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En vivo desde la Estación Darío y Maxi, donde fueron asesinados durante la represión contra el movimiento piquetero el 26 de junio en 2002. Como cada año, se realizará una Jornada Político/Cultural, transmitida por medios comunitarios.

La escuela más austral del mundo volvió a abrir sus puertas luego de permanecer cerrada por la pandemia de Covid-19. ¿Cómo es vivir en familia en la Antártida? El proceso del matrimonio fueguino que dirige la escuela. Redacción: Camila PierreEdición: Pedro Ramírez OteroFotos: Fundación Marambio Son las 19:15. En la Antártida ya se hizo de noche. La comunicación se corta por la mala señal. Hubo temporal y se cayó una de las antenas principales. Soledad Otaola, una docente jujeña, está pintando discos viejos que encontró para transformarlos en escarapelas para el próximo acto. Es la directora de la institución más austral del mundo: la Escuela N°38 “Presidente Raúl Ricardo Alfonsín”, ubicada en la Base Esperanza.  Para los y las estudiantes y sus familias, llegar al establecimiento es una aventura diferente todos los días. Los hijos de Soledad asisten a la escuela al igual que Denis, su esposo, quien también es profesor. En el caserío, su casa es la que está más alejada. Son alrededor de 50 metros que se sienten el doble por las condiciones climáticas. A veces, la nieve les llega hasta las rodillas. La temperatura media en la zona es de cinco grados bajo cero. En la institución tienen un espacio que llaman “hall frío”, aunque de frío solo tiene el nombre. Allí es donde se sacan la ropa térmica y se visten más cómodos para entrar a clase.  El establecimiento forma parte del sistema educativo de Tierra del Fuego. Durante todo 2021 permaneció cerrado por la pandemia de Covid-19. “Cuando abrí la puerta tuve una mezcla muy grande de sentimientos. Sentí olor a escuela. Fue muy emotivo pensar que este año iba a estar abierta y nosotros íbamos a ser parte”, cuenta Otaola. En total son quince estudiantes. Siete entre primaria y nivel inicial, y ocho en secundaria. Los y las más grandes estudian con el Sistema de Educación a Distancia del Ejército Argentino (SEADE), pero comparten las tardes y mañanas en el lugar. Reciben todo el material de estudio a desarrollar a lo largo del año en CD. Es un colegio de jornada completa. Las clases son de lunes a viernes de 8 a 12 y de 15 a 18. Cuentan con sala de computación, biblioteca, y gimnasio.  Todos los contenidos son contextualizados para destacar el valor del lugar. El eje transversal es la Antártida. Dentro del proyecto pedagógico planificaron salir y conocerla en profundidad. Pero desde que llegaron, el 29 de marzo pasado, comenzaron los días fríos con mucho viento. Los trabajos de excursión y visita los realizarán en septiembre, cuando el clima acompañe.  En la mayoría de las instituciones del país se trabaja muy poco sobre este continente y acá buscan que no pase desapercibido. Soledad resalta que “no se ama lo que no se conoce”. Quienes van a la escuela son hijos e hijas de militares que trabajan cumpliendo logística y asistencia, ya que los científicos sólo están durante la campaña de verano. Cuando los chicos y chicas regresen a su lugar de origen, busca que sean transmisores y tengan amor por el espacio que habitaron durante un año. Ese es uno de sus mayores desafíos.  Amor por la profesión Cuando era pequeña jugaba a ser docente. La puerta de su habitación funcionaba como pizarrón y sus estudiantes eran los vecinos. Las ganas de enseñar están desde que tiene uso de razón. Y casualmente, su cumpleaños es el 11 de septiembre, Día del Maestro. Mientras vivía en Jujuy no sabía que existía la posibilidad de trabajar en la Antártida. Al mudarse a Tierra del Fuego conoció a Denis, su compañero y profesor de Educación Física. “En 2010 vimos por televisión que habían vuelto los maestros antárticos y en ese momento dijimos que queríamos ir”, recuerda. Por distintas razones lo fueron postergando, pero el concurso tiene una edad límite. Tomaron la decisión de participar junto a otras nueve parejas y salieron seleccionados.   Tuvieron tres encuentros con psicólogos y dos con el comité antártico. Siempre de manera virtual. Posteriormente, presentaron y defendieron el proyecto que llevarían a cabo a lo largo del ciclo lectivo. Una vez seleccionados, en octubre viajaron hacia Buenos Aires para realizar un chequeo completo de salud. Si había algún problema, no podían continuar. —¿Cómo fue el camino hasta llegar a la Antártida? —Lo primero que tuvimos que hacer fue preparar nuestra carga. Esto significa dejar listo todo lo que considerábamos que íbamos a usar o necesitar durante el año. Las cosas se ponen en unos barriles azules que tienen una tapa hermética. Acá nos proveen de todo, pero tuvimos que estar en cada detalle. Fue hacer una proyección a doce meses. Lo mismo con el crecimiento de mis hijos en cuanto a ropa y calzado. También trajimos las medallas para entregar el día de la promesa de la bandera. Todo esto tenía que estar listo para diciembre y llegó a la Antártida el mes de enero, antes que nosotros.  —¿Cuándo viajaron ustedes? —Nosotros viajamos desde Río Grande hasta Ushuaia el 7 de marzo porque el 9 comenzaba un aislamiento por protocolos sanitarios. Tuvimos quince días de cuarentena, dos hisopados, y el último era excluyente. De ahí nos llevaron hasta El Palomar y viajamos en el Hércules hasta Río Gallegos. Luego otro Hércules hasta Marambio. Fue fabuloso. Podíamos ver los icebergs desde arriba. Ahí estuvimos un rato, y en helicóptero cruzamos hasta el Rompehielos Almirante Irizar. Teníamos ocho horas para llegar a Base Esperanza. Pero fueron tres días navegando porque el clima no permitía que bajáramos. Finalmente, llegamos el 29 de marzo. Todo fue una aventura. En 41 años, jamás imaginé vivir esta experiencia junto a mi familia. Sé que mis hijos se llevarán estos recuerdos de por vida.  —¿Cómo tomaron ellos esta decisión? —Mi hijo, Nicolás, se quedó en Río Grande. Y la hija de mi esposo que tiene veinte años también. Ya son mayores de edad y tomaron su decisión. Danilo tiene siete y lo vivió con mucho entusiasmo desde el principio. Miraba videos y le contaba todo a sus

