Crónica del juicio -Día 18- La obstinación de la primavera
Por LA tablada
en Alfredo Arrillaga, Dora Molina, Francisco Provenzano, Hernán Silva, José Díaz, La Tablada, liliana mazzea, pablo llonto
Es la última audiencia del primer juicio por los desaparecidos de La Tablada y se corta la calle. Se instala una radio abierta desde los medios que hacemos este Diario del Juicio. Se ponen las fotos de los cuatro, Pancho, el Sordo, Maradona e Iván, para esperar el veredicto. Están sus familiares, sus compañeros y compañeras. Están quienes iniciaron el camino de exigencia de justicia, hace 30 años, los primeros abogados de cuando MTP era mala palabra. Están las viejas. Los pañuelos. Los hijos, las hijas que no conocieron casi a sus madres y padres, las que los conocieron un poco más. Las tías, hermanos, sobrinos. Amigos, amigas. Entre todos y todas aún siguen reconstruyendo sus historias con pedacitos que les cuentan otras personas.
“La fortaleza del edificio a atacar determinará los medios a utilizar debiendo ser los mismos de una contundencia tal que dobleguen o destruyan a los subversivos que combaten en el lugar”.
La cita es de octubre de 1989, de la revista SOMOS. Allí se publicaba, en la prensa gráfica del momento, en exclusiva “las enseñanzas prácticas que tuvo un jefe militar después del combate a La Tablada”. Casi oficiando de maestro, Arrillaga cuenta, a pocos meses de los hechos, cuál es la intencionalidad que tuvo como jefe máximo del operativo militar: destruir a los “subversivos” que estaban dentro del Regimiento de Infantería Mecanizado N° 3 de La Tablada.30 años más tarde, en el primer juicio por los desaparecidos de La Tablada, el ahora ex jefe militar Alfredo Arrillaga fue condenado a cadena perpetua por ser coautor penalmente responsable del homicidio agravado por alevosía de José Díaz, uno de los cuatro desaparecidos. Esta es su sexta condena, la anteceden cinco, todas cadenas perpetuas por delitos de lesa humanidad.
La orden de aniquilamiento que se lee en SOMOS y se presenta como las “enseñanzas”, fue señalada en el juicio oral desde el día uno. Fue negada una y otra vez por el genocida que por el ‘89 era aplaudido y daba clases de combate. La última jornada del juicio no fue la excepción. Con una sala colmada de familiares, amigos, amigas, ex militantes del MTP, Madres de plaza de Mayo, el otrora Dios y maestro de combates militares hizo uso de sus últimas palabras y volvió a negar su responsabilidad: “Lo que sí manifiesto es mi inocencia en base en que no he asesinado en ninguna forma y manera a persona alguna. No he impartido orden de manera directa o indirecta para que se le quite la vida a alguien o se la desaparezca”.
Es la última audiencia del primer juicio por los desaparecidos de La Tablada y se corta la calle. Se instala una radio abierta desde los medios que hacemos este Diario del Juicio. Se ponen las fotos de los cuatro, Pancho, el Sordo, Maradona e Iván, para esperar el veredicto. Están sus familiares, sus compañeros y compañeras. Están quienes iniciaron el camino de exigencia de justicia, hace 30 años, los primeros abogados de cuando MTP era mala palabra. Están las viejas. Los pañuelos. Los hijos, las hijas que no conocieron casi a sus madres y padres, las que los conocieron un poco más. Las tías, hermanos, sobrinos. Amigos, amigas. Entre todos y todas aún siguen reconstruyendo sus historias con pedacitos que les cuentan otras personas.
La sala está repleta en medio de la tensión que genera la espera. De esos minutos. De 30 años. Estamos todos y todas. La primera fila es de pañuelos blancos en las cabezas de las Madres de la Plaza. Ahí nomás, Daniel Díaz, con la foto de José pegada al pecho, y una angustia que se le torna incontenible. Arrillaga no entra. Es la primera vez en estas 18 audiencias que hay que avisarle que sólo falta él para iniciar. Entra acompañado por la policía y una mujer que se sienta a su lado, suponemos familiar. No es la hija que lo acompañó y conocimos en los alegatos, ella tenía un pasaje de avión hace mucho para vacacionar y eligió viajar a escuchar una nueva perpetua para su papá. Del otro lado, Hernán Silva, su defensor.
Estamos una hora tarde. Son las 10:00 y empiezan las presentaciones de las partes. No sin antes acudir una vez más a un planteamiento por parte del defensor oficial Hernán Silva. Los “carteles”, sostiene, y se refiere a las pancartas en la sala con las caras de Pancho, el Sordo, Maradona e Iván, lo intimidan. Pide al tribunal que le pida a la gente que no tenga “carteles” atrás suyo. Un minuto más de espera a pedido del defensor oficial, los jueces se retiran a deliberar. Regresan y, una vez más, no hacen lugar. La imagen de Hernán Silva pasará a la historia al lado del genocida, con las caras de los desaparecidos detrás.
