Rosa Eugenia Novillo
Patricia Bernardi, integrante del grupo fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), fue citada a declarar en el juicio para hablar del hallazgo y la identificación de los restos de las cuatro víctimas de la causa. La antropóloga corroboró que las lesiones observadas en los cuerpos de Rosa Eugenia Novillo Corvalán, Roberto Ramón Arancibia, Adrián Enrique Accrescimbeni y Juan Carlos Rosace, se corresponden con las sufridas por las víctimas de los vuelos de la muerte. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*) ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Diego Adur 📷 Fotos: Transmisión de La Retaguardia ✍️ Cobertura del juicio: Noelia Laudisi De Sa/Diego Adur Al comenzar su testimonio, la antropóloga explicó que fue convocada por la Fiscalía específicamente por “dos sucesos, los de diciembre de 1976 y los del 18 de febrero de 1978”. Pero antes de explayarse en detalle sobre esos casos, se refirió a los cuerpos hallados en la costa de la República Oriental del Uruguay y la República Argentina. “En Uruguay el Equipo relevó 13 sucesos, en Colonia, Montevideo, Maldonado y Rocha. En Argentina, desde Magdalena y Punta Indio, Pipinas, y toda la zona de la costa de San Clemente del Tuyu, Santa Teresita, Lucila del Mar, San Bernardo, Mar de Ajo, Las Toninas, Pinamar y Villa Gesell, la cantidad de sucesos de hallazgo de cadáveres es de 14”, detalló. “La paridad se rompe cuando nosotros hablamos específicamente de la cantidad de cuerpos aparecidos en Uruguay, que es de 27, en tanto que en Argentina es de 44”, dijo. Frente a esos hallazgos en ambas costas, ocurridos entre 1976 y 1978 simultáneamente, hay ciertas instancias administrativas que se van desarrollando. “No siempre que aparezcan en la costa significa que se trata de los Vuelos. Pero lo que caracteriza o define a las víctimas de los Vuelos es la perspectiva pericial; es decir, las lesiones observadas en los cuerpos”, explicó Bernardi. Esas lesiones existen en los casos que convoca a este juicio. 4 cadáveres en la costa del río Patricia Bernardi dijo que entre el 4 y el 6 de diciembre de 1976 se hallaron 4 cadáveres en la costa del Río de la Plata, en la localidad de Punta Indio. “Fueron levantados por personal policial del destacamento Cristino Benavidez de Verónica, Partido de Magdalena”, y trasladados a la “morgue de Santa Teresita donde un médico de la policía realizó la autopsia”. Mediante el relevamiento que el EAAF realizó sobre los legajos de la Policía de la Provincia, las actas de defunción, libros del cementerio y estudio de las autopsias, pudo informar que: 1- Los 4 cuerpos fueron inhumados como NN. 2- El médico policial Héctor Baudino realizó las autopsias y determinó que la muerte fue diez o doce días antes de ser arrojados al agua (entre el 23 y 25 de noviembre de 1976). 3 de los cuerpos son masculinos y 1 femenino. La causa de muerte es destrucción de masa encefálica, salvo en uno de los masculinos que es asfixia por inmersión. (Ese cuerpo, a la fecha, no pudo ser identificado). 3-En el cuerpo femenino Baudino detalló tres disparos – en región craneana posterior, maxilar izquierdo y tibia-peroné derecho- y que “fue arrojado a las aguas del Río de la Plata”. El médico policial seccionó las manos de ese cuerpo y las envió para su identificación al laboratorio de necropapiloscopía en la Ciudad de La Plata. El 12 de diciembre de 1976 el cadáver ingresó al cementerio de Magdalena y fue inhumado como NN en la sección G, Tablón I, sepultura 14. 4- El 8 de febrero de 1977 el laboratorio de necropapiloscopía determinó que se trataba de Rosa Eugenia Novillo Corvalan y lo informó el 16 de febrero al destacamento policial. “Queda demostrado desde el punto de vista científico y de manera incontrovertible que las impresiones digitales corresponden a Rosa Eugenia Novillo Corvalán”, consignó el laboratorio. 