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El Reciclador


Lo dijo Sebastián Briganti, integrante del Colectivo Reciclador Urbano. A partir de las recomendaciones para tratar los distintos tipos de residuos en la vía pública que propuso el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad de Buenos Aires, Briganti reflexionó en diálogo con el programa radial Estás Muteadx. Entrevista: Pedro Ramírez Otero/Julián BouvierRedacción: Julián BouvierEdición: Pedro Ramírez OteroFoto de portada: El Reciclador Urbano El Gobierno porteño, a partir del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, elaboró una serie de recomendaciones para que, quienes viven en la Ciudad de Buenos Aires, puedan mantener limpios los frentes de sus casas sin poner en riesgo el medioambiente. Sin embargo, diversos colectivos y organizaciones que se organizan en la Ciudad en materia ambiental, suelen denunciar que al gobierno encabezado por Horacio Rodríguez Larreta poco le importa el cuidado del medioambiente. Sebastián Briganti, integrante del Colectivo Reciclador Urbano, reflexionó acerca de la utilización del concepto “sustentabilidad”, tan utilizado en la jerga política: “Es una palabra muy bonita, muy de moda y que de alguna manera le permite a algunos gobiernos y algunas empresas, lavar algunas culpas. Pero para quienes venimos estudiando e investigando, entendemos que hay un montón de prácticas que hay que tener en cuenta para poder hablar de sustentabilidad como corresponde. Y en eso entra también nuestro contexto histórico, de entender que estas prácticas que propone la Ciudad son hábitos ya construidos y que cuesta mucho desarmar. Pero sobre todo, que nadie estaba proponiendo u ofreciendo realmente los instrumentos necesarios para cambiar este problema de fondo”. El integrante del Colectivo Reciclador aseguró que la Ciudad de Buenos Aires está lejos de tener una propuesta integral de sustentabilidad. En primer lugar, observó que está por debajo de la cantidad de metros cuadrados verdes por habitante según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. “Estos emprendimientos inmobiliarios avanzan sobre todos los espacios comunes. Estamos perdiendo muchísima cantidad de arbolado. En este contexto de cambio climático y de calores extremos que estamos viviendo en las ciudades, los árboles serían realmente una herramienta para hacerle frente a esta situación, más allá de que es un bien propio y natural. Vemos que las políticas que se aplican en la Ciudad van totalmente en contra de lo que sería un ambiente sano para sus habitantes”, dijo el activista.Briganti comentó que existe voluntad política de algunos funcionarios y funcionarias en generar un cambio en materia ambiental. Y planteó que sobra presupuesto. “Tenemos que entender que hay un montón de intereses que tocamos cuando hablamos de algo ‘sustentable’. Porque lo primero que pensamos es en el volumen de residuos que generamos en la Ciudad, que es lo que está trayendo un montón de problemas a nivel sanitario y ambiental, y detrás de esto hay muchos intereses y es complejo. Tenemos que organizarnos para poder frenar estos intereses que van en contra de la calidad de vida, de cómo vivimos en la ciudad y cómo queremos habitarla”, explicó, y se refirió a los ejes principales para poder hablar de una ciudad sostenible: “Primero, el arbolado. No podemos seguir teniendo un plan arbolado maestro del año 1940, que todavía no pasó a revisión. Hay un decreto que le impide a la Ciudad de Buenos Aires realizar podas y extracciones hasta que no haga el acceso público a la información y no capaciten a su personal. Y eso sigue sucediendo, se siguen sacando árboles por todos lados. En los espacios públicos tenemos lugares para hacer plazas. Villa Santa Rita no tiene una plaza dentro y son 6 mil y pico de habitantes. Y ahí mismo pasan colectivos. Por otro lado, están las bicisendas. Muchas veces venís por la bicisenda y la mayoría no están adaptadas, tienen una pendiente. Hay contenedores de residuos obstaculizando el andar. Hay un montón de cosas que realmente podrían estar buenas. Y tienen mucho potencial porque son copias de sistemas europeos o de otras partes del mundo, pero no tienen lo que hay que tener para que sea