El Gobierno nacional implementará la extensión horaria de la jornada escolar en educación primaria. Será luego de las vacaciones de invierno. La situación de infraestructura en las escuelas de todo el país en general es crítica. La educación rural tiene particularidades que no están contempladas. Anabel Comesaña, directora rural, habló con La Retaguardia acerca de esta decisión. Por su parte, la docente y legisladora porteña, Amanda Martín, recordó antecedentes de otros cambios que iban a llevarse a cabo en educación y no fueron cumplidos. Entrevistas y redacción: Pedro Ramírez OteroEdición: Diego AdurIlustración: Marilina Contreras/La Retaguardia Hace apenas unos minutos salió el sol en Roque Pérez, una localidad bonaerense de unos 10 mil habitantes. Es el momento en que la gente arranca a trabajar. No hay un horario fijo, sino que es el sol quien indica cuándo comienza la jornada laboral. Cortan al mediodía, por supuesto. Y a la tarde retoman las actividades. Las familias con niños y niñas acomodaron sus horarios para que, como todos los días, puedan tomar la combi de las 9:30. Así, después de un viaje de unos 70 kilómetros por ese camino de tierra destrozado por la inundación de la semana anterior, llegarán a la escuela Paraje de Tronconi.  En este colegio que en 2019 fue noticia —sólo para unos pocos medios no comerciales— porque fumigaron con agrotóxicos en el campo aledaño en pleno horario escolar, el edificio es compartido. Primaria y secundaria funcionan en el mismo establecimiento. Acomodan los horarios “como pueden” y se reparten las aulas. En el distrito, las tres secundarias rurales comparten edificio con primarias. La problemática de infraestructura, ya sea por cuestiones edilicias o espacios compartidos, se da en todo el país. Esto, sumado a la precarización laboral docente, son las principales dudas —o desafíos— que surgen en la comunidad educativa desde que el Gobierno nacional anunció la extensión horaria para educación primaria.  Anabel Comesaña es directora de la escuela secundaria que funciona en el edificio. Inevitablemente está al tanto de todo lo que pasa en el nivel primario, porque tienen que estar en constante articulación. Comesaña reconoce que no es una mala idea la extensión horaria, entre otras cosas porque “los chicos del campo van a la escuela con ganas” y es el lugar de encuentro con sus amigos y amigas. En general, cuenta, sólo faltan cuando se rompe una combi, que sucede más seguido de lo que quisieran, porque no hay vehículo que aguante más de 150 kilómetros diarios en caminos de tierra muchas veces destrozados por las lluvias. “No están dadas las condiciones escolar y salarialmente. Una maestra primaria por lo general tiene doble cargo, sale de su escuela primaria en el campo y se va a otra”, explica acerca de la idea de agregar una hora más al comienzo y al final de la jornada escolar. Esos espacios compartidos entre ambos niveles, por ejemplo, se complicarían con una extensión: las aulas no son suficientes y deberían compartir el comedor. “No es para largarlo y hacerlo a la ligera. Entendemos que lo hacen por una cuestión de propaganda política”, plantea.  Los y las docentes de escuelas primarias también manifiestan un fuerte rechazo a esta medida. Uno de los principales conflictos de la educación a nivel nacional es el bajo salario docente. La hora extra que pagarían cuando se aplique la extensión, después del receso invernal de este año, no alcanzaría para cubrir las necesidades básicas y menos aún justificaría que dejen un cargo en otra escuela. “En muchos casos ese salario docente es el que sostiene la familia y se ven obligados a trabajar en doble cargo. Ojalá todos pudiéramos trabajar un solo cargo y que nos alcance para vivir dignamente”, dice la directora. Además, marca cuáles son los puntos principales que considera “para empezar a pensar en una extensión horaria”. Insiste en que lo mejor sería no aplicarla tan pronto como está planeado, sino comenzar a armar una planificación que incluya inversiones y diálogo con las comunidades educativas: “Infraestructura escolar, capacitación docente, salarios mucho más redituables que hagan que el docente trabaje un solo cargo y pueda abocarse 100% a ese solo cargo”, sostiene como cuestiones indispensables. El “anuncio improvisado” del Ministerio de Educación A unos 140 kilómetros de la escuela Paraje de Tronconi está la Ciudad de Buenos Aires, una de las jurisdicciones en la que no impactará mucho esta modificación, porque la mayoría de las escuelas primarias tienen jornada completa. En el caos de la Ciudad, “a las corridas” como ritmo de vida casi normal para quienes la habitan, Amanda Martín, docente y legisladora porteña, abandona una reunión para atender el teléfono. Como si tuviera a mano los informes del Ministerio de Educación de los últimos años, empieza a contar los antecedentes de propuestas que se intentaron llevar a cabo y fallaron, comenzando por la Ley de Educación de 2006. Ésta implicaba avanzar en jornadas completas o extendidas en un 50, 60% en todo el país. “Hoy está en 14%. No se ha avanzado con los recursos, con los profesionales, con la estructura y con la infraestructura necesaria para poder tener jornadas completas”, explica. Después de ese “fracaso”, el Consejo Federal de Educación (CFE) presenta esta iniciativa de la que todavía no hay mucha información acerca de cómo se aplicará. Martín es tajante con su postura: “Una hora antes, una hora después, con todas las dificultades que implica, sin recursos y presupuesto, no va a implicar de por sí una mejora educativa”.  La medida de extensión horaria que anunció el ministro Jaime Perczyk apunta a extender las jornadas en primaria para buscar luego implementar la jornada completa. El relevamiento anual que realizó el Ministerio de Educación de la Nación en 2019, mostró que a nivel país el 7,3% de los y las estudiantes asiste a jornada completa (8 horas de clase), mientras que el 6,8% hace jornada extendida (más de 4 horas pero menos de 8). Acerca de esto, la legisladora por el Frente de Izquierda sostiene que es indispensable invertir y generar un plan

