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La Sala II de Casación Penal rechazó finalmente el pedido de la defensa de Marcelo Cinto Courtaux, el único de los imputados por la represión a la Contraofensiva de Montoneros que está en carcel común. Casi al mismo tiempo, el Tribunal Oral Federal Nº4 de San Martín, a cargo de Esteban Rodríguez Eggers, Matías Mancini y María Morguese Martín, le pidió a la jueza de instrucción de la megacausa Campo De Mayo, Alicia Vence, que detenga al gendarme Oscar Alberto Olari, de quien sospecha que participó en el crimen de Gervasio Martín Guadix. (Por El Diario del Juicio*) 📝 Texto 👉 Fernando Tebele/Martina Noailles📷 Fotos  👉 Gustavo Molfino/Fernando Tebele para El Diario del Juicio👆 Foto de Portada: Cinto Courtaux deberá permanecer en cárcel común El argumento de la pandemia de coronavirus no convenció a la Cámara Federal de Casación Penal: por mayoría, los jueces de la Sala II rechazaron el pedido de prisión domiciliaria de Marcelo Cinto Courtaux, el único imputado que está detenido en una cárcel común en el marco de la causa que investiga los delitos de lesa humanidad cometidos durante la represión a la Contraofensiva Montonera.El planteo de Leandro Sevillano, defensor público oficial de Cinto Courtaux, llegó a Casación luego de que el 1 de abril los jueces del Tribunal Oral Federal Criminal N°4 de San Martín rechazaran el pedido del beneficio. A pocos días de decretarse el aislamiento social y obligatorio, el jefe del Destacamento 201 de Inteligencia de Campo de Mayo había pedido irse a su casa ya que, según argumentó, se encontraba dentro del grupo de factor de riesgo “por ser un adulto mayor de 65 años de edad y ser hipertenso”.Sin embargo, los magistrados ponderaron que Courtaux está imputado de secuestrar, torturar y asesinar a casi un centenar de personas, y que permaneció prófugo de la justicia durante un lapso aproximado de tres años, desde su pedido de detención el 21 de abril de 2014 hasta su detención el 6 de mayo de 2017. Los jueces del Tribunal Oral también destacaron que a mediados del año pasado ya le habían denegado el beneficio de arresto domiciliaria en base a su edad (71) y su situación de salud, resolución que fue confirmada por Casación.Concretamente, en cuanto a la situación excepcional del Covid-19, el Tribunal Oral sostuvo que “por el momento no se han aportado al caso elementos de convicción que permitan deducir un riesgo inminente o grave para la salud del interno en cuestión, por fuera del que viene sufriendo el resto de la población, y que habilite ir en contra de la política general de Salud Pública, que consiste (…) en no moverse del lugar en que cada uno se encuentra”.En su resolución de hoy, Carlos Mahiques y Guillermo Yacobucci, dos de los tres jueces de la Sala II de Casación, consideraron suficientes y válidos los argumentos del Tribunal Oral al momento de rechazar el arresto domiciliario por lo que declararon inadmisible el recurso presentado por la defensa del imputado.Cinto Courtaux fue jefe del Destacamento 201 de Inteligencia dependiente del Comando de Instituto Militares de Campo de Mayo, y está acusado de participar de los secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos de 88 militantes que participaron de la Contraofensiva de Montoneros en los años 1979 y 1980. Fue capturado en mayo de 2017 luego de haber burlado a la Justicia durante 37 meses. Cuando lo atraparon, le hallaron entre sus pertenencias recortes periodísticos con una reseña de la labor del abogado querellante en este juicio, Pablo Llonto. El gendarme Olari, al finalizar su declaración. De fondo, Esteban Rodríguez Eggers, el presidente del tribunal que ahora le pide a la jueza de instrucción que lo mande a detener. (Foto: Fernando Tebele/El Diario del Juicio) Pedido de detención Este mismo viernes y en una resolución sorpresiva, el Tribunal Oral Federal Nº4 de San Martín le pidió a la jueza de instrucción de la megacausa, Alicia Vence, titular del Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional Nº2 de la misma Localidad, que detenga a Oscar Alberto Olari, uno de los gendarmes que declaró como testigo en la causa por la represión a la Contraofensiva de Montoneros. Le pide que investigue su posible participación en el asesinato de Gervasio Martín Guadix. Olari fue el responsable de confeccionar un informe sobre lo que se presentó en la prensa nacional como el suicidio de Guadix, supuestamente ocurrido en el puente fronterizo entre Paso de los Libres (Argentina) y Uruguayana (Brasil). Pero en el juicio, no sólo a través de sus contradicciones sino por las declaraciones de casi una decena de testigos, quedó claro que Guadix no estaba allí, que todo fue fraguado para poder presentar la situación como un suicidio de un militante que ingresaba al país, cuando en realidad Guadix había sido secuestrado en otro lugar.El día de la declaración de Olari, cuando finalizó, el gendarme llegó a la puerta de la salida de la sala y detrás suyo salió corriendo Dolores Guadix, la hija de Gervasio Martín, quien fue reconstruyendo lo que sucedió realmente con su padre. La jornada es también recordada por ese episodio. En aquel informe de noviembre de 2019, publicábamos en este Diario del Juicio: Sin tocarlo, le puso la foto de su padre delante del rostro y le gritó: ‘te acordás de él, ¿no?’. Olari recorrió la salida hacia la calle a paso normal, pero apenas pisó la vereda, emprendió una carrera veloz intentando escapar del posible lío judicial en el que se metió con sus más dudas que certezas. Todo indica que el problema judicial de Olari tendrá nuevos capítulos.Tras el pedido del Tribunal Oral, es ahora la jueza de instrucción Alicia Vence la que debe resolver si lo detiene o no. Es de suponer que la situación se resuelva con celeridad, para evitar cualquier peligro de fuga. Las fotos que figuran en el expediente fraguado que lleva la firma del ahora sospechoso gendarme Olari. Allí el paso limítrofe en el puente que divide Argentina de Brasil, en Paso de los Libres, Corrientes. (Foto: Gustavo Molfino/El Diario del Juicio) *El diario del

