En el marco del cuarto aniversario de la Masacre de Pergamino, Andrea Filiberto, hermana de Sergio, uno de los jóvenes asesinados en la Comisaría Primera de aquella ciudad bonaerense, hizo públicas unas palabras donde reflexionó acerca de la importancia de prevenir los consumos problemáticos, eje común entre los 7 pibes, y un enclave en las situaciones de encierro. En diálogo con el programa radial La Retaguardia, Filiberto profundizó sobre la cuestión de las adicciones, la estigmatización y la ausencia del Estado para acompañar en estos casos a las y los pibes y a las familias. (Por La Retaguardia)
El 2 de marzo es una fecha que quedó marcada a fuego en Pergamino, y no solo para las familias que tuvieron que salir a la calle a emprender una lucha para intentar torcer el destino de impunidad que muchas veces tienen las causas como esta. Se recuerda a 7 pibes: Federico Perrota, Franco Pizarro, Jhon Claros, Alan Córdoba, Juan José Cabrera, Fernando Latorre y Sergio Filiberto, que en marzo de 2017 estaban privados de su libertad en la Comisaría 1ª de Pergamino, Provincia de Buenos Aires, cuando por el hacer y por el no hacer de los policías que luego llegaron a juicio y que estaban en la comisaría en ese momento -y algunos otros que por ahora consiguieron eludir la acción de la justicia-, fueron asesinados.
En redes sociales, Andrea Filiberto, la hermana de Sergio Filiberto, publicó una suerte de carta pública en la que además de expresar el dolor, aborda cuestiones sobre las que hay mucha estigmatización que las familias deben soportar, además de cargar con la ausencia de la persona que el Estado les arrebató. Uno de los temas que trata su texto tiene que ver con las adicciones que muchos de los pibes de los barrios suelen tener antes de caer presos: “Me pareció necesario hablar de este tema porque justamente es lo que lo llevó a estar ahí. Es lo que nosotros creemos y sabemos. Mi hermano era la primera vez que estaba detenido en una comisaría. Estuvo 28 días y no pudo salir. Al estar en la comisaría, él mismo se dio cuenta de que había tocado fondo. Desde ahí las cartas que escribió, que nos dejó, donde nos decía que quería salir del problema de las adicciones. Lo intentamos durante muchos años, porque él murió en la Masacre de la Comisaría con 27 años, pero desde su adolescencia tuvo un consumo problemático. En la familia lo hemos abordado. Somos una familia de trabajadores, dos hermanos mayores. Yo le llevo 10 años y mi hermano varón, 12. Así que tenía de donde agarrarse. Así y todo, es muy difícil salir y el Estado pocas herramientas te da”, comenzó a contar Andrea.
—La Retaguardia: En esa lucha previa que vos contas, ¿golpearon puertas o desconocían las herramientas?
—Andrea Filiberto: Uno sale a golpear puertas igual, que no las van a abrir, que están cerradas y que son muy pocas. Acá en la ciudad de Pergamino no hay mucho. Está el CPA (Centro de Prevención de Adicciones) que es el primer lugar al que fuimos cuando él era adolescente. Íbamos a las reuniones familiares. La familia entera con la psicóloga, pero son todos tratamientos ambulatorios y tienen un horario de 8 a 14. Los problemas se solucionan en ese horario. Si hay alguna otra situación después de esa hora, no hay nada. No hay un centro de día o una comunidad, que sea acorde a la problemática.
