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La Retaguardia

«Las embarazadas pensábamos que íbamos a salir»

Por LR oficial en CABA, Circuito ABO, Lesa Humanidad

Lo dijo la sobreviviente Isabel Mercedes Fernández Blanco en el juicio por crímenes de lesa humanidad del Circuito ABO. En aquel momento había formado un grupo junto a otras 5 mujeres que también estaban transitando sus embarazos en cautiverio. Además testimonió Diana Kordon, quien repasó las marcas de la dictadura y la historia de acompañamiento a Madres, víctimas y familiares.

Redacción: Camila Cataneo
Edición: Pedro Ramírez Otero
Foto de portada: Transmisión conjunta de La Retaguardia y Radio Presente

El 28 de julio de 1978 Isabel Mercedes Fernandez Blanco fue secuestrada y estuvo en cautiverio en los centros clandestinos de detención tortura y exterminio “El Banco” y “Olimpo”.

Estaba embarazada y con el pasar de los días comenzó a formar un grupo con otras mujeres que tuvieron que gestar en cautiverio. “Éramos varias. Estaba Lucía Tartaglia, que llegó a finalizar su embarazo y hace poco su hija pudo recuperar la identidad porque la habían apropiado. Marta Vaccaro, al momento que nos sacan del Olimpo, el 28 de enero de 1979, estaba con un embarazo casi a término. No supimos nada de su hijo o hija. Dos días antes de sacarnos del Olimpo, a Graciela Trotta la llevaron a la «maternidad Sardá», nombró tal como le decían al espacio donde se daban los nacimientos clandestinos en la ESMA, en referencia al hospital público que lleva ese nombre. «Allí nació su hijo Julian», agregó. También estaba ‘Pequi’ (Irma Nesich), que perdió su embarazo; como también le sucedió a Marta Muñoz (Cuca) que tenía un embarazo muy avanzado, pero lo perdió”, recordó Fernandez Blanco.

“Cuca estaba en el Olimpo, en la celda al lado nuestro. Ella compartía con Salo. No sabíamos su nombre ni apellido, pero siempre nos preguntamos porque nos había pasado esto. Pensábamos que salíamos todas y que después íbamos a poder juntarnos una vez por año. Del grupo es la única desaparecida. Cada vez que nos encontrábamos, Cuca estaba en nuestros recuerdos”, contó Isabel en audiencia de ABO V, y recordó cuando conoció a los sobrinos y al hijo de Cuca. “Me llamaron de la subsecretaría de Derechos Humanos del Gobierno de la Ciudad para que vaya urgente porque tenían algo importante que decirme. Así que fui y me encontré con ellos. Ahí supe que era Marta Muñoz, fue muy emotivo”, dijo.

La Mudanza

Este juicio tiene la particularidad de ventilar hechos ocurridos en tres centros clandestinos que funcionaron como un circuito concentracionario. Primero estuvieron en El Atlético, luego en El Banco y finalizaron en El Olimpo. “Mudaron a presos y archivos del Banco al Olimpo”, recordó Isabel sobre el momento en que fue trasladada al centro clandestino del barrio porteño de Floresta. La sobreviviente contó que las personas secuestradas fueron llevadas en un camión y estaban engrilladas de a dos y en la culata llevaban los archivos. Al ser consultada acerca de si había visto algunos de esos archivos, la sobreviviente manifestó que no logró saber qué eran esos papeles.

En cada uno de los centros clandestinos el trato era diferente. Isabel dijo que “en El Banco los represores eran parte de las patotas y también hacían guardias. (…) Había otros represores que recorrían, pero no estaban a cargo de la vigilancia de los presos”. Respecto a lo que sucedía en El Olimpo, recordó los sobrenombres de los represores: “Cortéz, Quintana y Nelson, eran los jefes de los gendarmes”. Y continuó con los detalles: “Había un grupo de paraguayos, después había uno de más jóvenes”. Además, se refirió puntualmente a uno de los represores. Dijo que lo recordaba muy bien, que tenía el sobrenombre “Pajarito” y que él siempre decía que venía del Operativo Independencia.

Según lo que contaron las y los sobrevivientes del Olimpo, allí estaban atendiendo dos médicos. Isabel aclaró que “a uno le decían ‘El Tordo’, que era del ejército y otro era un preso llamado Jorge Vazquez y le decían ‘Caballo Loco’”. La sobreviviente recordó que fue atendida por él cuando tuvo una gran hemorragia y estaba a punto de perder el embarazo.

El Tarta y La Gorda

Casi al final de la audiencia, Fernandez Blanco fue consultada por los nombres “El Tarta y la Gorda”. La sobreviviente hizo una pequeña mueca y dijo: “La conocí ahí, era la compañera de él, la vi cuando nos bañamos”. También comentó que el hombre era una persona de contextura grande.

Un día sacaron de las celdas a “El Tarta” y al compañero de Isabel para que se pelearan entre ellos. Ella se enteró cuando su esposo volvió a la celta y estaba todo golpeado. “Los obligaron a pelear y con un borcegos le pegaron en la frente y lo atendió el Cabo Loco”, recordó.

Las heridas de la dictadura

En la misma audiencia fue citada Diana Kordon, fundadora y coordinadora del Equipo de Asistencia Psicológica de Madres de Plaza de Mayo (1979-1999) y también co-fundadora y actual coordinadora del Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial (EATIP). Allí contó su relación con Teresita Castrillejo, la esposa de Manuel Guerra y su trabajo con las Madres. Luego analizó cómo afectó la dictadura a las y los sobrevivientes y sus familias.

Diana conoció a las Madres de Plaza de Mayo en plena dictadura. “Cuando se enteraron de mi profesión, atendí a Madres que estaban deprimidas. En ese camino surgió la necesidad de convocar a Lucila Edelman y Darío Lagos para formar el Equipo de Asistencia Psicológica de Madres de Plaza de Mayo, y luego armamos el Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial (EATIP)”, recordó.

“Las Madres son un símbolo extraordinario. Haber ocupado la escena pública fue muy importante para su preservación psíquica”, dijo sobre el trabajo que realizaron y siguen haciendo las Madres de Plaza de Mayo y remarcó que “primero pidieron aparición con vida y luego exigieron el castigo a los culpables”.

La psiquiatra planteó, en referencia a cómo se fueron armando las historias de las y los desaparecidos y sobrevivientes, que hubo una “transmisión transgeneracional de la construcción de la memoria colectiva”, y agregó: “Los desaparecidos fueron los más afectados, pero los familiares estuvieron sometidos a un padecimiento (…) La dictadura instaló el terror pero también impuso el silencio y la culpabilización de las víctimas”.

A su vez, puntualizó en que estos traumatismos tienen efectos en el momento y en el corto y largo plazo, y también trasciende las generaciones. “Las heridas de las dictaduras para algunos son irreparables”, explicó.

Finalmente se refirió al rol que cumple la Justicia en estos casos: “Es fundamental para la reparación histórica”.