La Sala II de Casación Penal rechazó finalmente el pedido de la defensa de Marcelo Cinto Courtaux, el único de los imputados por la represión a la Contraofensiva de Montoneros que está en carcel común. Casi al mismo tiempo, el Tribunal Oral Federal Nº4 de San Martín, a cargo de Esteban Rodríguez Eggers, Matías Mancini y María Morguese Martín, le pidió a la jueza de instrucción de la megacausa Campo De Mayo, Alicia Vence, que detenga al gendarme Oscar Alberto Olari, de quien sospecha que participó en el crimen de Gervasio Martín Guadix. (Por El Diario del Juicio*) 📝 Texto 👉 Fernando Tebele/Martina Noailles📷 Fotos  👉 Gustavo Molfino/Fernando Tebele para El Diario del Juicio👆 Foto de Portada: Cinto Courtaux deberá permanecer en cárcel común El argumento de la pandemia de coronavirus no convenció a la Cámara Federal de Casación Penal: por mayoría, los jueces de la Sala II rechazaron el pedido de prisión domiciliaria de Marcelo Cinto Courtaux, el único imputado que está detenido en una cárcel común en el marco de la causa que investiga los delitos de lesa humanidad cometidos durante la represión a la Contraofensiva Montonera.El planteo de Leandro Sevillano, defensor público oficial de Cinto Courtaux, llegó a Casación luego de que el 1 de abril los jueces del Tribunal Oral Federal Criminal N°4 de San Martín rechazaran el pedido del beneficio. A pocos días de decretarse el aislamiento social y obligatorio, el jefe del Destacamento 201 de Inteligencia de Campo de Mayo había pedido irse a su casa ya que, según argumentó, se encontraba dentro del grupo de factor de riesgo “por ser un adulto mayor de 65 años de edad y ser hipertenso”.Sin embargo, los magistrados ponderaron que Courtaux está imputado de secuestrar, torturar y asesinar a casi un centenar de personas, y que permaneció prófugo de la justicia durante un lapso aproximado de tres años, desde su pedido de detención el 21 de abril de 2014 hasta su detención el 6 de mayo de 2017. Los jueces del Tribunal Oral también destacaron que a mediados del año pasado ya le habían denegado el beneficio de arresto domiciliaria en base a su edad (71) y su situación de salud, resolución que fue confirmada por Casación.Concretamente, en cuanto a la situación excepcional del Covid-19, el Tribunal Oral sostuvo que “por el momento no se han aportado al caso elementos de convicción que permitan deducir un riesgo inminente o grave para la salud del interno en cuestión, por fuera del que viene sufriendo el resto de la población, y que habilite ir en contra de la política general de Salud Pública, que consiste (…) en no moverse del lugar en que cada uno se encuentra”.En su resolución de hoy, Carlos Mahiques y Guillermo Yacobucci, dos de los tres jueces de la Sala II de Casación, consideraron suficientes y válidos los argumentos del Tribunal Oral al momento de rechazar el arresto domiciliario por lo que declararon inadmisible el recurso presentado por la defensa del imputado.Cinto Courtaux fue jefe del Destacamento 201 de Inteligencia dependiente del Comando de Instituto Militares de Campo de Mayo, y está acusado de participar de los secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos de 88 militantes que participaron de la Contraofensiva de Montoneros en los años 1979 y 1980. Fue capturado en mayo de 2017 luego de haber burlado a la Justicia durante 37 meses. Cuando lo atraparon, le hallaron entre sus pertenencias recortes periodísticos con una reseña de la labor del abogado querellante en este juicio, Pablo Llonto. El gendarme Olari, al finalizar su declaración. De fondo, Esteban Rodríguez Eggers, el presidente del tribunal que ahora le pide a la jueza de instrucción que lo mande a detener. (Foto: Fernando Tebele/El Diario del Juicio) Pedido de detención Este mismo viernes y en una resolución sorpresiva, el Tribunal Oral Federal Nº4 de San Martín le pidió a la jueza de instrucción de la megacausa, Alicia Vence, titular del Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional Nº2 de la misma Localidad, que detenga a Oscar Alberto Olari, uno de los gendarmes que declaró como testigo en la causa por la represión a la Contraofensiva de Montoneros. Le pide que investigue su posible participación en el asesinato de Gervasio Martín Guadix. Olari fue el responsable de confeccionar un informe sobre lo que se presentó en la prensa nacional como el suicidio de Guadix, supuestamente ocurrido en el puente fronterizo entre Paso de los Libres (Argentina) y Uruguayana (Brasil). Pero en el juicio, no sólo a través de sus contradicciones sino por las declaraciones de casi una decena de testigos, quedó claro que Guadix no estaba allí, que todo fue fraguado para poder presentar la situación como un suicidio de un militante que ingresaba al país, cuando en realidad Guadix había sido secuestrado en otro lugar.El día de la declaración de Olari, cuando finalizó, el gendarme llegó a la puerta de la salida de la sala y detrás suyo salió corriendo Dolores Guadix, la hija de Gervasio Martín, quien fue reconstruyendo lo que sucedió realmente con su padre. La jornada es también recordada por ese episodio. En aquel informe de noviembre de 2019, publicábamos en este Diario del Juicio: Sin tocarlo, le puso la foto de su padre delante del rostro y le gritó: ‘te acordás de él, ¿no?’. Olari recorrió la salida hacia la calle a paso normal, pero apenas pisó la vereda, emprendió una carrera veloz intentando escapar del posible lío judicial en el que se metió con sus más dudas que certezas. Todo indica que el problema judicial de Olari tendrá nuevos capítulos.Tras el pedido del Tribunal Oral, es ahora la jueza de instrucción Alicia Vence la que debe resolver si lo detiene o no. Es de suponer que la situación se resuelva con celeridad, para evitar cualquier peligro de fuga. Las fotos que figuran en el expediente fraguado que lleva la firma del ahora sospechoso gendarme Olari. Allí el paso limítrofe en el puente que divide Argentina de Brasil, en Paso de los Libres, Corrientes. (Foto: Gustavo Molfino/El Diario del Juicio) *Este diario del

El sábado pasado se realizó en La Tablada un homenaje a Gastón Tonchi Flores, asesinado hace 18 años por la Policía Bonaerense. Durante la jornada se pintó un mural, hubo música en vivo y se escucharon las voces de familiares, amigos y amigas del joven. (Por La Retaguardia) ✍ Texto 👉 Julián Bouvier🎤 Testimonios 👉 Pedro Tato💻 Edición 👉 Pedro Ramírez Otero📷 Foto de Portada 👉 Florencia PropatoEs sábado al mediodía y La Tablada comienza a pintarse de protesta. También de alegría y de encuentro. Se cumplen 18 de años de que la Policía Bonaerense mató a un joven allí, en donde se entrelazan dos importantes calles matanceras: Avenida Crovara y Arieta.El asesinato de Gastón Tonchi Flores fue en la madrugada del 3 de marzo del 2002, cuando el cabo primero Gómez decidió fulminarlo con un itakazo en el estómago, luego de que otro Policía -vestido de civil- le diera varios disparos de balas de goma. El cabo Gómez, quien terminó con la vida del joven, fue condenado a 20 años de prisión. Luego, por decisión de la Cámara de Casación, la condena bajó a 18 y finalmente, alegando “buena conducta”, la justicia determinó liberarlo al haber cumplido 14 años de prisión, las