sostenido, sustentable, que es educación. Entender que en una bicisenda circulan bicis y también cruzan personas y hay autos. Es algo mucho más profundo: educación ambiental para cómo habitamos las ciudades”. La Ley de Educación Ambiental fue sancionada en 2021 en Argentina. Es la 27.621, que se aplica para todas las provincias desde la Dirección de Educación Ambiental, que pertenece al Ministerio de Ambiente de la Nación. “Hay gente muy capacitada y con mucha voluntad, que recorre los territorios llevando la ley. Luego, cada provincia tomará parte de esos contenidos y los adaptará a su problemática ambiental. Claramente, en una provincia que practica la minería o el extractivismo, como se hace en todas las provincias del territorio, hay conflicto de intereses. La Ley de Educación Ambiental y el ambiente general interpela a todas las prácticas humanas en ese sentido. Entonces, es una ley que va a dejar expuestas a un montón de personas que no tienen la voluntad de cambiar las prácticas en pos de un ambiente más sano. Es un instrumento que tenemos que apropiarnos, sobre todo las y los docentes, y empezar a trabajar estos ejes porque es transversal a todos los contenidos curriculares, de cualquier formación que habitemos, desde inicial hasta trayectos de formación específica”, dijo. La actualidad del Colectivo Reciclador Urbano Briganti contó que desde el colectivo están creando entornos saludables, en un proyecto conjunto con el Centro de Estudiantes de Nutrición y la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, en el patio de Nutrición de la facultad. “En ese lugar que era un estacionamiento vacío y lleno de cemento, en poco más de un año logramos generar una huerta agroecológica, que tiene un jardín de mariposas, que tiene un sector de producción de plantines. Hay un bar saludable, gestionado por quince compañeras que son estudiantes y algunas licenciadas en Nutrición, que elaboran menús de lunes a viernes de 9 a 18 para todas las personas que habitan el patio. Sean estudiantes, docentes, no docentes, personas que

Carlos Briganti es el principal referente de los colectivos Reciclador Urbano y Acción Huerta Urbana, que funcionan en la Ciudad de Buenos Aires y en algunas zonas del resto del país. A través de la instalación de plantaciones en las veredas o en espacios verdes, buscan demostrar que hay otras formas de producir alimentos y que se puede utilizar el reciclaje para reducir el impacto ambiental. En diálogo con el programa radial A mí no me importa de La Retaguardia, Briganti contó cómo surgieron los colectivos y habló de la importancia de concientizar acerca de las problemáticas medioambientales. (Por La Retaguardia)   🎤 Entrevista: Pedro Ramírez Otero/Julián Bouvier/Pedro Tato ✍️ Redacción: Pedro Ramírez Otero 💻 Edición: Diego Adur 📷 Foto de portada: El Reciclador Urbano Con su mate y termo listos, Carlos Briganti se conecta al Zoom desde la terraza de su PH en Chacarita. Pero no es cualquier terraza. Hace más de 10 años que ese lugar se convirtió en un enorme espacio de producción de alimentos libres de agrotóxicos y una apuesta a la soberanía alimentaria a través de la agroecología. Aunque casi es mediodía, el verde que lo rodea lo protege del sol pleno que hace arder a la Ciudad de Buenos Aires y, por las dudas, también tiene calzado su sombrero de paja. Briganti casi no hará pausas más que para tomar algún mate o indicar cómo enterrar algún plantín a las voluntarias que están trabajando junto a él al momento de la entrevista.  —La Retaguardia: ¿Quién es el Reciclador Urbano?  —Carlos Briganti: Reciclador Urbano es una persona que ha nacido en el campo, en una quinta. Yendo a la escuela ya tenía mi primera huerta. Después, en la década del ‘70, me dediqué en una hectárea y cuarto  a producir verduras y a venderlas en la feria. Tenía una granja con animales. Después hice un impasse y me dediqué a la docencia en plomería. Como digo siempre, la tierra debajo de las uñas nunca se va, siempre relacionado con las plantas. Allá por el 2010 empieza a poblarse la terraza, este espacio que estaba improductivo, de verdes que es lo que yo sabía hacer. Y después se fue transformando en lo que es hoy: un bosque, una selva productiva de alimentos. Flores, polinizadores, frutas, de todo un poco.  —LR: ¿Cómo surgieron los colectivos Reciclador y Acción Huerta Urbana?  —CB: Con el tiempo la gente empezó a visitar, a ver, y a tomar clases. Después se fueron quedando. Y ahí surgió el colectivo de todos los voluntarios viejos. Esto ya estaba abierto a la comunidad, pero empezamos a salir del gueto. Con frutas en la Ciudad, plantando en los espacios verdes, poniendo composteras en las veredas de los barrios. Antes de la pandemia (de Covid-19) empezamos a poner huertas con cubiertas —neumáticos— en las veredas, y hoy tenemos 25 proyectos dentro de CABA. La gente encontró un espacio y entendió que el cambio pasa por la alimentación. Lo que siempre digo: uno se levanta con hambre y se acuesta con hambre. La transformación de lo urbano empieza visibilizando la problemática que tenemos de los pasivos ambientales. Y fue así que se construyó esta huerta (en su terraza): cubiertas de autos, tachos juntados de la calle, todo basureado. Y se transformó en un lindo emprendimiento. Muy grande.  —LR: ¿Cómo se involucran los vecinos, vecinas e integrantes del colectivo?  —CB: Cada uno participa de esta actividad libremente. Sólo junta buena energía: la gente viene cuando tiene ganas de participar. Es un colectivo transformador, activista. Un colectivo que cambia las cosas. Vamos para adelante y hacemos partícipe a todo aquel que quiera huertear, no importa de dónde venga. Lo único que exigimos es empatía. Mientras no ofendas a ninguna persona, acá está abierto para toda la comunidad.  ¿Una huertita no cambia al mundo? El objetivo de los colectivos Reciclador y Acción Huerta Urbana es, además de poblar de plantaciones todos los lugares posibles, concientizar acerca del daño ambiental que generamos como sociedad y hablar sobre modelos de producción que crecen cada año con apoyo del Estado, como la megaminería y la agroindustria. Briganti explicó que la huerta es una excusa para llegar al vecino o vecina común: “Nosotros amigablemente hacemos una huerta, el primer espacio. Y después hablamos de megaminería, de reforma agraria, de tierras fiscales, terrenos improductivos, de los dueños de las semillas, los oligopolios, las formas de producir. Mirá todo lo que hace una huertita”, explicó. Además, recordó una frase que le dijeron una vez: “Pero es una huertita, eso no cambia al mundo”, e inmediatamente respondió con énfasis, como si se lo estuvieran diciendo otra vez: “Lo cambia todo. Porque en una huertita enseñás qué impacto tiene la megaminería, qué es la agroecología, la soberanía alimentaria. Mirá todo lo que se dispara. Nosotros sabemos entrarle a la gente porque somos la gente”, argumentó.  Cebando el último mate que tomará antes de volver a llenarse las manos de tierra, el Reciclador Urbano cerró con una invitación a participar: “Estamos en crecimiento, pero no lo podemos hacer solos: tiene que ser colectivo. Y ese crecimiento colectivo va a empujar a esta exigencia y demanda de espacios productivos”.

El Gobierno de la Ciudad a través de la Dirección de Fiscalización Urbana que depende a su vez del Ministerio de Espacio Público, confeccionó un acta de intimación en la que advertía multas y un plazo de 48 horas para retirar las huertas en la vereda de la calle César Díaz al 3300, en el barrio porteño de Villa Santa Rita. Matías Lockhart, escritor e integrante del colectivo El Reciclador y de Acción Huerta Urbana, dialogó con el programa radial Mis hijos están con el padre y brindó más detalles de esta situación. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Silvio Florio/Braulio Domínguez ✍️ Redacción: Nicolás Rosales 💻 Edición: Diego Adur 📷 Fotos: Facebook El Reciclador Urbano/Matías Lockhart “Me dedico a temas de huertas hace  más o menos tres años, a partir de conocer a Carlos Briganti (conocido como El Reciclador, impulsor de este colectivo). Estamos organizándonos para extender la idea de que cualquiera puede tener una huerta, tenga espacio o no. Estamos con huertas en las veredas a través de Acción Huerta Urbana que es una de las patas importantes de El Reciclador”, se presentó Matías Lockhart.  