardi.  Por otra parte, “se pone en tela de juicio el honor, la honra y la dignidad de Luciano Arruga”, agregó.
Sin embargo, el tribunal rechazó esta postura y Colla comenzó su relato.
Contó que ese día volvía con dos compañeros desde el lugar donde hacían gimnasia hasta el colegio y, entre las 9.00 y las 10.00, lo abordó una persona “que tenía algo en la mano. Del susto no lo ví” dijo. Luego agregó: “vino alguien a robarnos y nos dijo que no lo miráramos”. El colegio hizo la denuncia y luego, alrededor de las 15.00, fue con su madre, quien firmó un acta,  al destacamento de Lomas del Mirador y retiraron lo que le habían sustraído.

El polícia exonerado Olmos 

El segundo en ser llamado a declarar fue Miguel Ángel Olmos, entonces subteniente. Hoy está desocupado luego de ser condenado –junto a Miguel Sorayre– en una causa por encubrimiento de los hechos ocurridos ese mismo día en el destacamento de Lomas del Mirador.
Relató cómo fue la detención luego de que recibiera un radio indicándoles que tenían que ir hasta el colegio (donde asistía Colla) porque se había producido un robo. Tomó, junto a su compañero de móvil (Miguel Sorayre), los datos de la vestimenta y patrullaron el lugar hasta que encontraron al joven (Luciano) y lo llevaron al destacamento.
Olmos afirmó que quien lo aprehendió fue Sorayre, en una villa: “no recuerdo el nombre, creo que le dicen la 12”. Dijo que se lo “palpó de armas” y que no había testigos porque “la gente que puede ser testigo siempre se viene encima de los patrulleros, quiere que dejemos libres a los detenidos”, pero que no dejó constancia de esto. Relató luego que al llegar al destacamento: “entregué al chico y lo que había robado a Torales”, y que Luciano quedó a cargo de Chapero “en la cocina”.
Luego relató lo sucedido con su remera: “me voy a retirar y me voy a cambiar de civil, porque tenía otro trabajo, y me encuentro con que me habían robado una remera. Primero pensé que era una broma de mis compañeros. Le pregunté a Chapero y me dijo que verifique si la tenía el chico Arruga, que había pasado al baño, donde estaba la remera, y vi que la tenía él puesta”.
Según Olmos, Luciano se quitó la remera frente a él y Chapero, y se la devolvió.
¿Pero se sacó la remera?, preguntó la querella.
-Sí, respondió Olmos.
¿Y desde la cintura para arriba? ¿Quedó en cuero?, repreguntó.
-… No, tenía dos buzos, dijo Olmos.
En pleno mes de setiembre, dos buzos sobre el cuerpo de Luciano, puede definirse al menos como llamativo.
La querella releyó la declaración que Olmos había realizado en otra oportunidad, en  la fiscalía, y marcó contradicciones con lo que acababa de declarar tanto respecto a la detención como a quienes estaban presentes cuando el joven devolvió la remera. Entonces se había referido a la presencia de la Ayudante de Guardia, Sandra García, y no de Chapero. García, sin embargo, no  fue citada como testigo en este juicio.
La defensa desistió de llamar a Sorayre y convocó a su último testigo, Mónica Viviana Chapero, que actualmente se desempeña en la comisaría de Altos de Laferrere.
“Ese 22 de setiembre Torales era oficial de servicio y yo ayudante de guardia. Estábamos solos en el destacamento. Olmos y Sorayre traen a un chico. Yo me retiro porque Olmos y Sorayre estaban explicando el motivo de la detención. Después lo requisaron, se lo llevaron al cuerpo médico y me lo trajeron a la cocina (…). Yo lo tenía enfrente mío, hablábamos y estábamos los dos solos”, relató.
-¿Recuerda algo en particular?, le preguntó la Defensa.
-“No, fue un día común. Después vinieron los chicos a denunciar, después vinieron la mamá y la hermana de Luciano. La hermana gritaba, pero es algo habitual en los familiares”, respondió.
-¿Por qué gritaba la hermana de Arruga?, preguntó el Tribunal.
-“Estaba enojada. Hablaba con el chico y el chico le contestaba”, respondió sin precisar qué se dijeron.
Chapero afirmó que Torales no estaba en la cocina y que fue ella la que estuvo sola con Luciano hasta alrededor de las 17.00 ya que ese día no realizó sus tareas administrativas habituales en la oficina junto a Torales, sino en la cocina reemplazando a Sandra García (que no estaba) como Ayudante de Guardia.
La cocina es el lugar donde la querella y la fiscalía denuncian que Luciano fue torturado.
Y es por este motivo que el fiscal pidió la nulidad probatoria de este testimonio porque puede ser autoincriminante ya que Chapero “coincide en tiempo, espacio y lugar donde sostenernos que Luciano fue torturado”.
La querella avaló este pedido y agregó además que Chapero estaría autorizada a mentir ante la posible sospecha de su incriminación en la tortura. “Testigo es una persona ajena al hecho”, afirmó, y agregó que este testimonio estaría violando las garantías de Chapero de no incriminarse.
Haciéndose los desentendidos, los abogados de la defensa manifestaron estar “perplejos”: “Ustedes están defendiendo a una persona que supuestamente se está autoincriminando y participó de una tortura”.  Y para coronar su humana preocupación, cuando ya no citarían a ningún otro testigo, la defensa accedió a levantar la reserva sobre Vanesa Orieta, para que pueda presenciar el juicio.
El Tribunal llamó a retomar las sesiones mañana viernes a las 12.00 donde se escucharán los alegatos.

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