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Una joven denunció que la pincharon en la calle para adormecerla

Escrito por el julio 27, 2016


Episodios relatados a diario por jóvenes de diversos barrios de la Ciudad y el Conurbano dan por tierra la hipótesis de que aquellos ataques con la droga popularmente conocida como ‘burundanga’ son falsos. Testimonios directos de situaciones confusas luego de las que comienza a manifestarse una descompostura cuyo punto de partida es el entumecimiento y la falta de sensibilidad de alguna de las extremidades, se difunden periódicamente por las redes sociales. Un pinchazo en la calle o el tacto con un objeto humedecido por la droga son las formas más comunes de padecerlo, lo que no suele quedar claro es cuál es el fin último, puesto que quienes suelen dar a conocer los casos son personas, especialmente mujeres, que pudieron irse rápidamente del lugar de los hechos. Ayelén Sroker fue atacada anónimamente en el barrio de Boedo y, luego de relatar todo el episodio a través de su cuenta de Facebook, dialogó por Radio La Retaguardia en el programa Otras Voces, Otras Propuestas y amplió los detalles de la situación. (Por La Retaguardia)

Foto: la mano de Ayelén y las marcas.

“Venía caminando por avenida Jujuy en dirección a San Juan, eran las dos de la tarde y había bastante circulación de gente que iba y venía. Estaba hablando por teléfono, no distraída, estaba prestando atención, pero a veces algunas cosas se escapan y de repente sentí algo en la mano. Entre un golpe y un dolor, e instantáneamente atiné a agitar la mano, era la que tenía libre, no la del teléfono, y venía prestando atención a la conversación. No vi qué fue lo que me tocó la mano, pero sentí un tremendo dolor y cuando la miré se me empezó a endurecer y a subir algo por el brazo hasta el hombro. Fue un entumecimiento. Llegando a la esquina empecé a sentir que me desmayaba, que se me ponía todo en blanco, seguía hablando con mi compañero y le decía que no sabía qué me había pasado, que me dolía”, explicó sobre las primeras percepciones que tuvo. “Él me calmaba por teléfono, me tranquilizaba, me dijo que me sentara pero sin saber efectivamente cómo había sido. No vi nada, no toqué a nadie, de repente sentí algo y atiné a caminar rápidamente. Creo que estar en contacto por teléfono con alguien me ayudó a caminar un poco más, hice media cuadra más doblando de la avenida Jujuy hasta que me senté en una persiana y como sentía que me desmayaba llamé a unos compañeros que estaban a tres cuadras, de donde yo venía”, contó Stroker. Los compañeros que fueron a darle apoyo no lograban entender lo que pasaba. Mientras esperaba, la chica fue cauta: “El tiempo que estuve ahí traté de no perder la conciencia, de calmarme, tenía el teléfono en la mano como si estuviera hablando. Traté de disimular, como si no pasara nada, aunque en realidad no veía bien, sentía mucho calor y estaba descompuesta, no sabía si vomitaba o me desmayaba y no sentía todo el brazo”.
Cuando llegaron sus amigos la llevaron de inmediato a un bar, donde le compraron una gaseosa. Stroker estuvo sentada en el bar alrededor de cuarenta minutos. “Cuando ellos me preguntaron qué había pasado, si me sentía mejor y yo les dije que no. Ellos lo notaron, había pasado un buen rato y todavía no podía recomponerme. Cuando les expliqué cómo había empezado todo, me miraron la mano y tenía dos marcas, dos puntos rojos, y entendimos que ahí me habían pinchado. Cuando apreté me salió sangre, o sea que efectivamente algo me había pinchado”, explicó.

