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Víctor Pérez, el relato de un sobreviviente de Puente 12

Escrito por el junio 21, 2023


Hoy se cumplen 5 años de su declaración en Puente 12 I. En el juicio actual por ese centro clandestino, su nombre se repite una y otra vez en boca de familiares y otras personas que sobrevivieron. Su voz trae consigo la de muchas otras personas que no consiguieron salir con vida. Compartimos el video de aquel testimonio histórico del chileno Víctor Pérez, que está sumado al juicio Puente 12 III.

Redacción: Carlos Rodríguez
Edición: Fernando Tebele

A cinco años del aporte que hizo en un juicio anterior por los crímenes de lesa humanidad ocurridos en Puente 12, la voz del sobreviviente Víctor Miguel Pérez, seguirá presente en su reclamo de justicia. Su testimonio, uno de los más contundentes y citados en el juicio Puente 12 III, describe con crudeza el horror sufrido en la tortura. Por él se supo que Juan Eliseo Ledesma, dirigente del PRT-ERP tenía “el estómago abierto por la tortura, pedía que lo mataran y nunca dio ningún dato para que ningún compañero pasara por lo mismo” que le tocó vivir a él.  

Por Pérez se supo de la presencia en Puente 12 de los niños de la familia Santucho y otras de las 24 víctimas que fueron secuestradas y llevadas al centro clandestino entre el 7 y el 9 de diciembre de 1975. En Puente 12, Pérez, albañil de oficio, perdió 22 kilos y supo del asesinato de un hombre de apellido López, sin militancia en el ERP, que enloqueció y murió bajo la tortura. Era un cliente del negocio que tenían dos militantes del PRT-ERP que fueron secuestrados en el mismo lugar y el mismo día que Víctor Pérez. 

El testimonio del sobreviviente Víctor Miguel Pérez es uno de los más citados en el tercer juicio por los crímenes de lesa humanidad ocurridos en Puente 12. La declaración que rescata La Retaguardia la hizo el 21 de junio de 2018, ante el Tribunal Oral Federal N°6, en una causa en la que fueron condenados a prisión perpetua, por crímenes de lesa humanidad ocurridos en Puente 12, el comisario Miguel Osvaldo Etchecolatz y el general Federico Antonio Minicucci. También recibieron condenas Alberto Faustino Bulacio, Nildo Jesús Delgado y Daniel Francisco Mancuso, a ocho años de prisión, a siete años y medio y a seis años, respectivamente.

Una copia de los dichos de Víctor Miguel Pérez será incorporada a la tercera etapa en trámite sobre los crímenes por el Terrorismo de Estado en Puente 12. 

El testigo, que en 2018 ya se había jubilado, trabajó como albañil, y desde enero de 1975 fue militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Se desempeñaba en el área de Logística a nivel nacional. Su secuestro se produjo el 8 de diciembre de 1975 en la localidad bonaerense de Longchamps, cuando estaba junto con otros compañeros en la casa de Jaime Villamarín y María Josefa Méndez. 

Víctor llegó al lugar a las 8 de la mañana de ese día para participar de una reunión. A las 6 de la tarde irrumpió en el lugar un grupo de tareas compuesto por hombres vestidos de civil que entraron a la casa por la puerta del negocio que tenían los dueños de casa. 

El local comunicaba con el comedor de la vivienda y el ingreso fue dramático para todos, pero en especial para los dueños de casa: “Los que entraron se escudaban detrás de uno de los niños (los dueños de casa tenían dos hijos pequeños), diciendo: ‘si se mueven matamos al pendejo’”. Pérez narró la escena, pero aclaró que no recordaba si era el hijo o la hija de la pareja la que estaba bajo amenaza de muerte. 

Pérez intentó salir hacia el patio de la casa, pero fue interceptado por otro grupo de civil que llevaba como rehén, bajo la misma amenaza, al otro hijo de los dueños de casa. A los adultos los obligaron a ponerse contra la pared y a él le amarraron las manos “con una cadena de las que se usan para colgar lámparas”. Luego le amarraron los pies con alambre y le cubrieron el rostro con una cinta de las que se usan para empapelar. 

Con posterioridad, a cuatro de ellos los hacen subir a un rastrojero propiedad del dueño de casa. Los obligados a subir al vehículo fueron Villamarín, Ismenia Inostroza, María Méndez, un hombre de apellido López, y el testigo. 

El viaje fue de unos veinte minutos, hasta que llegaron al lugar donde fueron torturados. Víctor Pérez iba vestido con un pantalón de gimnasia y una blusa de mujer “porque me habían pedido que hiciera un trabajo de albañilería y me dieron esa ropa para que no ensuciara la mía”. Junto con Villamarín y Méndez fueron llevados a un salón grande en el que también estaba López, pero alejado de ellos tres. En el mismo lugar había otras personas secuestradas, entre las que mencionó a Angel Salomón Gertel, Juan Eliseo Ledesma, Elías Abdón, y “otras compañeras llamadas Carmen y Cristina”, quienes, supo después, eran Diana Triay y María Cristina Lonardi. 