dos terceras partes de la pena. Los demás responsables policiales del asesinato del Tonchi nunca fueron juzgados.La soleada y calurosa tarde matancera va tomando color: el Frente de Artistas del Oeste, junto con artistas autoconvocados/as desde temprano, pintan un mural. La cara de Tonchi, acompañada por unos cálidos colores pastel, se apropian de una pared en la que alguna vez hubo inscripciones que recordaban a los militares que murieron en el Regimiento de la Tablada, cuando en enero del ’89 militantes del MTP (Movimiento Todos por la Patria) intentaron tomar el cuartel. Cuatro de ellos aún permanecen desaparecidos. La madre de Tonchi, que de a poco empieza a hablar más y a sacarse de adentro el dolor con algunas palabras (si se pudiera), pide que en el muro se vea una frase de Diego Torres que ella siente como propia: “Siempre te recuerdo para no extrañarte”.Amigos y amigas de Tonchivan llegando desde temprano y acercan el sonido para el festival, cuelgan algunas banderas que ya convocan a la jornada que dará comienzo al atardecer con una murga. Niños y niñas con la cara del Tonchi en sus remeras, familiares, más amistades, artistas, llegan para ir armando lo que será esta amena tarde/noche de música, encuentro y lucha.Hacia la noche, entre las bandas que van ambientando la Avenida Crovara, se acerca al micrófono alguien que bien sabe de estas injusticias: Vanesa Orieta, la hermana de Luciano Arruga, que parada junto al padre de Tonchi, reflexiona y nos invita a pensar: “Es importante recordar a las personas que fueron víctimas de la represión estatal en actividades como esta, porque tenemos que aferrarnos a la vida, porque la vida tiene que ver también con la alegría, pero es necesario en un momento hacer un silencio, poder pensar y tomar conciencia de lo que significa hablar de represión estatal. Hablar de represión estatal en nuestro país es hablar de la muerte sistemática de un montón de pibes y pibas de nuestros barrios. Y a su vez es pensar cómo se empiezan a generar estas políticas represivas”. Recordó, entre otras cosas, la responsabilidad política de quien es hoy otra vez intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, en la desaparición de su hermano.Después escuchamos las palabras de Ramón Guaro Flores, el padre del joven, que no son más que de agradecimiento, sobre todo hacia Abel Giménez, amigo de Tonchi ,que desde el día uno se encarga de recordarlo organizando cada actividad y convocando para que sean verdaderos homenajes. Además, recuera a amigos de su hijo que perdieron la vida, pero que siempre estuvieron acompañando en estas jornadas.Por último, su amigo Abel -organizador de este festival-  cierra con unas palabras y con una propuesta a todas las personas que estamos allí. “Les vamos a pedir el apoyo a todos ustedes porque queremos armar acá una Plaza de la Memoria, que tenga la cara del Tonchi en el piso. Porque sabemos que Tonchi no va a volver con nosotros, pero no queremos que a ningún otro pibe le vuelva a pasar lo que le pasó a él. Sabemos que el aparato represivo está más vigente que nunca, aunque lo tapen. Tenemos que combatir eso. Y lo vamos a hacer con esa Plaza para seguir gritando Memoria, Verdad y Justicia”.

El testimonio de Adela Segarra fue un recorrido por sus pasos escapando de la represión. Una vuelta por los recuerdos de sus compañeros y, sobre todo, de sus compañeras: “las que no están, y las que sobrevivimos”. En poco más de una hora, cumplió con la expectativa importante que había generado su paso por el juicio. (Por El Diario del Juicio*) ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 💻 Edición 👉 Diana Zermoglio/Martina Noailles💻 Colaboración  👉 Braulio Domínguez📷 Fotos 👉  Gustavo Molfino Ha pasado una hora del testimonio de Adela Segarra. Ha recordado nombres, apodos, alegrías y tristezas. Es evidente que viene el final cuando Pablo Llonto, abogado querellante, le pide si puede leer una carta que Adela tiene sobre la mesa. Es de Ángel Servando Benítez. A sus espaldas, María Sol, la hija de aquel militante al que conocían como Fermín, está por desbordar emoción desde sus ojos gigantes.Estoy aquí, sé que estoy en compañía y que la realidad nos junta más. Juanita, Jorge, Toti y todos sabemos que la victoria llegará. Tenemos fe en ella. Crean ustedes en mí, cuando hay hombres que luchan un día y hay hombres que luchan siempre, cuando más necesitamos la libertad. Luchemos. Fermín El papel amarillento no sólo es señal del paso del tiempo. En la letra desprolija de aquel chapista de autos entregado a la militancia, se adivinan también algunas de las esperanzas que no por amarillentas, son desechables cuarenta años después. *** La mañana está repleta de expectativas. Hay mañanas especiales en este juicio, como en todos los demás. Personas que atraen, que son esperadas, que generan tensión anticipada. Adela Segarra es una de ellas, sin dudas. Lo peor de todo, al menos para las personas ansiosas, es que le tocó declarar el mismo día en el que otros cuatro testigos lo harán por videoconferencia. Entonces, a cada minuto, todo puede cambiar. Internet es un mundo que se abre y comunica, pero también puede ser motivo de inquietudes y corridas de la gente del tribunal si algo saliera mal.Se oye un murmullo casi desaprobatorio cuando el juez Esteban Rodríguez Eggers anuncia que el primer testigo es uno de los gendarmes que se contradirá por el caso de Gervasio Martín Guadix. Allí, la mayoría quiere escuchar a Adela, pero obviamente respetará y se asombrará con las idas y vueltas de los testimonios alrededor de Guadix. Luego del primer gendarme, parece que vendrá un segundo. Sin embargo, algo falla en la conexión. Con mucha habilidad para leer lo que pasa entre el público, Rodríguez Eggers deja esperando por una mejor conexión al gendarme olvidadizo que está en Paso de Los Libres, y convoca a Adela Segarra, que ingresa a la sala y toma asiento. La que abre el juego, como casi siempre, es la fiscal Gabriela Sosti: —Yo tengo presente tu militancia en Montoneros, tengo presente también el tiempo de tu exilio, y en ese contexto te voy a pedir que nos cuentes, nos relates, qué es lo que recordás sobre algunos compañeros puntualmente, más allá de que vos después menciones a otro. Y te voy a preguntar por los dos tiempos, el tiempo de la militancia antes del exilio, y el tiempo del exilio. En el primer caso puntualmente te quiero preguntar por Frías. A partir de eso relatanos todo lo que recuerdes —da pie Sosti.