5- Carlos Machado intervino como Juez Federal permitiendo el peritaje que no fue incorporado al sumario ni tampoco valió para rectificar el acta de defunción. “La pericia queda encajonada en algún lugar”, razonó Bernardi. “Más allá que los restos fueron identificados en febrero de 1977, lamentablemente no hubo ninguna rectificación del acta de defunción”, ni en el libro del cementerio. Rosa, intencionalmente, quedó como NN. Recién en 1997 el EAAF tuvo acceso al informe de necropapiloscopía. Con ese dato verificó si Rosa figuraba en la CoNaDeP y resultó que en el legajo número 76 figuraba la denuncia de su desaparición. Luego buscaron dentro del juzgado de Carlos Machado algún expediente de hallazgo de cadáver o de presunto homicidio y no se encontró ningún expediente judicial. En el Registro Nacional de las Personas buscaron registros de personas jóvenes con muertes violentas; Aparecieron los 4 cadáveres NN en Punta Indio. El Equipo se contactó con la familia de Rosa, quien solicitó que se exhumara y se identificara el cuerpo ante el Juzgado Federal N°1 de La Plata, a cargo de Manuel Blanco. El 13 de enero de 1998 recuperaron el cuerpo y los restos fueron trasladados a la Dirección de Asesoría Periciales de la Provincia de Buenos Aires. Pero “quedaba por corroborar si el esqueleto exhumado en la sepultura era el que se había estudiado y en el que se había realizado el peritaje”, subrayó Bernardi. La familia aportó la historia clínica de Rosa y gracias a unas radiografías de los senos frontales del cráneo se pudo determinar que efectivamente se trataba de ella. Según otros datos aportados por la familia, Rosa Eugenia fue secuestrada junto a su compañero, Guillermo Abel Pucheta, en abril de 1976. Estaba embarazada de dos meses y el niño o la niña que debió nacer en cautiverio permanece desaparecido/a. En este mismo juicio, el sobreviviente Eduardo Cagnolo dijo que Novillo Corvalán fue vista en El Campito, el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio más grande que funcionó en Campo de Mayo. Una simple muestra de sangre “Es importante ver cómo el Equipo aborda cada caso de manera diferente”, señaló Patricia Bernardi. En el 2003, con los
Lo dijo Rodolfo Novillo, ex preso político y hermano de Rosa Novillo Corvalán, luego de la audiencia en la que declaró un sobreviviente que aportó datos sobre su hermana. Eduardo Cagnolo estuvo secuestrado en el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio ‘El Campito’ en la guarnición del Ejército Argentino en Campo de Mayo. En ese lugar, otro detenido le dijo que Rosa Eugenia Novillo Corvalán había estado secuestrada ahí. El cuerpo de Rosa fue identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense; había sido arrojada a la costa en un Vuelo de la Muerte que salió de Campo de Mayo. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*) 🎤 Entrevista: Fernando Tebele/Diego Adur ✍️ Redacción: Mónica Mexicano/Paulo Giacobbe 💻 Edición: Diego Adur 📷 Foto de portada: Transmisión La Retaguardia Al finalizar la audiencia número 28, Rodolfo Novillo, que siguió las transmisiones del juicio por el canal de La Retaguardia, explicó por ese mismo canal las sensaciones que lo recorrieron durante la jornada: “Uno siempre tiene un sabor agridulce. Es tanto el contraste entre los distintos testimonios que produce una reacción de alegría profunda por un lado y de mucha bronca por otro”, reflexionó. Rodolfo se preguntó cómo puede ser que algunos testigos, pese a que realizaron el Servicio Militar Obligatorio en Campo de Mayo, no vieron nada: “Realmente uno termina pensando qué pasó entre medio para que haya una realidad tan contradictoria, porque son espacios y tiempos comunes, pero cada uno de estos actores lo han visto de un modo tan distinto… ¿qué ha pasado con estos ex colimbas que se olvidaron de todo, que no vieron nada? Pero bueno, ya estamos llegando al final de este juicio”, dijo. El hermano de Rosa remarcó la importancia del testimonio de Eduardo Cagnolo , ya que gracias a él lograron situar a Rosa en Campo de Mayo: “En realidad hasta ese momento lo único que teníamos era el fin, cuando encontraron el cuerpo en las costas del Río de la Plata. Esa información la tuvimos a fines del ‘99, por el Equipo Argentino de Antropología Forense que se comunican con nosotros para