Antes del veredicto que condenó al genocida a una nueva prisión perpetua escuchamos sus últimas palabras. Una vez más una extensa declaración de quien no se arrepiente de nada, dice una y otra vez la palabra terroristas, se permite hablar de la dignidad “la querella no puede ignorar mis declaraciones sobre los terroristas, donde expresé que no compartía su ideología pero les reconocí que habían combatido muy bien causando once bajas a las fuerzas de recuperación”, dice con un cinismo al que ya nos acostumbró y termina aconsejando a sus pares: “soldado si tu vida estuvo en peligro no te arrepientas, defendiste la patria”. 30 años y 79 días después del 23 de Enero de 1989, Alfredo Arrillaga sigue sosteniendo que defendió a la Patria y tal vez por eso se siente “víctima de una política vengativa y revanchista”.
A las 12:35 del viernes 12 de abril del 2019 escuchamos por fin
“condenar a Alfredo Arrillaga por considerarlo coautor penalmente responsable del delito de homicidio agravado con alevosía en perjuicio de José Alejandro Díaz a la pena de prisión perpetua” Prisión perpetua. Aplauso contenido. Pedidos de silencio. Esperar de nuevo, hasta el fin de la lectura del veredicto en el que además de la pena a perpetua se piden copias de todas las pruebas aportadas en el juicio para continuar la investigación por el resto de los desaparecidos, por las torturas y ejecuciones cometidas, encubiertas por el poder judicial y militar. La lectura del veredicto también llega a la “reparación simbólica de Daniel Alexander Díaz Padilla peticionada”.
“Registrese, comuniquese, practíquese cómputo de pena, informese legajo de ejecución y oportunamente archívese. Hemos concluido el debate. Nos encontramos el 15 de mayo”
El grito contenido. Lo que no se cantó ninguno de estos 18 días. La sala entera “Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”. Llantos, abrazos que no terminan jamás, pancartas bien en alto. José Díaz, Presente. Iván Ruiz. Presente, Carlos Samojedny, Presente. Pancho Provenzano, Presente.
Afuera la radio abierta prolonga el encuentro que hoy, el último día, sabe a victoria, como dice Nora: “hoy ha sido otra vez hasta la victoria siempre y venceremos porque tenemos que terminar con la impunidad que hay en este país y tenemos que seguir luchando. Como siempre digo los juicios tienen el valor de los testigos, un valor de ética, de compromiso con los que quedaron sumidos en ese horror. La perseverancia del pueblo y la ética que tenemos de la lucha hace que nos podemos mirar todos a los ojos, y nos podemos abrazar y sentir que palpitamos para el mismo lado 30.000 compañeros detenidos desaparecidos, Presentes” termina como cada una de sus intervenciones, pero esta vez Nora se emociona y la gente completa su grito.
De pronto una voz del montón se oye: “feliz cumpleaños para Pablo, le cantamos?”. Post feliz cumpleaños Pablo Llonto, militante por los derechos humanos y abogado querellante, toma el micrófono e invita a los abogados y abogadas que los precedieron “no queremos dejar de señalar que aquí hubo una tarea previa de muchos años. Primero que quienes llevaron adelante la defensa de los compañeros y compañeras del MTP en aquel juicio cuando muchísimos abogados y abogadas se negaban a defenderlos, son los que merecen nuestro primer reconocimiento, había que estar en el juicio de La Tablada acá en San Martín defendiendo a la militancia del MTP”, empieza agradeciendo quien ha sido una parte fundamental de esta última etapa del pedido de justicia por los desaparecidos de La Tablada. “Lo segundo, es a las compañeras que tomaron el segundo tramo -dice con una ellas, Liliana Mazea, a su lado-, cuando había que hacer las denuncias por las graves violaciones a los derechos humanos cometidas en La Tablada, y que esta sentencia es el primer peldaño de una larga escalera que hay que subir. No vamos a aflojar por las desapariciones y los crímenes contra Samojedny, Provenzano, Ivan Ruiz, las torturas cometidas contra los sobrevivientes. Eso es parte de lo que tiene que ser juzgado”.
Un momento de silencio, Pablo Llonto mira para arriba y sigue “quiero recordar en este momento a quien fue mi amigo, mi compañero y mi maestro en el CELS, a Jorge Baños, en su recuerdo Jorge y acá está su hijo, en su recuerdo a quien nunca voy a olvidar cuando dimos pelea en aquellos momentos en el CELS y Jorge era quien nos enseñaba a que no había que darle ni un centímetro de ventaja a los milicos, a los policías, y él peleó además físicamente por eso. Jorge, aquí estamos, presentes”.
Daniel Díaz Padilla está emocionado. Se vuelve a Nicaragua con la condena por el homicidio de su padre y con una familia que le nació de la lucha: “no más impunidad para los asesinos militares. Justicia para los desaparecidos de La Tablada. Que se incluya dentro de la historia a los desaparecidos de La Tablada. Después de 30 años me voy para Nicaragua convencido de que hay familia, todos ustedes son mi familia”.