—Bueno, yo empecé mi militancia en la década del ‘70, en un contexto de mucho compromiso militante —dice Segarra mientras nombra como faros guía a Perón, a Evita, a la revolución Cubana y a las luchas en el continente—. En ese contexto, con 14 años yo empiezo a militar en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), que era una agrupación de base de Montoneros. En el año ‘74 yo tenía 15 años y empiezo una relación de pareja con Joaquín Areta, que fue un compañero de vida. La intensidad de aquellos años fue tal que, aunque sólo alcanzaron a compartir sus vidas cuatro años, Segarra y Areta quedaron de algún modo entrelazados para siempre, aun cuando la represión comenzaba a intensificarse. “En el año ‘75, en la ciudad de La Plata, que es donde nosotros militábamos, empieza una escalada de represión y de violencia. Ese año asesinan a un amigo nuestro, (Ricardo) Patulo Rave”, recuerda. “A principios del ‘76 allanan la casa de Joaquín, comienza una escalada de mucha represión hacia nuestros compañeros que eran todos adolescentes, teníamos entre 14 y 17 años, éramos de la UES. Y con Joaquín decidimos formalizar nuestra relación y lo hacemos a través de una ceremonia religiosa, en la ciudad de La Plata”. Va mezclando el amor y la lucha, porque así era en aquellos años, porque así sigue siendo de algún modo, con otras maneras. Cuenta que por ese tiempo decidieron salir de La Plata para salvar sus vidas y entran en la clandestinidad cuando se mudan al oeste del Gran Buenos Aires, de la mano del hermano de Joaquín, Jorge Ignacio Areta (Iñaki). La responsable de toda esa zona era María Antonia Berger, sobreviviente de la Masacre de Trelew que luego sería desaparecida. Pasan por una casa en Libertad, Partido de Merlo, a la que no podrán volver luego de que la ataquen. Frías, el Dandy De allí van para Loma Hermosa, en Tres de Febrero, en lo que sería el primer punto vinculado a este juicio, porque es donde conviven ambos junto a Federico Frías, que sería secuestrado y desaparecido en medio de la Contraofensiva. Su nombre en la organización “era Lucio, pero le decíamos El Dandy”, recuerda Segarra frente al tribunal. Remarca que los tres trabajaban por algo más que ganarse una moneda para sobrevivir: “Nosotros teníamos una concepción de la militancia que era de mucho compromiso con nuestro pueblo, de pensar que todos teníamos que trabajar y vivir de nuestro ingreso y trabajar insertos en el mundo productivo. Joaquín era obrero en una carpintería metalúrgica y Federico Frías también”. De Frías señala especialmente su tristeza por la distancia con su hijo Joaquín, que ya fue testigo en este juicio. “Él venía de atravesar una situación de

Se reanudaron las audiencias con tres testimonios, dos de ellos vinculados a la familia Benítez. Primero declaró Beatriz López, la esposa de Ángel Servando Benítez que fue secuestrado y luego desaparecido. En el segundo turno estuvo Oscar Benítez, hermano de Jorge Benítez, un adolescente de 16 años que también está desaparecido. Ambos testimonios aportaron emoción y data histórica desde diferentes lugares. El cierre fue para un sobreviviente de la Contraofensiva, Ramón Rosales, quien narró su experiencia de entradas y salidas del país, de las que consiguió sobrevivir. El juicio continuará el próximo jueves 13, desde las 9 horas. (Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos 👉 Diego Guiñazú / Virginia Croatto / Daniel Cabezas / Luis Piccoli📷 Selección de fotos 👉 Gustavo Molfino  ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 💻 Edición 👉 Martina Noailles ☝ Foto de portada 👉 Una bandera aparece colgada en la fachada enfrente del tribunal. Tiene todos y cada uno de los nombres de quienes formaron parte de la Contraofensiva y fueron desaparecidos/as. 📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ Beatriz López declaró casi dos horas. Contó cómo fue su relación con Ángel Servando Benítez, un chapista de autos que se integró a Montoneros. Beatriz contó cómo fue la relación entre ambos y se detuvo especialmente en un encuentro familiar que tuvieron en Río de Janeiro poco tiempo antes de que Ángel, de 29 años, y su sobrino Oscar, de 16, fueran secuestrados cuando eran parte de la Contraofensiva. 📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ También relató la preocupación de Ángel Servando Benítez por preservar del alcance de los genocidas unas cajas que había traído en su viaje: “No sabés lo que traje”, le dijo. Ella le pidió que no le contara. Una de las cajas tenía una ruleta que oficiaba de embute. Luego del secuestro, los genocidas regresaron a buscarla y se la llevaron. Beatriz se deshizo de la otra caja, tal cual le había pedido Ángel. La tiró en un arroyo luego de haber visto que contenía documentos de diferentes nacionalidades y dinero.  📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ Desde la primera fila, la había observado atentamente durante su testimonio. Al terminar fue la primera en dirigirse hacia su abrazo. María Sol Benítez hija del matrimonio entre Ángel y Beatriz. Ya declaró en esta causa hace algunas audiencias, en la que leyó y mostró algunas de las cartas que enviaba su padre. 📷Daniel Cabezas/El Diario del Juicio ☝ Oscar Benítez Valdez es hermano de Jorge Benítez, el joven desaparecido a los 16 años. No lo conoció. Nació como parte de una nueva relación de su padre, también Oscar Benítez, que colaboró con Montoneros y murió hace algunos años. En su testimonio, Oscar pidió permiso para pasar un audio. Allí se escucha la voz de Jorgito en un mensaje vía casete que le envió a su padre Oscar. Lo grabo junto a su hermano Daniel, que no podía contener su emoción desde la primera fila.  📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ Oscar Benítez aportó algunas de las fotos de su hermano y su tío junto a otros compañeros y compañeras. Aparecen Mariana Guangiroli, Ricardo Zucker, Marta Libenson, Verónica Cabilla, Miriam Antonio Frerichs, Raúl Milberg, Ernesto Emilio Ferré Cardozo, Ángel Benítez y Jorge Benítez. También está el Padre Jorge Adur, porque están reunidos para bautizar a Ana Victoria, la hija de Marta Libenson 📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ Los jueces Rodríguez Eggers y Mancini observan las fotos aportadas por Oscar Benítez.  📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ Oscar contiene, tras su declaración, a Nelly, la madre de Jorgito, que siguió atenta y emocionada todo el testimonio, y volvió a escuchar la voz de su hijo a través del audio que Oscar compartió en la sala. 📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ En un mismo llanto desconsolado, Daniel y Oscar, los dos hermanos de Jorgito, se aprietan en un abrazo conmovedor. Cada vez que termina un testimonio, se produce una suerte de ronda de abrazos, que en realidad son mucho más que eso. Hay allí complicidad, amor, cariño, orgullo, tristeza, desolación. Todo junto en esos cuerpos apretados. 📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ En un breve parate del juicio, la familia Benítez en pleno ocupando la primera fila (también se ve, segunda desde el fondo, a Ana María Montoto Raverta). Con anteojos rojos aparece Olga Benítez, que fue testigo del juicio y es la hermana de Ángel y tía de Jorge. 