informarnos de esta situación y el tema era cómo desenredar la madeja. Terminó allí, ¿cómo llegó allí? Esa era la pregunta”, repite. Rodolfo Novillo trabajaba en un área de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba y pudo enterarse del testimonio de Eduardo, a quien contactó. Ambos residían en Córdoba y se juntaron en varias oportunidades a hablar. Ejercitar la memoria. Así fue como se enteró que su hermana había estado secuestrada en Campo de Mayo. Eso fue aproximadamente en el año 2010: “Esperaba con mucha ansiedad el testimonio de Eduardo, que ha sido muy concreto, muy claro, muy firme y contundente en cuanto a la existencia del Campito, en cuanto a la existencia del paso por el Campito de muchos compañeros y compañeras que luego han desaparecido o como el caso de Tota, que han aparecido en las costas del río”, analizó Novillo. —La Retaguardia: Rodolfo, hablamos con vos más o menos por el comienzo del Juicio, en la visita ocular. Estamos llegando a la etapa final de Testimoniales, no quedan muchas jornadas de testimonios y ya vamos a entrar en los Alegatos, ¿qué balance podés hacer como familiar de lo que se está viendo cada jornada? —Rodolfo Novillo: Por un lado, es inevitable que a uno le produzca una sensación fuerte. Yo lo tomo como un túnel, se avizora luz. Tengo esperanza, la expectativa y confianza de que va a haber un fallo favorable. En cualquier caso creo que ha sido un juicio medio inesperado. Tengo que hacer un reconocimiento muy particular y especial para Pablo Llonto, la verdad que un ejemplo de compromiso, de militancia, de seriedad. Más allá del resultado del juicio, creo que tenemos que tener un gran reconocimiento, los familiares y la militancia, hacia lo que han sido los Juicios de Lesa Humanidad, porque ha sido bastante excepcional a nivel mundial. Desde ese punto de vista es un logro inmenso, producto de las luchas y producto de la gran movida que promovieron los organismos de Derechos Humanos, desde las Abuelas en adelante. Creemos que es una causa, los Juicios de Lesa Humanidad, que finalmente echó raíces en nuestro pueblo. Quedó demostrado cuando se quiso aplicar el 2×1 (La corte suprema de Justicia en el año 2017). O sea, que por un lado es una alegría muy grande, una alegría solidaria, colectiva; y en lo personal y familiar un poco también, lo aclaro más a nivel anecdótico, los restos de mi hermana Tota (a Rosa le decían Tota), los trajimos de Buenos Aires y los enterramos acá donde yo vivo en este pueblo, en la Ciudad de Villa Allende, una ciudad periférica de la ciudad de Córdoba. Ya estamos pensando con mi hija y con mis sobrinos que vamos a hacerle un homenaje definitivo, un cierre, a Tota cuando se haga justicia, cuando condenen a sus asesinos. Poder ver la sonrisa definitiva de Tota en un homenaje merecido y que sin duda va a ser homenaje a todos, a los 30mil desaparecidos. El encubrimiento Tota era la octava de diez hermanos, comenzó la militancia en Córdoba a fin de la década del ‘60. Militaba en el PRT-ERP. Después de pasar un tiempo clandestina cayó detenida en 1974. Al poco tiempo protagonizará una de las mayores fugas que recuerda la Provincia de Córdoba. El diario Córdoba sacará en su primera plana la leyenda: “Fotos de 23 de las 26 evadidas de las que no hay novedad”. Y en dos hileras de fotos, 11 arriba y 12 abajo, las caras de las reclusas que se escaparon de la cárcel del Buen Pastor. La cuarta en la hilera de arriba es Rosa. Tota estaba en pareja con otro militante del ERP, Guillermo Pucheta. Su familia piensa que podría haber estado embarazada al momento de su secuestro. Es una hipótesis. Su cuerpo apareció en la costa de Magdalena y fue enterrado como “NN” en el cementerio de ese partido, pese a que a los