Es lo que señala Iris Pereyra de Avellaneda en esta nota escrita apenas se enteró de una nueva vandalización del homenaje a su hijo, Floreal Avellaneda, en ese predio militar. Es la cuarta vez que sucede. En este caso directamente lo arrancaron. El hijo de la actual presidenta de la Liga por los Derechos Humanos tenía 16 años cuando fue secuestrado y torturado en Campo de Mayo. Luego fue víctima de los Vuelos de la Muerte. Su cuerpo apareció en las costas uruguayas. Fue fotografiado y lo volvieron a desaparecer. (Por La Retaguardia) 📷 Foto de portada: Así quedó el lugar donde estaba el homenaje a El Negrito Avellaneda Hoy tengo mucha bronca. Otra vez la imagen del Negrito ha sido vandalizada. Es increíble el odio tremendo que tienen esos fachos milicos de Campo de Mayo…, la manera. Que le tienen de hacer el daño a una imagen  de quien era en esa época  un niño. El odio que tienen ahora es hacia mi. Soy mamá y como tal seguiré  levantando su bandera de lucha como militante Comunista. Les guste o no les guste. Esa palabra para los fachos es mala, pero yo la seguiré hasta mi muerte  Ellos no son quiénes para arrebatarme a mi hijo. Ellos lo asesinaron. Ellos lo tiraron por los Vuelos de la Muerte, y desde hace 46 años de lucha consecutiva siguen defendiendo ese maldito Golpe de Estado Cívico-Militar-Eclesiástico en el que hicieron desaparecer a 30.400 personas. Para mí entender,  estas vandalizaciones las hacen para que nosotros, los militantes, nos callemos la boca y que el mundo siga andando. Yo no les voy a dar ese gusto. Seguiré poniendo tantas veces como se necesario esa imagen de mi hijo que representa a los compañeros  desaparecidos en El Campito. Porque si perdemos ese amor a los desaparecidos, no somos nada. Por la Memoria ante todo. Por la verdad, siempre. Y por Justicia, aunque la Justicia este patas para arriba…  La seguiremos peleando. Me parece que el Sr. Presidente, que es jefe del Ejército, no debe saber lo que pasa en Campo de Mayo. Cómo ahí se destila odio a los que luchamos por un país para todos y todas.  Necesitamos que el Sr. Presidente se entere de lo que pasa en Campo de Mayo. Si 100 veces la vandalizan, 100 la volveremos a poner, y con más amor. Hasta la Victoria Siempre

Desde febrero hasta el domingo 3 de abril se realizó el Festival Migrantas en el Museo Casa Carnacini, en Villa Ballester. Cuatro de las participantes de Migrantas Reconquista, brindaron sus testimonios a La Retaguardia para contar de qué se trata el proyecto y cómo fue el armado y la realización del festival. (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Julián Bouvier 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero 📷 Fotos: Evelyn Schonfeld Se realizó en el Museo Casa Carnacini, en Villa Ballester, el segundo Festival Migrantas, organizado por mujeres y disidencias del proyecto Migrantas Reconquista. El primero fue en el Teatro Tornavía, en el Campus de la Universidad. Este proyecto comenzó en 2019, financiado por el International Development Research Center, organismo canadiense, en articulación con la Universidad Nacional de San Martín (UnSam), a través de su Instituto de Altos Estudios en Ciencias Sociales (IDAES). El proyecto está compuesto por investigadoras (educadoras populares, activistas feministas, transfeministas, ambientalistas) del Área Reconquista, compuesto por 15 barrios emplazados al costado de la Cuenca media y baja del Río Reconquista, el segundo más contaminado del país después del Riachuelo. Además, el área comparte espacio con el Ceamse (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado, basural a cielo abierto, de los más grandes de América) y el CuSam (Centro Universitario San Martín), que es el espacio educativo dentro del penal de José León Suarez, que pertenece también al área. Romina Rajoy, antropóloga, integrante del Instituto de Altos Estudios de Ciencias Sociales y coordinadora socio-territorial en la escuela secundaria de la UnSam contó su experiencia en el proyecto: “Desde mi trabajo busco indagar en torno a las categorías de actividad-trabajo-empleo, trabajo formal e informal, programas sociales y su relación con el ambiente, contaminación y cambio climático, con el fin de generar documentos e informes que sirvan para pensar políticas públicas que representen las realidades de San Martín y del Área Reconquista. Nosotras en estos 15 barrios lo que hacemos es articular y potenciar, a partir de saberes técnicos y la propia escucha, la visibilización de lo que vienen organizando las mujeres hace ya más de 20 años a partir de merenderos, comedores, limpieza de entornos barriales. Estas mujeres son las que se ponen al hombro el barrio ante cualquier crisis, no solo económicas, sino también sanitaria, como quedó demostrado con todo lo sucedido alrededor de la Covid-19, donde el rol de las mujeres fue clave”.  La línea de investigación y divulgación de Romina en el proyecto tiene que ver con comunicarse con las mujeres y feminidades en el territorio, conocer cómo están viviendo, qué las interpela, qué jerarquizan dentro de la trama de desigualdades y vulnerabilidades que existen en el área. A partir de esto, comenzar a desarmar esa trama que existe entre los trabajos informales y precarios que otorga el Estado a través de programas sociales hace 20 años, que hoy se llaman Beneficios sociales. “Trabajo hace años con las cooperativas de trabajo de saneamiento de arroyos, aguas contaminadas y espacios verdes. Si bien entiendo que hace 20 años tomar ese financiamiento fue una respuesta, hoy no alcanza. Las mujeres cada vez encuentran más sobrecarga en sus cuerpos. En principio eran las ollas en los cortes de ruta, que era llevar la organización política y social desde adentro de los hogares y los comedores, a las rutas. Eso el Estado lo tomó, lo transformó en un programa, porque se dio cuenta que también es trabajo, como la reurbanización de los barrios, pero sobre eso, recaen muchos otros trabajos que tienen que ver con la limpieza del entorno barrial, comunitario. Y no solo eso, sino que también se hace uso de la fuerza de trabajo de las compañeras para, por ejemplo, campañas de salud. Las mujeres encuentran representadas las problemáticas ambientales en la salud de sus hijos/as, a través de los sarpullidos, la gastroenteritis, los problemas respiratorios por quemas de basura, entre otras cosas. Todo esto es un bosquejo de lo que yo observo, y de las demandas que surgen dentro del territorio”, contó.   