El micrófono pasa hasta llegar a las manos de Dora Molina, ex militante del MTP “qué íbamos a decir hace 30 años cuando estábamos en el banquillo, que éramos los ogros de la sociedad,que se iba a poder revertir” empieza. “Y esto no es solo la lucha nuestra, de los abogados, de los grupos de militantes, este es el resultado de la lucha de todo el movimiento de derechos humanos, de los juicios”, Dora, otra de la imprescindibles de esta lucha, agradece y refuerza la victoria es colectiva. Durante el juicio se la vio seguir cada testimonio ojeando en los viejos expedientes, olfateando todas las contradicciones que se oyeron.
Irene Provenzano, la hija de Pancho, se resiste, no quiere hablar, pero todos y todas allí quieren que diga algo. Es la gran articuladora de esta victoria. También elige agradecer “agradecer todo el recorrido de todos estos años. Cada uno de ustedes me fue compartiendo un poco de la vida y la militancia de mis viejos, el amor que les tenían todo lo que quisieron construir con ellas y ellos. Por eso estoy acá, por eso estamos acá y por justicia”.
Sofía y Eduardo Samojedny, hija y hermano de Carlos Samojedny, toman la palabra “yo compartí los mejores años de mi vida con mi viejo, esto es un dolor que uno tiene desde hace mucho tiempo. Es una herida que uno puede ir cerrando de a poco. Esperemos que esto sea la puerta de entrada para encontrar al resto de los compañeros desaparecidos. Esto recién comienza” dice la hija del Sordo y le pasa la voz a su tío que recuerda a Carlos “mi hermano y compañero de lucha y militancia, una vez más memoria verdad y justicia es una realidad”. Sofía llegó desde Córdoba. No podía perderse este momento.
Eduardo Longoni, autor de la serie de ocho fotografías que fueron fundamentales en la causa, participó de la última jornada. Fotografió a Alfredo Arrillaga siendo condenado por el crimen de José Díaz. Hace 30 años tomó las fotos de José e Iván apuntados por un militar, ya rendidos. En esas imágenes, las de hace 30 años y las de hoy, el día del veredicto, está “casi la historia de mi vida” dice. “Estoy un poco emocionado. Como un simple reportero gráfico, desde el año ‘79 empecé a fotografiar. Lo hice tratando de aportar mi granito de arena para poner en fuga a la dictadura que nos asolaba. Tratando, con la generación de los fotógrafos que éramos jóvenes en ese momento, de estar con ellas (las Madres de la Plaza), de darles las fotos para que ellas pudieran mandarlas afuera porque los diarios acá casi nunca las publicaban.
Me tocó estar en La Tablada como me tocó estar en tantos lugares. Yo decía más temprano que los fotógrafos tratamos de estar en los lugares para contarle a la gente que no puede estar que es lo que está pasando, esa es nuestra labor. Nací al fotoperiodismo en los medios, así que mi idea de la fotografía es que se publique en un diario, en una revista. Nunca pensé que una foto se iba a convertir en una prueba judicial y que iba a ayudar a desentrañar esta maquinaria del horror que se ensañó no solo en los años de la dictadura sino que evidentemente siguió. Me parece que las fotos lo dijeron, muchas veces nuestras fotografías se van de nuestras manos, empiezan a ser fotos que le pertenecen a la gente, le pertenecen al pueblo. En este caso les pertenecen a ustedes”.
Final. Y a la vez comienzo. Este primer juicio por los desaparecidos de La Tablada es ambas cosas al mismo tiempo. En el cierre se ve un contraste que merece ponerse en palabras. Allí va Hernán Silva, el defensor de Arrillaga. Luego de observar con cierta sorpresa la radio abierta; se retira caminando, solo. Al mismo tiempo, cada despedida de quienes asistieron a esta jornada histórica es entre abrazos, lágrimas, sonrisas y promesas de seguir construyendo juntos las historias personales y también las colectivas. Se desarma el gacebo, se enrrollan los cables y se guardan los equipos.
En el libro de Hugo Montero sobre la historia del MTP, Martha Fernández -militante de la organización, compañera de Quito Burgos y abogada de las que antecedieron en la búsqueda incansable de justicia- cuenta que a Quito le gustaba una frase de Camus “la lucha en que estamos empeñados lleva con ella la certidumbre de la victoria porque posee la obstinación de la primavera”. La lucha por justicia para los desaparecidos de La Tablada empezó hace muchos años. Desde el primer día que denunciaron las torturas, ejecuciones y desapariciones. El camino recorrido desde entonces hasta esta primer condena por los delitos cometidos fue de 30 años y 79 días. Faltan las condenas por Pancho Provenzano, Carlos Samojedny e Iván Ruiz. Faltan más imputados, porque Arrillaga fue el jefe, pero no el único. También esta lucha es obstinada como la primavera y su destino es la victoria.
*Este diario del juicio por los desaparecidos de La Tablada es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, FM La Caterva y Agencia Paco Urondo, con la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en http://desaparecidosdelatablada.blogspot.com