📷 Luis Piccoli/El Diario del Juicio ☝ El último testigo de la jornada fue un sobreviviente. Ramón Rosales. Había estado detenido antes del golpe del 24 de marzo de 1976 en Mendoza, donde pasó por el D2, que sería luego el centro clandestinos de detención tortura y exterminio más grande de la provincia. Salió en libertad con la “opción” de salir a México, y continuó allí su militancia como parte de uno de los grupos TEA (Tropas Especiales de Agitación) que actuó en este caso en el sur del gran Buenos Aires. Rozales consiguió entrar, realizar la tarea, salir y sobrevivir.  📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝  Ya en las puertas del tribunal y luego del cierre de la primera audiencia, Rosales comparte foto con Pablo Llonto, el abogado de la querella mayoritaria. Además de haber sido parte de los grupos TEA, Rozales entró varias veces al país para “sacar” gente. La operación consistía en regresar con un kit de documentos falsos y dinero que permitía a militantes que estaban en riesgo de ser secuestrados pudieran abandonar el país para salvar sus vidas.  📷 Virginia Croatto/El Diario del Juicio *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

En Quién mató a mi hermano, la  película de Ana Fraile y Lucas Scavino estrenada el año pasado sobre Luciano Arruga, aparece la perito médica Virginia Creimer afirmando que el joven de 16 años podría haber sido víctima de abuso sexual por parte de la Policía Bonaerense. Fue luego de observar una serie de fotografías de Luciano al momento de su asesinato en la General Paz y al analizar resultados de la segunda autopsia, Esta declaración fue sorprendente: no se conocía públicamente el informe que Creimer había elaborado cuando se encontró el cuerpo de Luciano. La semana pasada, y a horas de cumplirse un nuevo aniversario de la desaparición, Vanesa Orieta, su hermana, habló con La Retaguardia, por primera vez, de la valiente decisión de permitir que estos datos salieran a la luz. Afirmó que junto a su madre, Mónica Alegre, están fortalecidas, y que se tomó esta decisión, difícil y dolorosa, porque la sociedad debe saberlo, y que las palabras de Creimer acompañan la denuncia de la familia contra la Policía Bonaerense. Vanesa concluyó, además, que la perito forense es clara y deja en evidencia la perversidad de la Policía Bonaerense en los barrios populares. En diálogo con La Retaguardia, Creimer aportó más detalles sobre su informe, y también explicó por qué cree que aún no fue incorporado a la causa. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista 👉 Fernando Tebele 📝 Texto 👉 Rodrigo Ferreiro💻 Edición 👉 Rosaura Barletta/Fernando Tebele📷 Fotos 📽️ Video de la película ¿Quién mato a mi hermano? de Ana Fraile y Lucas Scavino Al momento de la identificación de los restos de Luciano Arruga, enterrado como NN en el cementerio de la Chacarita hasta octubre de 2014, Virginia Creimer trabajaba en el Ministerio Público Fiscal. Es una médica forense de extensa trayectoria, que luego de trabajar para el sector público durante un período prolongado, tuvo que cambiar al ámbito privado. No fue una elección. Sufrió amenazas graves, como la aparición de un cuchillo ensangrentado clavado en la puerta de su casa, o acciones aún más directas y tenebrosas, como el descuartizamiento de una de sus mascotas. Ante la ausencia de protección desde el Estado, decidió salirse para poder seguir parada en el mismo lugar. Su participación en juicios como el que condenó por los crímenes de los dirigentes montoneros Osvaldo Cambiaso y Eduardo Daniel Pereyra Rossi, a Luis Abelardo Patti, ex policía y político estrella de la ultraderecha noventosa; o el peritaje que imposibilitó uno de los intentos del genocida Etchecolatz de conseguir la domiciliaria, entre otras causas en las tuvo un rol relevante, pudieron haber ocasionado las amenazas, porque sus revelaciones ayudaron a volcar causas contra gente poderosa, en general integrantes de las fuerzas de seguridad. El caso de Luciano no es la excepción. Creimer hizo un informe exhaustivo de la segunda autopsia realizada sobre los restos de Luciano y sobre las fotos que muestran cómo se encontraba al momento de ser atropellado en General Paz. En ambos aspectos, su aporte fue revelador. Esta entrevista es un diálogo fuerte, que golpea. Sin embargo, es necesario y clave, no sólo para descubrir la verdad acerca de lo que pasó con Luciano, sino para entender la capacidad cínica de la Bonaerense. —La Retaguardia: ¿Qué implica para una perito que se involucra como vos que las familias puedan poner en palabras ese sufrimiento de Luciano? —Virginia Creimer: En principio, dejar en claro que es un proceso complejo, las pruebas no aparecen de inmediato o mágicamente como en las películas. En mi caso, cuando tomo una causa la sigo hasta el final, hasta las últimas consecuencias, y a veces así son las consecuencias. La verdad repara, y a veces la justicia no repara el daño causado por otros, pero la verdad repara, y muchas veces es tan dolorosa que lleva un tiempo de duelo aceptar esa verdad. Con Vanesa hemos hablado de esto, lo duro de aceptar que ese testimonio aparezca en la película, y la valentía que tuvieron ellas dos, Vanesa y su mamá (Mónica Alegre), tanto en encontrar a Luciano como en romper esa coraza, romper tantos dolores, y decir “sí, a Luciano le pudo pasar eso, hay alguien que trabaja hace años investigando esas cosas, a estudiar cómo las fuerzas de seguridad violentan a las personas, que está pensando que además de todo lo que sufrió, además de todas las otras torturas, fue víctima de abuso sexual”. Y eso fue muy duro en la investigación, porque cuando yo tomo conocimiento de que existen las fotografías, y ya trabajando para el Ministerio Público Fiscal, el fiscal (Sebastián Basso, actualmente a cargo de la Unidad AMIA) es reacio a mostrármelas, yo no quería instistir, pero la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza planteó que tenía que verlas. Hasta ese momento yo sólo tenía objetivamente las lesiones que se habían encontrado en la primera autopsia (realizada al cuerpo NN al momento del atropellamiento en la Gral. Paz), bastante deficiente, y las lesiones que habíamos empezado a encontrar en la reautopsia, muy importantes porque daban cuenta de las torturas que había sufrido anteriormente Luciano. Pero cuando me abren la carpeta de la autopista con las fotos y yo veo el cuerpo de Luciano en el asfalto, y veo la ropa que tenía puesta (hasta ese momento sólo sabía, yo, de las lesiones desde el punto de vista médico legal). No es que mi juicio cambia, pero la realidad me pegó un cachetazo en la cara, porque después de haber trabajado durante tantos años investigando el accionar de personas perversas, cuando veo el cuerpo de Luciano, tenía puesto una tolerita, un pañuelo en el cuello, unas medibachas mal puestas, porque evidentemente Luciano no sabía cómo ponérselas, con una vedetina rosa por encima de las medibachas, un jean de mujer enrollado hasta las rodillas, y esto es un dato muy importante, porque quiere decir que Luciano corrió con los pantalones hasta la rodilla, y de ese modo es imposible cruzar la General Paz, es ir hacia la muerte. —LR: Ese dato