Eduardo Cagnolo es un excolimba pero además es sobreviviente del genocidio. Estuvo secuestrado en El Campito, el centro clandestino de detención, tortura y exterminio que funcionó en Campo de Mayo. Allí supo que estuvo detenida Rosa Eugenia Novillo Corvalán, 1 de las 4 víctimas en este juicio que investiga los Vuelos de la Muerte que partieron desde ese lugar. En su declaración, también reconoció haber presenciado un ‘traslado’ de prisioneros, entre los que se encontraba Domingo Mena, miembro de la conducción del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo). Traslado era, en realidad, el eufemismo con el que se llamaba a la metodología de la desaparición forzada. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*) ✍️ Redacción: Diego Adur 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto de portada: Captura de pantalla Transmisión La Retaguardia ✍️ Textuales: Agustina Sandoval Lerner/ Valentina Maccarone/ Noelia Laudisi De Sa/ Mónica Mexicano Algunos problemas de conexión dificultan el inicio de la declaración del primer testigo de la jornada. Unos minutos después se resuelven. Eduardo Cagnolo tiene mucho por decir y no se lo va a impedir ninguna computadora. Una de esas revelaciones es la que permite comprobar la presencia de Rosa Eugenia Novillo Corvalán en El Campito. Tota, como la conocían, es una de las 4 víctimas de este juicio por los Vuelos de la Muerte que partieron de Campo de Mayo. “Gracias al testimonio de Cagnolo, logramos ubicar a mi hermana en un centro clandestino”, nos contará después Rodolfo Novillo, hermano de Rosa. Como él, son varias personas las que supieron a través de Cagnolo que sus familiares desaparecidos/as pasaron por Campo de Mayo. Quien inicia el cuestionario durante la declaración es Pablo Llonto, abogado que representa a las familias de las víctimas. Para él también será determinante el dato que aporta Cagnolo sobre la presencia de Tota en El Campito en el año 1976. En el 75, Novillo Corvalán se había fugado junto a 25 mujeres de la cárcel del Buen Pastor, en Córdoba. Ese hecho memorable fue el que le permitió ser reconocida por Cagnolo en Campo de Mayo. Durante su cautiverio, el testigo entabló una conversación con otro prisionero, Eduardo Merbilhaa —quien permanece desaparecido—, con la intención de saber si allí había alguna otra persona cordobesa como él: “En algún momento también conversamos sobre otras cosas; si había habido algún cordobés ahí que se hubiese enterado que hubiese estado y me dijo que sí. Me nombró a una chica que era una de las fugadas del Instituto del Buen Pastor de Córdoba. Ese fue un hecho bastante conocido en Córdoba porque se fugaron como 20 presas. Y el apellido que él me dijo en ese momento yo después traté de corroborarlo con el advenimiento de la democracia, que pude acceder a algunos diarios de la época en la biblioteca mayor de la universidad, y no figuraba el apellido Pucheta. Pero alguna vez conversando con compañeros, con amigos, Rodolfo Novillo me dijo que podía ser la hermana porque ese era el apellido de casada de ella: Novillo de Pucheta, Rosa”, explica Cagnolo. Rosa Eugenia estaba en pareja con Guillermo Abel Pucheta, quien continúa desaparecido, y por eso el testigo no logró identificarla inmediatamente. Luego, agrega que “pude haberla visto, pero como estábamos todos encapuchados, no”. Cagnolo llegó a El Campito en noviembre del 76. Las fechas coinciden con las que estuvo detenida Rosa en ese lugar, posiblemente a partir de mayo de ese año. Cagnolo contó que tuvo contactos con la familia de Tota. “Hablamos varias veces. Él andaba buscando datos de su hermana y ahí me dijo que su hermana estaba casada con un Pucheta, que está desaparecido”. El cuerpo de Rosa Eugenia Novillo Corvalán fue hallado el 6 de diciembre de 1976 en las costas de Magdalena y enterrado como NN en un cementerio municipal. La identificación de sus restos fue a fines de 1999, gracias al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). “Yo viví uno de los traslados” Eduardo Cagnolo realizó el Servicio Militar Obligatorio en 1976, en el Batallón 601 de “la intendencia de El Palomar”. A los pocos días de comenzada su conscripción, “me detuvieron sin explicarme por qué y me metieron en un calabozo”. Cuando lo soltaron, le explicaron que había sido un error y que le darían “unos días de franco en compensación por haberme tenido preso”. Esa compensación fue, en realidad, el escenario planificado