El integrante del colectivo El Reciclador describió dónde están ubicados y cómo trabajan coordinadamente con la comunidad vecinal: “Estamos en la calle César Díaz, en el barrio de Villa Santa Rita. Hace ya un año comenzamos con cubiertas de autos decoradas, con alimentos, hablando primero con las y los frentistas. Porque uno de nuestros lemas es ‘con el frentista todo, sin el frentista nada’, con lo cual hablamos con los vecinos y vecinas, nos ponemos de acuerdo: quienes quieran, deseen y se comprometan a cuidar las huertas, los ayudamos a instalarlas dentro del espacio público”, explicó. Matías Lockhart junto a la huerta de César Díaz al 3300 En un tono sarcástico, criticó a las autoridades del Gobierno porteño que conciben a las huertas urbanas como un peligro inminente: “Hoy, esto que hacemos es algo clandestino, como algo fuera de la ley, una amenaza. Tenemos tomates asesinos, berenjenas secuestradoras, copetes extorsivos. Somos muy revolucionarios con esto que hacemos”, ironizó. La inspectora Carla Grassi fue quien intimó a que se retiraran las huertas de la vereda, pero Lockhart ya había tenido también un conflicto semejante con uno de sus vecinos que le envió una carta  documento el año pasado, sencillamente porque le molestaban las cubiertas sobre la vereda. Tal fue así que tuvieron que moverlas a la vereda de enfrente. Este año se sumaron cuatro intimaciones más, pero ya de parte de Gobierno de la CABA: “Hicimos una vigilia, pasaron tres días sin que ocurriera nada, hasta que aparecieron las funcionarias, que yo ya las conocía de la calle Roseti (Chacarita) porque fueron las mismas que estuvieron allá”. Las funcionarias se enteraron de la resistencia vecinal a través de las redes sociales y su superior les ordenó que fueran a tomar las medidas correspondientes.  Por último, Matías intentó analizar la lógica que emplean estos y estas funcionarias a la hora de regular el espacio público: “Una de las cosas que más les molestan son las cubiertas. Creo que si ellos no hacen esto, no pueden justificar el presupuesto con sus propuestas, porque les encanta romper las veredas, es como su razón de ser. Ellos tienen que regular el espacio porque si no es un caos. Quieren que nosotros y nosotras seamos ordenados, que sigamos las pautas, y que no nos corramos de los carriles permitidos. Nos ven como a infantes, a quienes tienen que encarrilar”, señaló. La huerta urbana resiste. Quienes la eligen, trabajan en comunidad y a pesar de las intimaciones del Gobierno y las amenazas de algunos vecinos, sueñan con seguir creciendo: “Vamos a afianzar los vínculos vecinales, porque la idea es no retroceder. Educarnos para en un futuro instalar una compostera. Desde el Gobierno nos dijeron de palabra que no nos van a sacar. No hay huerta atrás”, aseguró.

Durante la cuarentena, la organización “El Reciclador” empezó un proceso de expansión que ocupó veredas de la Ciudad de Buenos Aires, entre ellas la de la calle Roseti al 1000, en el barrio de Chacarita. El proyecto que nació hace 11 años como una huerta de producción agroecológica en una terraza, rompió sus límites y se extendió hacia la calle, donde vecinos y vecinas se encuentran cada semana.. Utilizando como canteros cubiertas de autos que simbolizan el desastre ecológico que implican los pasivos ambientales, la cuadra pasó de ser un espacio de tránsito a un corredor biológico en plena Ciudad de Buenos Aires. Sebastán Briganti, integrante del colectivo El Reciclador y de Acción Huerta Urbana pasó por el programa radial  La Retaguardia y contó acerca de los diferentes procesos que atraviesan en estos momentos. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Pedro Ramírez Otero/Agustina Sandoval Lerner/Fernando Tebele  ✍️ Redacción: Pedro Tato 💻 Edición: Diego Adur 📷 Foto de portada: El Reciclador Urbano Desde el comienzo de la pandemia por Covid-19 surgieron voces que auguraban un antes y un después en la sociedad. Era una etapa para que repensemos las formas en que vivimos, el hacinamiento, y los problemas que acarrea nuestra forma de vida. Después de casi un año poco parece haber cambiado, salvo algunos espacios como la calle Roseti, donde hoy encontramos veredas con cubiertas de autos pintadas y repletas de plantas en su interior. Esto que vemos es la parte visible del trabajo del colectivo “El Reciclador”, en el que vecinos y vecinas se organizan para mostrar que en la Ciudad