Rajoy se refirió al trabajo que viene realizando el proyecto Migrantas en diferentes espacios del Área: “En estos años armamos talleres, trabajamos junto a doctores en los centros de salud, junto a los curas villeros de los barrios. En el marco de este festival, donde se hicieron diversas acciones, se presentó el libro ‘Mi barrio en cuarentena’, en donde recopilamos relatos y fotografías de pibes y mujeres en el contexto de confinamiento. Sistematizamos todos esos relatos, armamos un concurso y recopilamos todo el material, para no perder el contacto con las personas”, dijo. Y agregó: “Este proyecto de investigación, acción y participación tiene la idea no solo de extraer información de un territorio, sino también de acompañar, fortalecer, potenciar la agencia de las mujeres y las feminidades en el territorio y de los varones que se comprometen con la construcción de la democracia.  En algunas semanas vamos a inaugurar la diplomatura de Género, Ambiente y Territorio. Yo soy una de las coordinadoras del proyecto, donde durante tres meses se expondrán todos los avances en la investigación, en carácter de que las compañeras coproduzcan material pedagógico para las escuelas del Área Reconquista, un mapeo colectivo junto a ‘Los Iconoclasistas’, la obra de teatro ‘Las osadas’, que intentaremos que luego circule por otros espacios. Nuestra idea es llevar el festi Migrantas más allá del Museo Carnacini, sino que sea algo que convoque a las mujeres todos los años”. Nancy Salvatierra llegó al proyecto Migrantas porque trabaja en la Universidad de San Martín en el programa de Articulación Territorial, donde se busca generar un vínculo con organizaciones del territorio del cordón del Área Reconquista con la propia universidad. “Allí existe una variedad de organizaciones e instituciones como el penal, el basural, las plantas de reciclado, los bachilleratos populares, y con ellos se teje un puente con la universidad, en búsqueda de un camino de aprendizajes mutuos. Somos parte del diseño del proyecto, entonces allí nos metimos en el armado de la diplomatura, apuntando al cruce de saberes”, comentó.  Nancy contó cuál

Después de asesinar y desaparecer a Vicenta Orrego, los genocidas se llevaron a sus dos hijos y una hija. Un juzgado de menores les entregó al Hogar Casa de Belén. Estuvieron casi 7 años con la identidad cambiada y sufrieron todo tipo de torturas y abusos sexuales. Su padre los pudo recuperar al salir de la prisión política a la que estuvo sometido. Se fueron a Suecia y declararon desde allí. Esta es la impactante historia de Carlos Alberto Ramírez y Alejandro Mariano Ramírez. Hoy declaró su hermana, María Ester Ramírez. (Por La Retaguardia y Pulso Noticias)     ✍️ Redacción: Tamara Alfaro Moreno 💻 Edición: Fernando Tebele/María Eugenia Otero 📷 Foto de portada: Capturas de pantalla transmisión La Retaguardia/Pulso Noticias Carlos Alberto hace intentos para relatar, se mueve en la silla, se acomoda, se le corta la voz, se toca la nuca una y otra vez. Se vuelve importante este último movimiento después de escuchar lo que tiene para decir al respecto de los hechos que cambiaron su vida para siempre. Una noche de marzo de 1977 la familia,  compuesta por su madre, hermano y hermana, se despierta abruptamente por los ruidos ensordecedores de los tiros. Un grupo de hombres uniformados y armados atacaban la casa donde vivían. Los balazos atravesaban las paredes haciendo agujeros que dejaban ver hacia afuera de la casa. Uno de ellos impactó en la nuca de Carlos, que comenzó a sangrar. Queda de ese momento una cicatriz que, al tocarla, quizá lo lleve a aquella noche, que le trae “malos recuerdos, pesadillas”, pero también lo conduce a la última vez que vio a su mamá, Vicenta Orrego. Vuelve a ser un niño cuando tocando su nuca relata cómo busca desesperadamente a su perro chiquito casi como un chihuahua, que por los ruidos de los disparos  se esconde detrás de la heladera, y al que intenta sacar de allí, sin suerte. Debe abandonarlo por los gritos de su madre, quien le pedía que fuera con ella para que les ayudara  a salir de ese infierno a través de la ventana. Vicenta les indica que caminen hasta la casa de los vecinos. Así consiguen salvar sus vidas. Carlos cuenta que ,  camina en medio de la oscuridad de la calle, con sus apenas 6 años y su hermanito de 2 a upa, hasta la casa de los vecinos que le dieron cobijo por un tiempo corto. Relata, tratando de ser preciso, lo más preciso que se pueda, con la mirada y las vivencias de un niño de 6 años. Al comienzo, el tribunal había solicitado a las personas imputadas por delitos delitos de lesa humanidad que apagaran sus cámaras; Es derecho de las víctimas no declarar frente a quienes denuncian. A la vez, las personas imputadas tienen derecho a escuchar para poder defenderse. Por eso apagaron sus cámaras pero siguieron en la virtualidad. En la sala presencial, la imputada Nora Pellicer no es enfocada para que el testigo pueda dar testimonio sin verla. Antes de eso, el Presidente del ToF 1 de La Plata, José Michilini, informó a Carlos Alberto Ramírez acerca de la carátula de este juicio: “Homicidio y otros”. Entre ese “otros”, se encuentran delitos no mencionados como tales pero que se asocian, al menos para la victima; uno en particular es el de “Delitos contra la integridad sexual” que durante el golpe cívico militar fueron utilizados como método de tortura específico sobre todo en contra de las mujeres, aunque no solo contra ellas. Esto puede visualizarse en todas las testimoniales históricas de las sobrevivientes y  en el libro “Putas y Guerrilleras”, de Miriam Lewin y Olga Wornat, quizá la obra con más recorrido entre varias que abordaron el tema. Claramente estos delitos se ven agravados en este caso por ser las víctimas tres niños de 6, 4 y 2 años, quienes padecieron en sus cuerpos todo el ensañamiento apropiador de los genocidas. Carlos Alberto Ramírez declaró el 25 de marzo  y su hermano menor, Alejandro Mariano Ramírez,  el 1 de abril. Ambos lo hicieron de manera virtual desde Suecia,  donde continúan exiliados desde que Carlos tenía apenas 12 años,  su hermana María 10 y Alejandro 8; salieron junto a su padre, quien declarará después, contando cómo halló a sus hijos e hija desde la cárcel en la que estaba como preso político de la dictadura. En estas crudas testimoniales, se hace evidente la dificultad de ponerle palabras al horror de lo padecido, siempre; pero más aún cuando quienes lo vivencian son dos niños de 6, y 2 y una niña de 4 años. Es posible que operen, por un lado la identificación de ciertas experiencias que, por estar vinculadas a la muerte, naturalmente les resultaran desconocidas solo por ser infantes. Y por otro, la supervivencia ligada a la obligación del exilio en un país en el que el idioma es tan diferente; el sentido de las palabras utilizadas en esta adultez tal vez no alcance para definir el sufrimiento de aquella niñez. Lo que no cambia en castellano o en sueco es el dolor.   