para el secuestro de Cagnolo: “Cuando salí a la calle del Batallón, en la estación de tren, me abordaron unas personas que dijeron ser policías o algo así, me colocaron esposas y me subieron a un Ford Falcon color blanco con techo negro. Después de un viaje de unos 15/20 minutos, me bajaron en un lugar que, luego supe, era Campo de Mayo, un lugar que denominaban El Campito. Era un lugar del Ejército, me di cuenta enseguida porque cuando llegó a ese lugar, el vehículo se detuvo en la entrada e hizo sonar la sirena. Se ve que ahí hablaron con algún centinela o algo que los dejó pasar y bueno, así llegué a Campo de Mayo”, resume. El secuestro de Cagnolo ocurrió el 3 de noviembre de 1976, el día posterior a las elecciones en Estados Unidos en las que resultó presidente el demócrata Jimmy Carter —“había escuchado una conversación de un oficial en el teléfono de la Guardia que se comunicaba con otro y le hacía un comentario acerca de quién había ganado las elecciones”, señaló.. Ocho días pasó Cagnolo en “ese primer galpón”, hasta el 11 de noviembre, en el que el testigo presenció uno de los traslados de personas detenidas en El Campito hacia los aviones de la muerte: “Ese día había mucho movimiento desde la mañana temprano donde se producía el cambio de guardia y nos tomaban asistencia, nombrándonos por el número que cada uno tenía. Se escuchaban ruidos de vehículos con los motores que permanecían encendidos, no sé si eran camiones u otro tipo de vehículos. Vino un guardia y dijo: ´bueno, los que nombro se ponen de
Luego de lo que fue la presentación y la lectura de requerimientos en el inicio del juicio, comenzó la etapa de testimoniales con la declaración de familiares de las víctimas que tiene la causa. A lo largo de 6 horas de audiencia, brindaron su testimonio parientes de Roberto Ramón Arancibia, Adrián Enrique Accrescimbeni, Juan Carlos Rosace y Rosa Eugenia Novillo Corvalán, cuyos cuerpos fueron encontrados en las costas del Rio de la Plata o el Océano Atlántico entre 1976 y 1978. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*) ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe/Diego Adur 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto de portada: Captura de pantalla transmisión de La Retaguardia El Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 2 de San Martín está compuesto por los jueces Walter Venditti —presidente—, Eduardo Farah y Esteban Rodríguez Eggers. La primera persona convocada a dar su testimonio de manera virtual frente a ellos fue Adriana Arancibia, la hija de Roberto Ramón Arancibia. Era la primera vez que la testigo declaraba de manera oral y pública ante un tribunal y lo hizo de manera contundente y minuciosa. No sólo tuvo que lidiar con los problemas de conectividad del juez Farah en el inicio de su declaración, sino que también estuvo sometida a las preguntas provocadoras del abogado defensor de genocidas, Eduardo San Emeterio, quien insistía en consultarle respecto a la militancia de su padre y de su madre, en una suerte de reivindicación de la teoría de los dos demonios. Adriana, sin titubear, le respondió que, si hubiesen hecho algo malo, deberían haber sido juzgados en un proceso justo, como el que hoy están enfrentando los imputados. Arancibia comenzó su relato con la historia de su padre. Roberto era oriundo de Salta, “muy alto, robusto y carismático”. Venía de una familia pobre y “se interesaba por la situación social”. Era un hombre culto que “leía hasta tres diarios por día”. Militaba en el PRT—ERP, donde desarrollaba su actividad en la conducción de la parte sindical lo y tenía un vínculo de amistad con Mario Roberto Santucho. Su mamá, María Eugenia Zago –quien también está desaparecida—, provenía de una familia adinerada de la provincia de Salta. Ella se recibió de médica y se especializó en gerontología, la rama que se encarga de los y las adultas mayores. En su militancia en el PRT—ERP estuvo a cargo de una de las áreas médicas del partido. Tenía tan solo tres años cuando el 11 de mayo de 1977, al mediodía, un “grupo de tareas uniformado” rompió la puerta