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Alejandra Éboli, ex hija de un genocida de la ESMA: “toda mi vida estuvo atravesada por Víctor Basterra”

Escrito por el abril 18, 2018


Hasta ahora conocíamos el valor del testimonio de los y las sobrevivientes del genocidio a través del impacto que han generado en la reconstrucción de las familias que buscan a sus desaparecidos. También sabíamos lo que implican socialmente, así dicho, en general; incluso en la consecuencia de justicia. Lo que desconocíamos hasta aquí era cómo el testimonio de un sobreviviente podía ser esencial dentro de las familias de los genocidas, en este caso para una hija que hoy se reivindica como ex.
Alejandra Éboli integra el grupo de ex hijas y ex hijos de genocidas. Su progenitor es Miguel Ángel Rodríguez, quien quedó libre tras la última sentencia ESMA, en la que recibió solo 8 años de condena. Rodríguez fue uno de los tantos genocidas que lograron ser reconocidos y enjuiciados gracias a las fotos que Víctor Basterra sacó del lugar de terror. Hace algunos años, el sobreviviente se encontró con Éboli en un bar de La Plata porque ella quería saber quién era realmente ese hombre al que llamaba papá. Alejandra y Víctor se volvieron a encontrar a través de la radio, en el programa Oral y Público que emite Radio La Retaguardia con la conducción de María Eugenia Otero y Fernando Tebele, y del que también participaron le ex hija de Etchecolatz, Mariana Dopazo, y el escritor José Tcherkaski. Aquí una primera noche surgida desde aquel programa especial, con la historia de Éboli y la importancia del rol de Basterra en su vida, aunque solo lo haya visto una vez. (Por La Retaguardia)

Foto: Éboli, en el fondo, escucha atentamente a Basterra. A la derecha Dopazo. A la izquierda Tcherkaski y más atrás Tebele, en el estudio de Radio La Retaguardia (captura del video de Natalia Bernades).

“Toda mi infancia y este proceso de llegar a quitarme el apellido y nombrarme como ex hija estuvo atravesada por Víctor, sin conocernos. A los 10 años, al regreso de la democracia, siempre le revisaba todo a él (a Rodríguez) porque había algo que no me cerraba. Revisándole el placard encontré una doble página del diario La Voz. Estaban todas las fotos. Empecé a ver a todos los amigos de él con el alias abajo. Yo era una nena y rogaba que no apareciera. Apareció ahí su foto, que era la misma del DNI que estaba arriba de la mesa con otro nombre. Esa fue mi primer despertada a la realidad”, dice Alejandra Éboli, con la voz temblorosa, pero a la vez firme y convencida de que está en el camino correcto, ciertamente sanador.
Aparece ya en su niñez una figura que la acompañará de manera constante: la del sobreviviente de la ESMA que rescató las fotos con las que se pudo identificar con certeza a los genocidas del centro clandestino de detención, tortura y exterminio más grande de Argentina. Basterra vuelve, una vez más, a toparse con el valor de su arriesgada tarea. “Yo saqué esa foto. Además, después la saqué de la ESMA. Esa es la función que yo hice en esta historia. Supe casi enseguida que se llamaba Rodríguez, pero en el grupo de tareas era Castro Cisneros. El aporte mío fue para la memoria colectiva. Evidentemente, avanza… La maldad o la crueldad no se heredan, se construyen. Se va haciendo y elaborando. Afortunadamente, hay una juventud que recupera los mejores valores que uno pueda encontrar”, sostuvo Basterra conectado vía telefóncia, mientras Éboli, presente en el estudio de La Retaguardia, no podía evitar la emoción de escuchar una voz que le resulta muy familiar. “Yo era una nena asustada. Esa noche, lo esperé con el diario y le pregunté si había matado gente. En su placard había un grabador con muchos casetes. Yo lo escuchaba todas las tardes. Él le hacía la libertad vigilada a Víctor en democracia”, explicó Éboli. Se refiere a los últimos tiempos del secuestro de Basterra. En su perversión llevada al extremo, los genocidas de la ESMA le permitían salir con la condición de que regresara por la noche. Basterra vivía aquel momento como que también su familia estaba secuestrada. A la vez, comenzó, en esas salidas, a rescatar las fotos, que sacaba escondidas entre los testículos y el ano. Basterra regresa a las salidas vigiladas y a los casetes con su voz que Éboli escuchaba de niña, como si fuera una novela diaria.