Alejandro Mariano, el hermano menor Una semana después, en su testimonial, Alejandro Mariano Ramírez hace referencia clara a los daños padecidos en esos años de tormentos: “Me hacía caca cuando iba a la escuela, me retaban, no tenía espacio para leer o estudiar en el Hogar; nadie del Hogar me ayudaba con las materias; me cortaron la lengua allí (señalando el frenillo), me hicieron cortar porque no hablaba, me quedé traumatizado, y no pude hablar por muchos años”. Casi al final de su testimonio señala que pudo hablar una vez que se encontró a resguardo en otro país, con la ayuda de su padre y de profesionales de la salud mental que lo acompañaron en ese proceso de develamiento.   El (no) Hogar Ambos narraron que fueron trasladados de manera transitoria a una institución atendida por monjas en la que, según dice, “podían ser hermanos”. Al respecto, Alejandro refiere: “No podíamos tomar contacto con nadie, no podíamos jugar con nadie (…)

Esta frase es del mural homenaje a pibes y pibas desaparecidas en la última dictadura cívico militar eclesiástica y a Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, en su barrio. El taller de mural y stencil de la Biblioteca Popular Paulo Freire del barrio San Atilio, de José C. Paz, se hizo presente con todo su arte en Castelar. Una historia de construcción popular de la Memoria, en primer plano. La Retaguardia estuvo presente y habló con quienes organizaron y participaron de la jornada. (Por La Retaguardia)   ✍️ Redacción: Marilina Contreras 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero 📷 Fotos: Marilina Contreras/La Retaguardia —¿Cómo surgió la idea de pintar un mural cerca de la casa de Norita? Sabemos que el año pasado vinieron por el cumpleaños y pintaron un mural para homenajearla. Ella  se acercó a agradecerles. ¿Cómo fue la planificación de este nuevo mural y cómo lo vivieron?   —Anahí Rojas (educadora popular del taller de mural y stencil): El taller históricamente tiene más de 10 años y todos los marzos se arranca trabajando con “la memoria”. Se arranca haciendo un mural por la memoria porque  hay que hacerlo, no puede volver a pasar todo lo que pasó. —Luca Santos (educador popular del taller de mural y stencil): La idea este año era continuar el mural que realizamos el año pasado en homenaje a Nora Cortiñas, el 22 de marzo, el día de su cumpleaños, muy cerquita de su casa. Planeamos esa situación porque conocemos o vemos como es Castelar y creemos que no se le da la relevancia a la memoria en el barrio. Entonces, nos parecía que rendirle un homenaje a Norita por su cumpleaños en su barrio cargaba con mucho más sentido que pintarla quizás en cualquier otro lado. Que igual iba a ser significativo pero el mensaje es mucho más concreto. Resultó que estuvo muy bueno, y que ella vino con nosotros. Se acercó, charló. Estuvo muy emocionada y en base a eso que hicimos el año pasado nos quedó mucha pared. Y entonces empezar otro año, otro marzo, poniendo la vara muy alta de acuerdo al taller de muralismo y stencil, pintando y continuando el mural que hicimos el año pasado. Pintamos alrededor de 20 metros, más o menos. Quedan otros metros más para pintar. Pintamos algunas caras de detenidos y desaparecidos de acá del oeste. Pintamos a Gustavo Cortiñas, a Marga Pinto, Sonia Von Schmelling, y a Germán Von Schmelling. —¿Cómo se llaman tus tíos? ¿Cómo viviste el hecho de pintarlos? —LS: Pintamos a mis dos tíos, desaparecidos en el año 1977 en Zona Sur, para mí algo muy especial, nunca los había pintado. No están pintados en el oeste, no son del oeste pero están adentro nuestro. Muy movilizante, pasé una semana que no podía hacer absolutamente nada de edición de calado porque lloraba básicamente. Significativo, emocionante. Leer, investigar y volver a pensar en esos momentos super nefastos que pasó la Argentina. Mi tía tenía 23 años, mi tío creo que tenía 21. Fueron asesinados. Justamente el 22 de marzo fue cuando asesinaron a mi tía, entonces, super chocante, hiriente y todo lo que le puede conmocionar a uno. Venir y pintar este mural con los chicos resignifica esa situación, y uno lo puede ir abordando desde otra manera. Con un mensaje concreto, que se vé gráficamente desde muchos lados. Honrando a los desaparecidos y no solamente a Norita Cortiñas.   —Queda más espacio en la pared, ¿están pensando en realizar otro mural? —LS: Todos sentimos la necesidad, en otro momento, de continuarlo y que toda la pared sea un mural nuestro. También que sea de pibes de un barrio humilde de San Atilio, José C. Paz., pintando casi en el centro de Castelar. Me parece personalmente hermoso. La situación, la imagen, los vecinos mirando. Esta vez tuvimos problemas con los parlantes pero la otra vez eran las diez de la mañana, estábamos escuchando Leo Mattioli, y la gente miraba como pensando “estos están desubicados”, “estos tienen otros colores”. Bueno, llamaron a la policía. Esa situación me parece que entra a interpelar, le es chocante al barrio y me parece que da para reempezar a ellos y a nosotros, todo el manejo de la sociedad. —Leandro Alegría: Para la pared que falta, en palabras de Norita, primero hicimos su imagen y nos dijo “no, no, conmigo no. Apunten a los 30.000”. Y después ella redobló la apuesta. “Apunten a los militantes que están vivos. Apunten a los vivos”. O sea que la próxima pared podría ser un buen homenaje a les compañeres vivos.               —¿Cómo fue laburar con los pibes antes y durante el mural? —Belén Benítez (coordinadora del Espacio La Biblioteca Popular Paulo Freire): Trabajar con los pibes la memoria siempre es movilizante. Siempre se trata como si no se hubiera tratado nunca, como si nunca lo hubiesen charlado, entonces te moviliza. Cada vez que lo hacés, cada vez que hablás del tema te moviliza. Y ves la cara de sorpresa, ese silencio que incomoda, que te hace sentir escalofríos, y está bueno poder sembrar en ellos la curiosidad de querer seguir sabiendo. Poder venir a pintar o plasmar una imagen que podía pasar desapercibida, que es una persona que no está, que desapareció en un contexto totalmente difícil y ajeno, entendiendo la edad, porque los adolescentes lo tienen como que pasó hace un montón y en realidad para nosotros que somos un poquito más adultos no fue hace tanto, cronológicamente hablando. Después traemos a colación los episodios de represión que hay hoy, las cosas parecidas que tenemos. Los acuerdos con el FMI (Fondo Monetario Internacional), el contexto económico. No solamente el hecho de las desapariciones en sí, sino todo lo que trae eso. Y te moviliza un montón, y entrás todo el tiempo en lo paradójico de los contextos, como que nunca salís de eso y te tira a pensar todo el tiempo, cuando lo empezás a charlar con ellos. Ver que es lo que saben,