Las múltiples violencias

“Fuimos al hospital, donde hay una ausencia total de protocolo, de pensar situaciones, de todo. Me recibió una médica por guardia. Primero fui a la obra social, que estaba cerca, a seis cuadras de donde había pasado. Cuando me recibió la médica, primero no me creyó. Le expliqué que no tenía por qué mentirle, que no me había golpeado con nada. Me preguntó si no me habría golpeado con una mochila, y le volví a explicar que no sentía el brazo, que todavía me sentía mal y que no podía moverlo. Me tomó la presión y los signos vitales”, contó Stroker. La médica le explicó que, si se tratara de droga tardaría en recomponerse, como mínimo, entre media hora y cuarenta minutos, “por eso le expliqué que antes de ir ahí estuve cuarenta minutos en un bar para poder recomponerme. Bueno, volvió a preguntarme cosas intentando hacer cuadrar hipótesis con la situación. Yo estaba en estado de shock, le volví a decir que me dolía mucho el brazo y me mandó a mi casa con ibuprofeno y me dijo que si me desmayaba o me descomponía volviera”.
Stroker habló del asunto con varias personas y finalmente decidió no quedarse con la respuesta del ibuprofeno y exigir análisis de sangre: “Ya habían pasado como cinco horas entre que volví de donde estaba, fui a la guardia y demás. Ahí consigo hablar con una médica que era del Tornú (hospital público de la zona de Paternal) y me cita para el día siguiente. Cuando vuelvo a la guardia del hospital comento la situación y me dicen que necesito medicamentos porque no sabía con qué me habían pinchado, qué me metieron, me mandaron a infectología, donde me dicen que es para toxicología porque para hacer un examen hace falta una orden judicial que diga qué buscar. Le expliqué que yo no denuncié y además en situaciones así suele haber complicidad policial, con lo cual no me genera mucha confianza denunciar a la policía y además de todo le expliqué con detalles toda la situación. Finalmente no me podían hacer el análisis para ver qué era lo que me habían puesto y de todos modos ya habían pasado más de 24 horas y había pasado por dos guardias”, denunció Stroker. Además de requerirle una orden para el examen toxicológico, la joven explicó que ni siquiera se hacía en ese hospital: “Desde el vamos me daban un papel de profiláctico dado vuelta donde escribían con sello porque ni siquiera había papel para las recetas. Así estuve yendo cuatro días y en resumen vuelvo a ir con la misma médica que averguó, investigó y habló con otros médicos y efectivamente concluyó que la situación que había vivido era que me habían pinchado y que algo me habían metido”. Sobre el qué, Stroker explicó: “No podíamos comprobar la sustancia pero efectivamente me había generado algo en el cuerpo porque tuve el brazo paralizado durante tres días, casi cuatro, y todo el primer día con malestar hasta la noche hasta que me pude recuperar y dadas todas las situaciones que viví”.

La hipótesis

“El hecho que era innegable es que me habían pinchado la mano y que no cuadraba ninguna hipótesis que no fuera esa porque el hecho de tener el brazo en ese estado durante varios días, con el desmayo, los vómitos, todo eso, eran producto de algo que me habían metido. Según lo que averigüé, fueron todos los signos similares a lo que se le dice popularmente ‘la burundanga’ que tiene otro nombre, no lo recuerdo en este momento (se refiere a la escocoplamina), pero todo cuadra con este tipo de episodios. Finalmente me terminé yendo con la respuesta de que eso era lo que me había pasado pero cuatro días después, con lo que se expresó la ausencia total del hospital para poder darme lo que necesitaba, hacerme todos los análisis”, lamentó Stroker y destacó: “Como yo no me quedé con la primera respuesta porque me mandaron con un ibuprofeno a mi casa y yo estaba totalmente descompuesta, seguí buscando qué me pasaba y pude lograr que me hicieran unos análisis de sangre correspondientes, pudimos ver que en la sangre estuviera todo bien, que no me hubieran traído daños colaterales como la hepatitis o la sífilis, pude darme la vacuna antitetánica. Rescato de toda esta situación lo importante de actuar rápido”. La chica volvió al punto de partida para repasar la reconstrucción de lo sucedido: “Quizás lo más conveniente hubiera sido que entrara a un local, no me salió, pero de todas maneras logré no perder la conciencia. En general en estos casos esperan a que te desmayes para que te levanten. Como fueron mis amigos podría haber sido cualquier otra persona. Tuve la suerte de llamar y que alguien me viniera a buscar rápido. En otros casos esperan a que pierdas la conciencia y te llevan como si fueran tus amigos”, contó.
Sin dudas, el relato valiente de Ayelén en primera persona, da cuenta de la necesidad de difundir esta metodología para saber qué hacer y qué no.

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