de la casa donde vivía la familia, en Paseo Colón 713, Ciudad de Buenos Aires, e ingresó al domicilio. Golpearon a su papá y a su mamá y se los llevaron. La testigo contó qué por la brutalidad de ese operativo durante mucho tiempo de su vida desarrolló una fobia a las puertas. Además, recordó que ella “decía que a papá había que ponerle una curita” porque lo habían lastimado en los ojos. En la casa donde ocurrió el secuestro también estaba Martín Arancibia, de casi seis años. A Adriana y a Martín los dejaron con unos vecinos del edificio y, pasados unos días, los llevaron al Instituto Riglos, un orfanato donde pasaron más de seis meses retenidos. Allí no los separaron, por más de que en el Instituto había un pabellón de mujeres y otro de varones. Así, contó Adriana, pudo estar pegada a su hermano “como una garrapata”. La historia se repitió en la audiencia: el hermano de la testigo pudo acompañarla de manera virtual a lo largo del testimonio, en calidad de contención emocional, sin la posibilidad de agregar ni corregir nada respecto al relato de Adriana. Martín había avisado a las autoridades del Riglos que tenían una abuela en Salta, pero lo calificaron de “incoherente”. Ella no dijo nada, por lo que le diagnosticaron una fuerte depresión. Así pudo leerlo Adriana en los documentos que recuperó del orfanato muchos años después. En noviembre de 1977, después de meses en los que se pidió que se publicaran sus fotos, el diario Clarín lo hizo bajo el titular “Buscan a la abuela de dos niños abandonados”. La falsa noticia —porque Adriana y Martín no habían sido abandonados, sino que su papá y su mamá fueron secuestrados— logró llegar a los ojos de don Lorenzo, un carnicero que vivía en el pueblo salteño donde se encontraba la abuela de los Arancibia. Entonces, María Antonia Dragani de Arancibia, logró encontrar a su nieta y su nieto. En Campo de Mayo Acerca del secuestro de su papá, relató que hubo un testigo, Juan Farías, que lo vio en Campo de Mayo. Mediante el testimonio del hijo de Farías, la testigo reconstruyó que Farías padre fue llevado desde el centro de detención El Vesubio hacia Campo de Mayo para identificar a Arancibia porque “no hablaba”. Farías conocía a Roberto de la militancia. Lo reconoció como “Eloy”, su apodo, y dijo que le entregaba para repartir la publicación del PRT—ERP, El Combatiente. El 18 de febrero de 1978, el cuerpo de su papá fue encontrado en Las Toninas, “en la calle 10 y Océano”. Sus restos fueron inhumados como NN en el cementerio de General Lavalle. La testigo brindó muestras de sangre para buscar a sus padres. Tenía “la esperanza de encontrarlos vivos”. Muchos años después, en 2009, gracias a la inmensa labor del Equipo Argentino de Antropología Forense –muy reconocida y agradecida por la testigo y por los que siguieron—, Adriana se enteró del reconocimiento de los restos de su papá. Determinaron que el cuerpo había sido arrojado en diciembre de 1977 y presentaba politraumatismos producidos por alto impacto. De esa manera, Adriana pudo reencontrarse con su padre, mientras que su madre continúa desaparecida. Luego declaró Daniel Rosace, el hermano de Juan Carlos Rosace. El testigo definió a su hermano como un “chico jovial, lindo pibe y muy extrovertido”. Juan Carlos estudiaba en Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) N°2 Ing. Emilio Mitre y no tenía ningún tipo de militancia. El 5 de noviembre de 1976, cerca
En esta primera audiencia de testimoniales declaran: Edith Accrescimbeni, hermana de Adrián Enrique Accrescimbeni (víctima de los vuelos de la muerte). Rodolfo Novillo, hermano de Rosa Eugenia Novillo (también caso en este juicio). Adriana Arancibia, hija de Roberto Ramón Arancibia (otro de los cuatro casos). Daniel Rosace, hermano de Juan Carlos Rosace (víctima de los vuelos). *Este diario del juicio por los Vuelos de la Muerte de Campo de Mayo, es una herramienta de difusión llevada adelante por La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores/as independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://vueloscampodemayo.blogspot.com/
-
Páginas