El día martes 30 de marzo comenzó, en los Tribunales de Morón, el juicio por el asesinato del joven Pablo “Paly” Alcorta. ¿Qué declararon Emilia Vassallo y Rubén Alcorta, madre y padre del Paly? ¿Cómo se defendió Diego Ariel Tolaba, el policía acusado? El juicio continúa este martes desde las 9 horas con los alegatos, que se podrán ver en vivo con transmisión conjunta de La Retaguardia, Radio Zona Libre y Revoluciones.  (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Julián Bouvier 💻 Edición: Fernando Tebele A las 10.15 de la mañana, comenzó el juicio por el asesinato de Pablo ‘Paly’ Alcorta. El fiscal dijo que intentará probar la autoría penalmente responsable del imputado, bajo la carátula ‘Homicidio con arma de fuego’. Los hechos refieren al día 18 de mayo de 2013,  aproximadamente las 19 horas. En la colectora Gaona y Húsares de la localidad de Villa Tessei, partido de Hurlingham, provincia de Buenos Aires, Paly, junto a su amigo Gabriel Murillo, robaron la moto de Hernán Calasivetta y ante ese hecho, el oficial Diego Ariel Tolaba, que se encontraba en el puesto de peajes de la Autopista del Oeste, disparó dos veces hacia donde se encontraba la moto, impactando uno de ellos a Paly en su frente  lo que le produjo heridas gravísimas. Finalmente murió el 6 de diciembre del mismo año, luego de una extendida agonía. Por su parte, Eduardo Soares, abogado de parte de la querella representada por la Gremial de Abogadas y Abogados, planteó que: “se trata de un típico caso de gatillo fácil. ¿Por qué? Porque vamos a acreditar que el imputado actuó a sabiendas de que estaba ejecutando a una persona, un chico que no representaba ningún peligro ni para él y para los demás”. Luego, María del Rosario Fernández, también abogada querellante, hizo el pedido de que comiencen declarando la madre y el padre de Pablo Alcorta, para que luego se pudieran retirar del recinto, a lo que los jueces dieron lugar. La primera en declarar fue Emilia Vasallo, madre de Paly, quien contó que ese día tenían el bautismo de un familiar, que venía de Bahía Blanca, ciudad de donde es oriunda. Y que un rato antes del horario del bautismo, a Paly lo vino a buscar un amigo y ella le pidió que vuelva temprano, así llegaban a la ceremonia. Paly le dijo que sí, que se iba un ratito y volvía. De los hechos dijo no saber nada, solo que un rato más tarde su hermana la llamó y le dijo que habían ido de la Comisaría a decirle que Pablo había robado en el peaje y que tenía que ir ahí con la partida de nacimiento. Estuvieron un buen rato en la Comisaría, y nadie les decía dónde estaba Paly, e incluso, les trataban muy mal. Cuando entraron, contó Emilia, encontraron una moto con sangre, pero no pensaron que podía tener que ver con su hijo. También recuerda que los policías se comunicaban con el Hospital Posadas, preguntando si ‘ya había salido de la cirugía’. Y otros policías que estaban ahí en la Comisaría preguntaban ‘¿ya se murió?’ Tiempo después, Emilia se dio cuenta que hablaban de su hijo. Y que recién a las 12 de la noche llegó el comisario y les dijo que fueran al hospital, que su hijo había recibido un disparo. Ahí Emilia y su hija Loreley se desmayaron. Fueron junto con su esposo Rubén al hospital y cuando llegaron, los médicos les dijeron que la bala le había atravesado el cráneo, había entrado y salido. Que le había roto los nervios ópticos y había quedado ciego en cuestión de instantes. Emilia se volvió a desmayar.  Contó que Pablo estuvo internado 17 días y luego le dieron el alta. Agregó que no podía dormir, y que en una consulta psiquiátrica le empezó a salir un líquido blanco de la nariz. Era líquido cefalorraquídeo. De allí lo llevaron a internarlo en la Clínica Ciudad, donde estuvo 6 meses hasta que falleció. “Yo vi a mi hijo dejar de hablar y dejar de comer. Dejar de moverse. Yo vi a mi hijo morir poco a poco a consecuencia del disparo que salió del arma reglamentaria del asesino Tolaba”, dijo.  Luego de contar esta situación tan dolorosa, Emilia contó, a pedido de su abogado defensor, cómo está compuesta su familia, de qué trabajan. Después de explicar esto, Emilia se paró llorando, abrazó a su abogado y luego a Nora Cortiñas, madre de Plaza de Mayo, quien estaba escuchando el testimonio sentada en la primera fila y no paró de llorar. Tras los pasos de Emilia, también se retiró del recinto.  Luego Rubén, padre de Pablo, se sentó y tomó la palabra: “Las imágenes que más tengo presente son de cuando llegamos a la comisaría y se me burlaban todos los policías. El fiscal de Instrucción también nos volvió locos, maltrató a toda la familia”. Y concluyó diciendo: “Estos ocho años venimos peleando para poder sentar a esta basura en el banquillo”. Después, el tribunal pidió que se conecte a Hernán Calasivetta vía internet. Hernán era el dueño de la moto robada por Paly y Gabriel. Calasivetta parecía querer incriminar a los chicos, diciendo todo el tiempo que creía percibir que ellos le apuntaban al policía y que incluso, hubo disparos cruzados entre los chicos y Tolaba, pero tras varias repreguntas de la querella, admitió no haber visto esa supuesta situación en ningún momento. Que era una percepción. El juez le aclaró que esto es un juicio y se buscan pruebas, no percepciones.  Más tarde, pasó a declarar un trabajador del peaje, que compartía el lugar con una compañera suya y con Tolaba, el policía. Pero su declaración no tuvo mayor trascendencia, porque éste no había logrado ver mucho de la situación, porque cuando empezaron los disparos, se cubrieron. Entonces, su testimonio no aportó pruebas.  Minutos después, declaró Gabriel Murillo, el joven que estaba con Alcorta en el momento de los hechos. Murillo está privado de libertad debido a este robo hace 7 años.