-Víctor Basterra: Yo tenía que llamar a un número y ahí daba unas explicaciones para contar qué estaba haciendo. Seguramente las recibía él.

-Alejandra Éboli: Yo recuerdo que eran casetes con conversaciones telefónicas más familiares o algo así. Yo lo escuchaba como un programa de radio, sin comprender lo siniestro.

El encuentro con Víctor

La única vez que Basterra y Éboli se vieron, fue en un encuenctro que estuvo plagado de diversas sensaciones. Una de ellas fue la desconfianza de Víctor; citarse con la hija de uno de sus represores en la ESMA no era algo habitual. Para Alejandra era algo que venía esperando desde que entendió todo el horror que causaba su progenitor. Quería entender quién era ese sujeto al que alguna vez llamó papá y del que se avergonzaba profundamente. Y Basterra le sigue contando, aún hoy, quién es ese tipo que ahora camina libre por las mismas calles que nosotros/as, como si nada hubiera sucedido.

-VB: Yo compartí con Rodríguez una de las etapas oscuras. Era un auditor ahí (en la ESMA). Tuvo funcionamiento en operaciones y en inteligencia. En esos años, ’82 y ’83, se había reducido la plantilla de oficiales, suboficiales y de personal del grupo de tareas. Se habían diversificado todas las funciones de cada uno de los integrantes del grupo de tareas. Por lo tanto, con el tiempo, pasaban a secuestrar gente, torturarla y luego también participar en la desaparición de los compañeros. Esta persona, Rodríguez, al que le decían Ángel, fue uno de esos personajes y partícipes necesarios para llevar adelante toda esa tarea.

-AE: Fue muy fuerte. Yo lo busqué a él. Siento que toda mi infancia estuvo atravesada por Víctor. Yo lo quería conocer y hablar con él. Le mandé un mensaje. Yo vivía en La Plata en ese momento. Nunca pensé que me iba a contestar. Nos encontramos en un bar. Para mí fue reparador y clarificador. Me había quedado en la cabeza que ellos decían que era imposible que los sobrevivientes recordaran  30 o 40 años después lo que habían padecido con tanto detalle. Víctor lo describe muy bien. Cuando él lo describía yo sentía que lo podía poner en palabras mejor que yo. Siempre lo viví con mucha culpa y mucho dolor. Para mí la charla con él fue reparadora. Mi culpa era ser la hija. Tener algo que ver con ellos. En la escuela decía que él era abogado. No quería invitar a nadie a casa.

-VB: No fue un encuentro habitual y tuvo características particulares. Yo no sabía quién era Alejandra. Por ahí podía ser otro tema, más riesgoso. Me vino a hacer la segunda un compañero. Ese compañero estuvo secuestrado en La Plata y forma parte de La Noche de los Lápices (se trata de Gustavo Calotti). Él, con su compañera, estuvieron en una mesa alejada del bar de 7 y 55, donde tuvimos el encuentro con Alejandra. Era por prevención. El encuentro con Alejandra fue bastante impactante para mí. Yo soy un tipo de reflejos lentos. Después me van cayendo todas las fichas. Me quedó la sensación de que era muy dolorosa y muy cruel la situación que vivían los jóvenes que han padecido todo el horror. Yo siempre digo que no soy una víctima, soy un afectado. Y ustedes también fueron afectados. No es la misma dimensión. Hay algunos que se confunden y creen que ustedes vienen a ocupar un lugar que no les corresponde. Es un pensamiento absolutamente retrógrado en algunas compañeras y compañeros. Yo sé lo que son ustedes. La sensibilidad que tienen es muy importante tenerla en cuenta. Yo celebro este reencuentro de ustedes con lo nacional, lo popular, lo argentino, con el bien y la esperanza de construir una sociedad mejor.