El martes pasado murió Raúl Guillermo Pascual Muñoz, uno de los dos imputados de este juicio que ya fueron condenados a la pena de prisión perpetua por asesinato de Ana María Martínez. Muñoz gozaba del beneficio de la prisión domiciliaria y había presentado la misma semana pasada un pedido de excarcelación. El imputado fue “homenajeado” por los otros imputados, pero el tribunal decidió quitar el crespón antes de que ingresara la totalidad del público.Las testimoniales fueron tres. Primero declaró un testigo de identidad reservada. Es un ex policía de la bonaerense, que participó de operativos que intentaban identificar militantes para proceder a sus secuestros. El segundo turno fue para Emilio Goya; la semana pasada había declarado su hermano, nieto recuperado. Lo hizo por el secuestro y desaparición de su padre, Francisco Goya. En el cierre de la extensa jornada, fue testigo el sociólogo e historiador Roberto Baschetti, quien reveló cómo accedió a documentos secretos del Ejército.(Por El Diario del Juicio*)  📷 Fotos  👉 Gustavo Molfino📝 Textos  👉 Fabiana Montenegro  👉  Fernando Tebele💻 Edición  👉  Fernando Tebele☝ Foto de Portada: El resto de los imputados decidió “homenajear” a Muñoz con un crespón negro sobre una bandera argentina apoyado en la silla, como puede observarse en la foto. Uno de los imputados lo habría colocado en el lugar antes de comenzar la audiencia. El tribunal pidió que fuera retirado de la sala. Uno de los primeros querellantes en llegar se encontró con la sorpresa y le comentó a otra de las tempraneras: “es muy curioso y simbólico. Nosotros les hacemos los homenajes a nuestros compañeros en las escuelas en las que estudiaron, en las calles que pisaron, frente a las casas en las que vivieron. Colocamos ahí baldosas que hacemos colectivamente, que tienen color, que rescatan sus historias militantes y familiares. Estos tipos realizan sus homenajes en una silla de imputado por delitos de lesa humanidad, porque claramente es el lugar que ocupan en nuestra sociedad hoy”. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ De los 9 imuptados en la causa, 2 están a través de videoconferencias: Sotomayor desde Tucumán y Firpo desde Mar del Plata. De los 7 que venían a la sala de audiencias, ya murieron 2 desde que comenzó el juicio. Blas Casuccio y ahora Muñoz. Sólo quedan en la sala (de izq. a der.) Apa, Dambrosi, Bano y Ascheri. A quienes se sumó más tarde Cinto Courtaux, el único que está en cárcel común. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Tras las rejas de una ventana, puede observarse cómo se retira caminando libremente Norberto Apa, a pesar de que fue condenado a fines del año pasado a prisión perpetua, por el crimen de la militante del PST, Ana María Martínez, ocurrido en 1982. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ El primer testigo figura en el expediente como de “identidad reservada”, por lo que El Diario del Juicio evita publicar su rostro y su nombre. Habló con dificultad debido a que padece un cáncer de mandíbula. Sin embargo, esto no le impidió testimoniar. Integrante de la Policía bonaerense durante 30 años, fue exonerado. “Una sola cosa no me pudieron sacar: mi dignidad”. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Entre marzo y abril de 1980, el testigo participó de operativos dirigidos por El Francés, en el que se detenía a micros que venían de Mendoza, Uruguay o Brasil. Los policías (de uniforme) paraban a los micros. Luego, el resto del personal (de civil, siempre) hacía bajar a las personas jóvenes. La documentación que portaban la llevaban hasta uno de los vehículos, donde había una persona secuestrada que bajo tortura era obligada a identificar a algún compañero o compañera. El testigo aseguró que, sabría más tarde, quien estaba en el vehículo era El Pato Ricardo Marcos Zucker. “¿Sabés quién es este?”, le dijeron al policía. “No”, respondió. “Es el hijo de Marcos Zucker”, le confesó su interlocutor.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ El testigo también declaró haber visto a La Negra, una chica de unos 30 años, que estuvo en Monte Chingolo y fue teniente del ERP.  Recuerda que en alguna oportunidad “el Francés” le dijo: “ojo con esta, ¿sabés los bifes que se comió?”. También dijo que otra persona le confió: “Están volviendo de a poquito”, en referencia al ingreso de Montoneros por grupos, para la Contraofensiva. Relató que otro día estaban en la Ruta 9 (en Campana) y admitió haber participado de un control de detención de micros que venían desde Brasil y Uruguay. Esta vez, en el auto, había un tal Viñas (Ismael). “¿Y El Pato?”, preguntó el testigo. “Se fue a mejor vida”. Él no entendió el sentido de la frase y le fueron más preciso: “Se fue para arriba. Se fue para el otro lado”. El testigo declaró que en ese momento “sentí impotencia”. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Emilio Goya declaró por su padre Francisco Goya. Durante su testimonio, recordó su militancia en la organización de extrema derecha católica Tacuara, primero, y luego en Montoneros, en Chaco. Destacó el vínculo de su padre con las Ligas Agrarias y su amistad con el referente de esa organización, Quique Lovey. Él y su hermano mayor –declaró en la audiencia anterior- sabían que su padre había formado una nueva pareja con la que tuvo un hijo, que fue apropiado cuando lo secuestraron junto a su compañera, la mexicana María Lourdes Martínez Aranda. En el 2000, Emilio Goya inició una búsqueda para poder saber más sobre su padre. Recordó, emocionado, su recorrido por las calles de México, guiado por la dirección que figuraba en una de las cartas que recibía desde allí de su padre. Luego de 45 día de búsqueda, dio con la casa y se contactó con Consuelo Martínez, hermana mayor de María Lourdes. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ En 2002, en un viaje a España, consiguió el acta de nacimiento de Jorge Guillermo, su hermano, quien lleva el nombre en honor a dos compañeros de militancia: Guillermo Amarilla y Jorge “Pata” Pared. La búsqueda, cuyo interés era conocer