En un polémico fallo, la Sala II de Casación ordenó revertir la cárcel común de un genocida. Lo insólito es que hasta ahora no se había ordenado que fuera a prisión. Mario Guillermo Ocampo, condenado en Contraofensiva II, sigue en su casa, aunque Casación parece defenderlo por las dudas. En esta nota intentamos contar algo difícil de explicar. (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe/Fernando Tebele 💻 Edición: Eugenia Otero/Fernando Tebele 📷 Foto de portada: Captura transmisión La Retaguardia La Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, con el voto mayoritario de Carlos Mahiques y Guillermo Jacobucci y la disidencia de Ángela Ledesma, resolvió darle la razón a un planteo de la defensa pública oficial de Mario Guillermo Ocampo, exintegrante del Destacamento de Inteligencia 201 del Ejército en Campo de Mayo y condenado a prisión perpetúa por crímenes de Lesa Humanidad en Contraofensiva II, en relación a su prisión domiciliaria. Hasta aquí, una noticia rutinaria: la Sala II beneficiando a condenados o acusados por crímenes de lesa humanidad. Pero la situación es bastante más difícil de explicar, porque Ocampo está en su casa y el TOF N° 4 de San Martín que lo condenó todavía no decidió revocarla. “Asiste razón a la defensa en cuanto a que la decisión cuestionada resulta prematura y, por lo tanto, arbitraria, pues el tribunal resolvió revocar la prisión domiciliaria de Mario Guillermo Ocampo y ordenar su traslado a una Unidad del Servicio Penitenciario Federal sin contar con los informes médicos correspondientes que permitan establecer si subsisten las razones humanitarias ponderadas para la oportuna concesión del instituto”, dice el fallo de la Sala II CFCP, firmada por Carlos A. Mahiques, Guillermo J. Yacobucci y Angela E. Ledesma (en disidencia). El fallo resulta anticipatorio. Revoca una decisión que aún no se tomó.   Repasemos la historia de la condena de Ocampo, que por otra parte está en el propio escrito judicial firmado por la Cámara: “El Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 4 de San Martín, en el veredicto del 30 de septiembre de 2021 —cuyos fundamentos fueron a dados a conocer el 26 de noviembre de ese año— resolvió, en lo que aquí interesa: ‘VIII.- Previo a verificar que la salud del imputado no sea un impedimento para ello, REVOCAR la prisión domiciliaria otorgada a Mario Guillermo Ocampo y ORDENAR su traslado a una Unidad del Servicio Penitenciario Federal, debiendo tramitar los reconocimientos médicos y los traslados a las partes y a las víctimas por vía incidental’”. Si pensamos que el Código Penal de Argentina nace en 1921, resulta apresurado asegurar que nunca sucedió algo así. Pero sin dudas es inaudito revocar un traslado a una Unidad del Servicio Penitenciario que nunca ocurrió con el argumento de que no se pidieron informes médicos… de los cuales se espera el resultado para definir dónde cumplirá la pena. La clave es: “Previo a verificar que la salud del imputado no sea un impedimento para ello, REVOCAR la prisión domiciliaria”. Mientras tanto, Ocampo sigue en su casa. Condenado y en su casa. Ya se le realizaron los estudios y el TOF está esperando que la U34 de Campo de Mayo responda si puede atender sus dolencias ahí. Seguramente sí, porque esa Unidad Penitenciaria, dicen quienes la conocen, es mejor que cualquier otra del Servicio Penitenciario Federal. Si la respuesta es afirmativa, el TOF revocaría la prisión domiciliaria, más allá del insólito fallo premonitorio de Casación. Así como se puede acusar a esta sala de Casación por tener una historia en defensa de condenados por crímenes de lesa humanidad, no puede decirse que el TOF 4 de San Martín actúe con una línea única de que todos vayan a cárcel común porque sí. Lo demostró con las condenas en Contraofensiva I: después de los estudios en cada caso, ordenó revocar las domiciliarias de Jorge Bano y Eduardo Ascheri, pero mantuvo las de Jorge Apa y Roberto Dambrosi. Antecedentes Mario Guillermo Ocampo es el séptimo represor condenado por los crímenes del Ejército Argentino en la represión de la Contraofensiva Montonera en esta tanda de juicios. Su juzgamiento se demoró porque estuvo prófugo seis años hasta que se lo descubrió viviendo en un country de Pilar, Provincia de Buenos Aires. Por esa fuga no fue parte del primer juicio por la represión a la Contraofensiva. Tiene actualmente otro juicio por crímenes de Lesa Humanidad en Mendoza, porque antes de estar destinado en Campo de Mayo había estado en el Batallón de Montaña de esa provincia. Esta misma Sala de Casación, también revocó la pena de cumplimiento efectivo en cárcel común a dos condenados por la represión a la contraofensiva: Jorge Eligio Bano y Eduardo Eleuterio Ascheri,  utilizando como principal argumento la edad, y también que no se habían fugado siendo imputados. Lo hizo después del fallo del TOF, como al menos corresponde técnicamente. Esta vez se adelantaron a un fallo que todavía no existe. Lo que bien podría ser un intento por adelantar el trabajo para aprovechar el feriado del 24 de marzo; o una decisión tomada para meterle presión al TOF y con el objetivo que deje de tener ideas estrambóticas, como que las condenas por delitos graves se cumplen en la cárcel, salvo que haya algún impedimento de salud.