Nuevos grupos para más Memoria

El grupo de las Ex hijas e ex hijos no se formó inmediatamente ni de la misma manera. Cada cual atravesó un proceso distinto y manejó sus propios tiempos. En el caso de Alejandra se dio que desde pequeña construyó un fuerte rechazo por su figura paterna: “Lo mío viene de antes del 2×1, bastante antes. Yo no uso su apellido desde hace más de 20 años. Fue un proceso que empezó en la infancia. A partir de ver las fotos de Víctor, cuando en la escuela me preguntaban qué hacía mi papá empecé a decir que era abogado. Sentía una vergüenza y una culpa profunda”, admitió Éboli ante una consulta de José Tcherkaski.
La ex hija intentó responder al interrogante que se abrió frente a esta nueva figura dentro de los grupos de derechos humanos:

¿pueden ayudar los ex hijas y las ex hijas a aportar datos para quebrar el silencio de los genocidas?: “Hay un poco de presión, fantasía y realidad. Ojalá pudiésemos aportar datos concretos. En nuestros testimonios, que tenemos tan naturalizados, porque no deja de ser parte de nuestra propia vida, quizás algún interlocutor que lo escucha desde otro lugar puede encontrar algo”, respondió y contó acerca del comportamiento de Rodríguez en el seno familiar: “Era una persona absolutamente ausente. La más violenta era mi mamá. Él era ajeno a la violencia. Fue siempre distante y muy ausente. Hemos tenido compañeras que relatan que han tenido padres amorosos. No es mi caso”, aseguró.

La sentencia del juicio ESMA

Cuando se produjo la sentencia del hasta ahora último tramo de la Megacausa ESMA, Éboli estuvo en las calles, afuera de Comodoro Py, escuchando atentamente las condenas y haciendo cálculos matemáticos para llegar a una desalentadora conclusión. Sostiene que a muchos de los genocidas les dieron la cantidad exacta de años que tenían que darles para quedar en libertad: “Para mí fue una sentencia bastante dolorosa y triste. Celebro las perpetuas de Acosta, Astiz, etc, pero a ellos no les cambiaba nada. A los que sí realmente les modificaba, les dieron penas mucho menores del tiempo por el que estaban presos. A los que tenían 10 les dieron 8, a los que estaban hace 15 les dieron 12. Así fue como ese día salieron varios por la puerta y en los días sucesivos siguieron saliendo. Es doloroso… Rodríguez salió ese mismo día por la puerta y volvió a la casa donde yo vivía. Tuve que salir corriendo, literalmente. Yo estaba parada escuchando la sentencia afuera y escuché 8 años. Tenía pedido de perpetua. Sabía que en este contexto probablemente no le iban a dar perpetua, pero tampoco me imaginé nunca que ese mismo día iba a salir caminando por la puerta”, lamentó la ex hija.

Amenazas

Otro de los temas que se mencionó durante el programa fueron las amenazas dirigidas a Víctor Basterra por parte de los genocidas. Éboli admitió que “escuché decir de la boca de varios ‘salgo y le pego un tiro en la frente a Basterra’. En gran parte es por eso que nos oponemos tan firmemente a las prisiones domiciliarias, donde los genocidas pueden seguir operando ya sea por su cuenta o por vinculaciones.

Lamentablemente, las amenazas o aprietes a Basterra se están produciendo con una frecuencia alarmante, que seguramente retomaremos en una próxima nota. Lo que está claro es que el alcance de los relatos de las personas que sobrevivieron al genocidio ha llegado a lugares quizás inesperados. Lo que resulta difícil de determinar, al menos hasta ahora, es cómo pegará en nuestra historia social el testimonio de las personas, en general mujeres, que eligen romper con sus padres genocidas y sumarse a la lucha por Memoria, Verdad y Justicia.

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