La cantante Lidia Borda fue testigo en el juicio. Lo hizo porque su madre fue pareja durante un año y medio de un integrante de una de las patotas de Campo de Mayo, en fecha coincidente con una etapa de la Contraofensiva. Borda aportó sus recuerdos de adolescente, entre los que se encuentra haber tenido en su propia casa un cenicero y un medallón que, todo indica, pertenecieron a Ricardo Marcos Zucker y Verónica Cabilla, secuestrados en la Terminal de Ómnibus de Retiro y desaparecidos luego de haber pasado por Campo de Mayo. (Por El Diario del Juicio*)  📝 Texto 👉 Fernando Tebele   💻 Edición  👉 Martina Noailles 📷 Fotos  👉  Julieta ColomerColaboración  👉 Diana Zermoglio  Un rumor poco frecuente recorre la sala mientras Lidia Borda ingresa para dar su testimonio. Tal vez sea por el reconocimiento que tiene como cantante. Quizá tenga que ver con que no se relaciona su figura con haber sufrido un trauma personal durante el genocidio. “No sabía que tenía algún familiar desaparecido”, murmura alguien con poco bagaje informativo acerca del juicio. Borda, en realidad, no está aquí porque sea una figura pública. Ni por lo que el genocidio le llevó. Más bien por lo que le trajo. Y eso queda en evidencia apenas comienzan las preguntas, cuando promete decir la verdad. —¿Dejó sus datos por secretaría? —consulta el presidente del tribunal, Rodríguez Eggers, como cada vez.—Sí.—¿Su nombre? —pregunta, como parte del cuestionario inicial.—Lidia Elba Sciarelo —responde Borda, sorprendiendo a más de una persona. Se produce allí un silencio, porque la secretaria del juzgado la había anunciado por su nombre artístico, por lo que Pablo Llonto, abogado querellante, pide que se tenga en cuenta que se la citó con su nombre artístico, y que se deje constancia de que su nombre real es otro. Nunca se sabe dónde clavarán sus uñas los imputados en alguno de sus intentos desesperados por quedar prendidos al muro alto de la impunidad. Lidia tal vez sienta un nerviosismo incomparable con el de cualquier escenario. Le costó acomodarse en la silla. Acaba de mirar varias veces hacia el público buscando a su hijo, que la acompaña. El joven estaba en la primera fila, pero lejos de su madre. Tras esa búsqueda casi desesperada, no duda en reubicarse y queda exactamente a sus espaldas. Lidia tiene el pelo atado, pero se lo suelta, como si desanudara algo más que su cabello antes de comenzar a contar su historia, que no es de las que habitualmente se hayan podido escuchar en este juicio. Sólo es comparable con el histórico aporte realizado por Pablo Verna, el hijo del genocida Julio Verna, quien aportó datos relevantes sobre el accionar de su padre. Lidia va a hablar de su convivencia con un militar de Campo de Mayo, quien fuera pareja de su madre durante un año y medio, coincidiendo en tiempo y espacio con una de las etapas de la Contraofensiva de Montoneros. “Neri Roberto Madrid, se llamaba”, arranca tras el pie que le da la fiscal Sosti. “Era pareja de mi madre, Nora Lidia Borda. Ellos eran vecinos, porque él se había mudado con su familia al lado de mi casa. Comenzaron una relación sentimental con mi mamá. Al poco tiempo él se vino a vivir a mi casa, en Moine y Bufano, en Bella Vista, muy cerca de la puerta 4 de Campo de Mayo”. Entre los recuerdos que tiene por haber habitado la zona, destaca que “circulaban todo el tiempo camiones. Yo tenía 13 años. Él era Sargento pero lo ascendieron a Sargento Primero de Caballería. Él trabajaba en Campo de Mayo”. Él, dice reiteradamente, y tratará de no nombrarlo salvo que se lo pregunten. A partir de ese instante, comienza a relatar detalles de un calvario que podría ser el de cualquier familia con un hombre violento en el hogar, pero en este caso con el agregado que tuvo, además, que fuera parte integrante de una de las patotas que operaba en Campo de Mayo. “Él contaba distintas escenas referidas a su trabajo. Alardeaba de su machismo. Dormía con un revólver debajo de la almohada. Era golpeador. Golpeaba muchísimo a mi mamá. A mí también”, señala Lidia, probablemente reviviendo el dolor de aquella etapa. Objetos aparecidos Si uno de los objetivos de la desaparición de los cuerpos tal vez haya sido borrar los rastros no sólo corporales de las personas secuestradas, cada objeto que aparece es una manera de fijar sus historias personales en la historia colectiva. En este juicio ya se han vuelto visibles cartas, cintas grabadas, mensajes sonoros, fotografías, dibujos. Y en esos objetos aparecidos probablemente se juegue un contrapeso de la desaparición, que, por supuesto, nunca alcanzará para emparejar la balanza y mucho menos para mitigar el dolor. La importancia del testimonio de Lidia Borda está por surgir de la mano de esos objetos. Un cenicero y un medallón son los vínculos que conectan la sufrida historia familiar de la cantante con la desaparición de militantes de la Contraofensiva. “Un día mi mamá me llamó y me mostró una serie de objetos. Bajó de un estante del placard de su habitación un cenicero. En aquella época había unos ceniceros de madera de unos 10 o 12 centímetros de alto. Era rústico con tallas de estilo indígena, como de artesanías. Ese cenicero tenía un fondo desmontable. Mi mamá lo desmontó y me mostró unos papeles que había ahí adentro. Lo que había era un documento de identidad con el nombre de Zucker. No recuerdo su nombre. Conocí su apodo en aquel momento, le decían Pato“, suelta de entrada, en alusión a Ricardo Pato Zucker. Enseguida aporta más datos: “El relato que mi madre me hizo es que él le contó que lo habían secuestrado en Retiro junto a una chica de 16 años”. Se refiere a Verónica Cabilla; su mamá, Ana María Ávalos, dio testimonio en este juicio. “Había otros objetos en casa. Un medallón oval de plata con un centro oval más pequeño, calado. Lo entregué a las Madres de Plaza de Mayo a través de Elvio Vitali, un