Se conoció el fin de semana un escandaloso fallo que absolvió por el beneficio de la duda a Luciano Mallemaci, Ezequiel Quintana y Leandro del Villar, acusados por abuso sexual contra una adolescente, ocurrido en 2012 en Puerto Madryn. El fiscal había hablado de “desahogo sexual”. Este caso lleno de impericias judiciales dejó de lado el interés de la víctima en el proceso. Las abogadas de la mujer, que hoy padece estrés postraumático, afirman que los imputados no fueron sometidos a ninguna pericia ni respondieron preguntas, que todas las mujeres que declararon padecieron interrogatorios violentos y que la víctima fue maltratada por las juezas. Compartimos el escrito de Verónica Heredia, María Florencia Piermarini, Marisol Carmona, abogadas de la víctima. El veredicto dictado el pasado 19 de marzo de 2022 por las 3 juezas del Tribunal de Rawson en el caso de la violación grupal ocurrida en una fiesta de la primavera en 2012 en Playa Unión, es el resultado del proceso iniciado en enero de 2019 que mantuvo el pacto de silencio e impunidad desde entonces. Cuando pareciera que estuviéramos en vísperas de la tercera guerra mundial en el siglo XXI, se mantienen más vigente que nunca en el proceso penal los estereotipos, la misoginia, la iglesia, el clasismo, el patriarcado, todo en su máxima expresión. Escuchamos “desahogo sexual”, “la vida sexual posterior es un indicio”, “si no se investiga la vida sexual de la que denuncia abuso sexual no se puede hacer el juicio”, “como dice el Génesis”, “como dice Mateo 18”, “es el mejor hijo”, “es tan bueno que es un pollerudo”, “es tan bueno que junto a su novia les daban comida a los indigentes”, “conocí a mi novia donando ropa”, “las ex novias lo re quieren”, “la víctima soy yo”, “ella estaba con mi amigo”. Todas las mujeres que estuvieron en esa fiesta y tenían entre 16 y 17 años, declararon lo que vieron y escucharon esa noche; otras lo que escucharon días después. Acreditaron lo que sucedió e identificaron a los responsables. Dijeron que el terror de lo que pasó esa noche les cagó la vida a todas; que tuvieron y tienen temor pero que era su obligación como mujeres, algunas madres, de declarar ante la justicia por fin. Todos los varones que tenían entre 16 y 22 años se ampararon en el tiempo para no recordar nada o algo que los beneficiara a ellos y a los imputados. Todas las mujeres que declararon fueron sometidas a interrogatorios violentos por más de 2 horas. Ante las oposiciones que hacíamos junto a las fiscalas, incluso ante el reclamo de las propias declarantes, las juezas repetían: “estas son las reglas del debate, debe responder”. Las “reglas”, explicadas continuamente por los abogados defensores, eran que los “testigos no tienen derecho”, “que las reglas de contra interrogatorio permiten ser agresivos con los testigos”, “que los testigos deben responder por si o por no”. Una testigo se quejó ante las juezas: “las preguntas están hechas para tergiversar ¿por qué tengo que contestar eso?”. La respuesta fue “conteste señorita”. Los imputados jamás se sometieron a ninguna pericia ni respondieron a ninguna pregunta. Ella declaró al momento de hacer la denuncia y se sometió a una pericia durante tres días de 6 horas cada día, ante 7 peritos de los defensores y la fiscalía; debió responder más de 567 preguntas y a evaluaciones sobre su personalidad. Ellos declararon ante las juezas y dijeron lo que quisieron sin responder a ninguna pregunta; también dijeron sus últimas palabras. Nosotras los escuchamos respetuosamente. Las juezas se conmovieron. Ella se presentó ante el tribunal para decir sus últimas palabras, para ser escuchada por primera vez ante las juezas. Pedimos que se retiraran los imputados de la sala. Los abogados se quejaron y las juezas deliberaron para decidir si hacían lugar a nuestro pedido cuando está expresamente establecido en la ley. Los abogados y las juezas la interrumpían para decirle “eso no lo puede decir señorita”. Las juezas la maltrataron. Todas las testigos afirmaron que ella, esa noche, estaba “muy borracha”, “muy ebria”, “más borracha que todas”, “se tambaleaba”, “vomitó en la pieza”, “le lavábamos la cara en el baño”. Seis profesionales de la salud que la atendieron desde 2012 hasta 2021, pediatra, psicólogas y psiquiatra, afirmaron que padece estrés pos traumático producto del abuso sexual. Las juezas sostuvieron que ella consintió. Ella pidió por su libertad y por todas las mujeres que mueren en estos casos. Las juezas la condenaron por estar viva, ser profesional, trabajar, ser bella y brillante. Al escuchar el veredicto lloró de bronca e impotencia “por este mundo tan injusto”. Pero recibió el llamado y el abrazo de miles y de todas partes del mundo. Gracias. Gracias. “Me levanté con más fuerzas que antes. Sigamos”. Y vamos a seguir. El 28 de marzo se conocerán los fundamentos. El 11 de abril presentaremos la impugnación ante el Superior Tribunal de Justicia. Como dice Norita: “Esto recién empieza”. Verónica Heredia – María Florencia Piermarini – Marisol Carmona Abogadas 21 de marzo de 2022