La primera vez que lo llevaron para torturarlo fue caminando, pero con “pasos cortitos” porque todavía tenía los pies amarrados con alambre. Al llegar a un patio, primero le dijeron que lo van a fusilar y uno de los guardias hizo un disparo cerca de donde estaba él. “Se empezaron a reír y me dijeron ‘te cagaste negro, pero no te la vas a llevar tan fácil’”. De allí lo llevaron a un cuarto pequeño, lo ataron “a un camastro de metal y empiezan las sesiones de picana eléctrica”. Al hombre que lo torturaba le decían “coronel”, pero no sabe si era un grado militar o un apodo. Después de la primera sesión, lo llevaron de nuevo a un salón, donde había otras personas que luego eran llevadas a la sala de torturas. Como eran muchos “tardaba un poco para que nos llevaran de nuevo y teníamos tiempo de recuperarnos un poco”. Uno de los compañeros era Juan Eliseo Ledesma, a quien Pérez conocía por el apodo de Pedro. “El se quejaba mucho, hablaba mucho, pedía que lo mataran”. En la sesión de tortura, al testigo se le había despegado la cinta que le cubría los ojos y pudo ver que Ledesma “tenía el estómago abierto, su intestino afuera y estaba con los brazos y las piernas abiertas”. A pesar del estado en el que se encontraba, los torturadores le pedían que hablara “de las citas que iba a tener (Roberto) Santucho en el futuro inmediato, o que les dijera dónde estaba la imprenta nacional o el polígono de tiro del ERP, pero Pedro les respondía que no podía decir nada, porque él tenía compromiso con su partido y con su pueblo, y si hablaba otros compañeros iban a estar en la misma situación que nosotros”. 

En algunos momentos, cuando quedaban solos, supo que Gertel, Abdón e Ismenia Inostroza “habían sido torturados mucho”. En una sesión de tortura, le comentó a los guardias que era albañil y la respuesta de los represores fue: “Tenemos al arquitecto y ahora tenemos al albañil”. Después se supo que el “arquitecto” era Ricardo Alfredo Cravello, quien fue llevado a Puente 12 junto con su pareja, María Cristina Lonardi. 

El recambio de personas secuestradas era permanente y en un momento dado, escuchó “gritos y llantos de niños”. La referencia es a la presencia en el lugar de tortura y exterminio de hijos y sobrinos de Mario Roberto Santucho, el jefe máximo del ERP. Los niños eran Mario Antonio, un bebé de meses; Ana Cristina, de 14 años; Marcela Eva, de 13, y Gabriela Inés (hijo e hijas del líder del PRT-ERP). Se llevaron también a las hijas de Ofelia y de Astrúbal Santucho: María Ofelia, de 15 años; María Susana, de 14; María Silvia, de 12; y María Emilia, de 10. El noveno niño era Esteban, de 4 años, hijo de Elías Abdón. 

Víctor Pérez escuchó que una de las niñas “calculo que sería la más grande, gritaba y pedía ‘a mi hermanito chico no, a mi hermanito no’, porque se ve que ella lo tenía y no quería que se lo sacaran de los brazos”. Después supieron que también se habían llevado “a una persona grande, que era Ofelia Santucho”. 

Otra de las torturas que sufrió Víctor Pérez fue dejarlo con los ojos vendados frente a una supuesta pileta, en la que hacía un peligroso equilibrio. “Me decían que si me caía, la iban a cargar con hormigón y en ese momento escuchaba el ruido como de una máquina que yo creía que era una hormigonera”. Varias veces le hicieron pasar por esa misma situación. 

Sobre el estado de Jaime Villamarín, dijo que “como tenía un problema de hemorroides, con la tortura se le había agravado porque se le salía el intestino y estaba en muy malas condiciones, pedía que no lo llevaran más a la tortura, pero igual lo llevaban”. 

Una semana antes de su secuestro, Víctor Pérez había sufrido un accidente de trabajo y le tuvieron que dar veinte puntos de sutura en una mano. El maltrato recibido hizo que la herida se agravara notablemente. Dijo que recién cuando lo legalizaron y lo llevaron a la Unidad 9 de La Plata, en conversaciones con otros compañeros, pudieron llegar a la conclusión “de que habíamos estado en Puente 12”. Los compañeros con los que habló fueron Norberto Rey, Julio Mogordoy, su hermano Washington Mogordoy y Jorge Maeda. 

Tiempo después, estando fuera del país, leyó que Ofelia Santucho dijo que el lugar era Campo de Mayo y eso le generó dudas, hasta que fue a un reconocimiento en Puente 12. Una vez allí, el ruido de la Autopista Riccheri, que él había asociado antes con el de una hormigonera, le hizo ratificar su convencimiento sobre que el lugar de secuestro y tortura fue Puente 12. 

Dijo que en ese centro de secuestro y exterminio sólo recibió de comida “un plato con fideos moñitos”. Cuando lo secuestraron pesaba 94 kilos y cuando llegó a la Unidad 9 de La Plata “pesaba 72, había bajado 22 kilos, desde el 8 de diciembre (de 1975) hasta el 6 de enero” de 1976. Sólo tomaban agua del inodoro cuando los dejaban ir al baño. Ante una pregunta, Pérez dijo que con el tiempo supo que también había estado con la pareja compuesta por Sebastián Llorens y Diana Triay, a quienes había conocido por sus apodos, Chacho y Carmen. 

Sobre el hombre de apellido López, detenido junto con él en Longchamps, explicó que era alguien que “no tenía que ver con la militancia nuestra, era un cliente que había ido al negocio” que tenían los dueños de casa. “Este hombre enloqueció en la primera sesión de tortura y a veces se levantaba para ir ‘a comprar el diario y el pan’, pero los guardias lo agarraban, lo golpeaban y lo traían a su lugar, hasta que no supimos nada de él”. Años después se enteró que había fallecido en Puente 12 y que entregaron su cuerpo a la familia. 

Víctor Pérez, nacido en Chile, se radicó con sus padres en la Argentina cuando tenía 8 años y cuando salió de la cárcel, lo expulsaron del país y se fue a vivir a Estados Unidos. En ese país denunció ante la organizaciones humanitaria Amnistía Internacional todo lo que habían vivido él y sus compañeros en Puente 12.   


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