pueden producirse alimentos sanos, a contramano de las lógicas del cemento que avanza a pasos agigantados. Sebastián Briganti es integrante de este proyecto y en su paso por La Retaguardia explicó cómo fue que comenzaron a ocupar las veredas, saliendo de la terraza donde se gestó el proyecto hace ya 11 años: “En época de pandemia decidimos salir a la calle y empezar a practicar el estar puertas afuera, demostrando que en la ciudad podemos producir alimento sano, seguro y sin ninguna práctica dañina para el ambiente. Las huertas las armamos con cubiertas de autos y están intervenidas por artistas plásticos y artistas plásticas; la gente de la cuadra, con niños y niñas, se acercan a pintarlas. Hay un gran trabajo que se fue gestando en esta época de pandemia. Empezó a crecer, los vecinos se empezaron a contagiar, quisieron tener una huerta y así se fue ocupando la calle Roseti al 1000, que ya es un gran corredor biológico donde asoman girasoles, donde se producen tomates, donde vemos que se cosechan zapallitos, calabaza, tabaco Virginia, plantas aromáticas y medicinales”, relató. Estar en las veredas trabajando de forma comunitaria trasciende las lógicas de habitar la ciudad que habitualmente conocemos. Sebastián contó los cambios que generó el proyecto, muchos de ellos ocultos para el transeúnte de Chacharita: “Hay una gran diversidad y una gran riqueza que no solo lo aporta la naturaleza, sino que se empieza a generar un entramado social que es muy rico, y que no lo veíamos hace mucho tiempo en la urbanidad y en nuestra vereda. Y es que las vecinas y los vecinos empezaron a salir hacia afuera, se empezaron a conocer, empezaron a charlar, a compartir saberes, a hablar de jardinería, de huerta y se empezó a recomponer algo”, celebró Briganti. No todo fueron flores en la huerta del Reciclador Urbano. El mes pasado debieron enfrentar una amenaza de desalojo por parte del Gobierno de la Ciudad: “A partir de que un vecino denuncia que había mosquitos, se desata una situación en que el día 8 de enero de 2021 se acerca un inspector de muy mala manera, sin dar nombres ni nada y sin entrar en diálogo, de una manera muy violenta, nos amenaza que el día lunes se ibamos a tener que levantar la huerta o la iban a tener que levantar ellos. A partir de esta situación nos organizamos, damos aviso las vecinas y vecinos y en un fin de semana planteamos una estrategia de estar en vigilia en una jornada de reflexión y concientización con actividades de huerta, donde se acercó muchísima gente, y se empezó a gestar un espacio de reflexión e intercambio de ideas terminó en el día martes, con la gente del Gobierno de la Ciudad ahí para entablar un diálogo”, explicó.. “De esa manera empezamos a hablar con ellos hasta que conseguimos que un funcionario se comprometiera a que, si ocurría algún intento de desalojo por parte de la comuna, él se hacía responsable para que llamemos y deje sin efecto esa acción. A partir de ahí quedamos a disposición y empezamos a charlar con la gente del Ministerio.” explicó Sebastián, dando un panorama completo de cómo continúa el conflicto hasta la actualidad. En el colectivo “El Reciclador”, piensan la huerta como una forma de ejercitar la ciudadanía, un espacio para pensar qué ciudad queremos y poner el cuerpo para conseguirla. En este sentido, el proyecto cuenta también con composturas comunitarias para que las y los vecinos puedan separar los residuos orgánicos: “ No puede ser que a esta altura estemos tirando basura, que si separamos esas fracciones el 50% es orgánico y se composta. Y otra cosa del valor de la calle Roseti es que tiene dos composteras de 200 litros, bajo la sombra de un palto, que pertenecen a Frutas de la Ciudad y son parte de nuestro colectivo. Con ese compost, 14 vecinos separan en origen sus orgánicos y gente de la cuadra también separa su cartón, su plástico y su papel. Es decir que de ese kilo promedio de basura que se dice que tiramos por persona, en la calle Roseti se tira mucho menos. Realmente hay que pensar una política porque a esta altura estamos llenándonos de basura viviendo en la ciudad, y esto da para largo. Vamos a vivir cada vez más gente, esto va a crecer para arriba, y tenemos que pensar ya en políticas que vayan directamente a