Después también está algo que es mitad municipal, mitad provincial, un centro de adicciones que se llama Padre Galli, con la misma problemática: horarios acotados y algunos talleres que tratan de abordar el tema, pero siempre apelando a la voluntad de la persona enferma. Justamente, cuando está enferma, esa voluntad no la tienen, por más que la familia lo intente. El consumo va avanzando y cada día es más problemático, porque ya no podés sostener a lo mejor un trabajo, o estás al borde de un accidente. Mi hermano manejaba moto. Nosotros siempre teníamos ese miedo. Y así vas sorteando, y te vas metiendo cada vez más en el ambiente. O como se dice, en las “juntas”. Es un viaje de ida que si no tenés cómo frenarlo, no podés apelar a la voluntad. Después hemos ido a la parte judicial, ya pidiendo una internación. Que ahora viéndolo a distancia y sabiendo que no hay lugares acordes a eso y sabiendo que los meten en cualquier lado, tampoco era la solución. Así y todo, no nos daban respuesta. Porque tenés que pasar por entrevistas de psicólogas y psiquiatras, y la psiquiatra tiene que determinar si él es peligroso para sí y para terceros. Para que una psiquiatra diga eso, es dificilísimo, casi imposible. Mi hermano era buenazo, super amiguero, trabajaba y todo. La psiquiatra cuando lo veía, no lo veía peligroso. Pero el momento en el que está bajo los efectos de alguna sustancia, no sabes cómo puede estar. Se puede hacer daño así mismo, como con la moto. Él no se ponía agresivo, pero nosotros temíamos que iba por mal camino y queríamos frenar eso. Pero sin la aprobación de la psiquiatra era imposible, por el tema de la ley de salud mental. Ellos como que se oponen a las internaciones.
—LR: Y cuando el Estado apareció, lo metió preso.
—AF: Lo metieron preso y no hubo ni siquiera una historia clínica que lo ayudara a salir de ese lugar y que cumpliera su condena, su pena. No tuvo ni derecho a un juicio. Estuvo 28 días y terminó ahí. Viendo el horror donde estaba, que era espantoso, como todo lugar de encierro, no era un lugar acorde. Y más que él tenía muchas enfermedades de base, que el mismo consumo aceleraba. Problemas de riñones, por ejemplo. Entonces, aunque sea, salir y hacer un tratamiento ambulatorio, con arresto domiciliario. Pedíamos, en esos pocos días que tuvimos, otras alternativas, que no eran estar detrás de las rejas, y no nos dieron respuesta.
Cualquier persona privada de su libertad, en esos muros oscuros, sin nada qué hacer, ¿qué haces? Y tenes acceso a drogas, y cualquier tipo de drogas. Se termina agravando todo. Y el que no consumía empieza a consumir ahí adentro.
—LR: Para las familias es difícil abordar el tema públicamente por la estigmatización. Es importante que empiece a tratarse para poder exigirle al Estado.
—AF: Es uno de los objetivos del Colectivo Justicia x los 7. Entre los 7 era un punto en común el consumo problemático. Y mi mamá, las veces que ha tenido la posibilidad de estar frente a un micrófono, ha hablado de todo esto y de todo lo que hemos estado detrás de este problema. Para ayudar a otros, a otras madres, porque hay miles de madres pidiendo y golpeando puertas sin respuesta. Incluso en la misma excomisaría, que hemos logrado que se convierta en un espacio de memoria, seguramente se va a abordar esta temática cuando podamos ya estar adentro, y poder darle vida a ese lugar tan oscuro. Es algo que Pergamino necesita: que escuchen a esas familias que nadie escucha, y que estigmatizan, y que los vecinos prejuzgan. Pergamino es muy chico y necesita que se aborde este tema.
L.R: Ustedes decían que él sentía que tocó fondo, ¿de qué manera lo evidenciaba?
A.F: Cuando íbamos a las visitas lo charlábamos, los sábados. Y sino, él todos los días nos escribía cartas, cuando le llevábamos la comida. Porque no les dan de comer si la familia no les lleva. Esas cartitas las tenemos guardadas y son eternos escritos donde hablaba de todo, desde lo más íntimo de su dolor, pidiendo ayuda para hacer ese cambio de 360 grados. Ese cambio que no le dieron la posibilidad de dar y que estábamos seguros de que lo iba a lograr. No tuvo la chance.
Para finalizar, además de recordar a los pibes en ese día especial, Andy recordó la figura de Alejandro Cabrera Britos, militante de la vida, quien dio un puntapié fundamental para que se abordaran estos dos temas: el de la Masacre, para que se investigue y se juzgue a los responsables, y el de la problemática del consumo de drogas, que lleva a los jóvenes a quedar en manos policiales.