En esta audiencia hubo tres testigos. Primero, Isabel Fernández Blanco. Sobreviviente de El Banco y El Olimpo, dio testimonio porque durante su libertad vigilada, agentes de inteligencia del Batallón 601 le entregaron temporalmente a los dos pequeños hijos de la pareja Miguel Ángel de Lillo y Mirta Haydée Milobara. Luego declaró la cantante Lidia Borda. Su madre fue pareja de un represor de Campo de Mayo durante un año y medio. Borda aportó algunos datos sobre víctimas de la represión a la Contraofensiva. Por último, el ex gendarme Pérez se refirió al hecho en el que se fraguó el suicidio de Gervasio Martín Guadix. (Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos 👇👉 Julieta Colomer👉 Fabiana Montenegro 💻 Edición 👉 Martina Noailles📝 Texto 👉 Fernando Tebele☝ 📷 Foto de portada: el gendarme jubilado, Natividad de Jesús Pérez, dio testimonio por el suicidio fraguado de Gervasio Martín Guadix. Pérez dice haber visto esa noche cómo deambulaba una persona “en actitud sospechosa y durante horas”, sin que los gendarmes hicieran más que mirarlo, hasta que “se desplomó” tras, supuestamente, haber ingerido cianuro de un frasco. Todo indica que inteligencia del Ejército realizó una teatralización del episodio para poder publicarlo luego en los medios como un suicidio, cuando en realidad Guadix, que había sido secuestrado, fue asesinado y enterrado en el Cementerio de Paso de los Libres, Corrientes.  ☝ Isabel Fernández Blanco estuvo secuestrada y desaparecida en los centros clandestinos El Banco y El Olimpo. Luego, durante varios años con libertad vigilada. Su testimonio en este juicio tuvo que ver con que los militares del Batallón de inteligencia 601 del Ejército que la vigiliban, en octubre de 1980, le entregaron por un tiempo a los niños de Miguel Ángel de Lillo y Mirta Haydée Milobara. “Preparen un asado que los vamos a ir a visitar”, les dijo el represor Alfredo Omar “Cacho” Feito. Bajaron de un auto y allí estaban los dos pequeños correteando por el campo. 📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ Fernández Blanco contó que los represores les dijeron que los padres se habían suicidado con las pastillas de cianuro. Que los niños habían estado con un médico militar, que “se estaba empezando a encariñar”, pero que querían devolvérselos a la familia y no la encontraban. Marcos, el mayor de los nenes, que tenía 4 años, “había llegado con pañales porque tenía problemas de control de esfínteres y no los quería usar, por lo que no los usábamos”. La sobreviviente relató que una noche que el niño se despertó llorando, que pedía por su madre y ella le dijo: “Bueno, mamá ya no está, vamos a encontrar a tus abuelos”. A lo que el niño respondió: “¡No, mi mamá no está muerta! Mi mamá está en un lugar donde hay muchas puertitas y mi papá está en un lugar donde le dan electricidad”. Allí Fernández Blanco supo “que en realidad los padres no se habían tomado la pastilla y estaban vivos”. El 23 de diciembre de 1980, los represores vinieron a buscar a los niños y se los devolvieron a sus tíos que vivían en Chivilcoy. Marcos tenía 4 años y “el changuito” Hugo tenía poco más de un año. 📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ “Unos meses después pudimos ponernos en contacto con la familia. Ahí conocimos a su tío, Marcelo. A partir de ahí estuvimos en contacto”. Todo el tiempo, volvía a las cosas que contaba Marcos: “hablaba de camiones verdes y aviones. Para mí en ese momento todo era confuso, pero después fue tomando sentido. Lo que pensamos es que estaban haciendo tiempo, no entregándoselos a la familia, para que caiga más gente. Si los chicos iban con su familia, iban a dar el alerta”. Isabel Fernández Blanco se desarmó en un llanto estremecedor con las amigas que la acompañaban. Mantuvo con la familia de los niños contacto telefónico. “Con Marcos nos encontramos en el 2005 cuando él fue a tramitar la ‘Ley de hijos’. Habló ahí con la abogada y le dijo que no sabía si habría testimonios o alguna prueba de su verdadera identidad. La abogada le dijo: “aquí en la Secretaría de Derechos Humanos hay una persona que los tuvo a ustedes de chiquitos. Está acá”. Fernández Blanco relató ese reencuentro como sumamente emotivo.  📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ El segundo turno fue para la cantante Lidia Borda, que fue testigo porque su madre vivió durante un año y medio con un represor de Campo de Mayo. “Vivíamos en Bella Vista, muy cerca de la Puerta 4 de Campo de Mayo, con mi madre, Nora, y quien era su pareja, Neri Roberto Madrid. Alardeaba de su machismo. Dormía con un revólver debajo de la almohada. Era golpeador. Golpeaba muchísimo a mi mamá. A mí también”, contó la artista. 📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ En su testimonio, Borda contó que su madre encontró entre los objetos que guardaba Madrid, algunos que evidentemente eran de militantes secuestradas/os. Entre ellos un cenicero que tenía en un doble fondo el documento del Pato Zucker, el hijo del comediante Marcos Zucker, que permanece desaparecido tras haber sido secuestrado cuando regresó al país para participar de la segunda etapa de la Contraofensiva, en 1980. 📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ Además del cenicero, Lidia Borda recordó haber recuperado un medallón calado, que dibujó a pedido del abogado querellante Pablo Llonto. Dijo que se lo entregó a las Madres de Plaza de Mayo, a través de una gestión de Elvio Vitali, quien fuera su amigo. Específicamente dijo que se lo dio a Nora Cortiñas. Consultada por El Diario del Juicio, Cortiñas dijo: “recuerdo perfectamente el momento en el que me lo dio. Lo buscamos hace algunos años, pero en la mudanza a la actual casa de Madres, no lo encontramos”. 📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ El último turno de la jornada fue nuevamente para un ex gendarme. Fue por el caso puntual del secuestro y asesinado de Gervasio Martín Guadix. Como ya se supo en audicencias anteriores, bajo órdenes del 601, Gendarmería Nacional

Dolores Guadix, Aixa Bona y el ex gendarme Oscar Alberto Olari se refirieron, durante esta jornada 26 del juicio, al secuestro y desaparición de Gervasio Martín Guadix, que la dictadura publicitó como un suicidio en la frontera de Paso de los Libres, Corrientes. La hija y la esposa de Guadix recuperaron su historia. El ex gendarme Olari, quien firmó el sumario del supuesto suicidio, se metió en un lío con su concierto de “no recuerdo”. (Por El Diario del Juicio*)  📝 Texto 👉 Fernando Tebele📷 Fotos  👉 Gustavo Molfino/Julieta Colomer💻 Colaboración especial  👉 Valentina Maccarone💻 Edición 👉 Martina Noailles👆 Foto de Portada: Dolores Guadix en plena declaración  📷 👉 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio El ex gendarme Oscar Alberto Olari está transpirando. No se le ven las gotas, es cierto, pero está sudando. Su nerviosismo llega a tal punto que, aun cuando le anuncian que su testimonio terminó, se queda sentado en la silla. “Mire que puede retirarse, eh”, tiene que insistirle el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers. Olari se pone de pie. Con su mano grandota le cuesta abrir la puerta baja de madera que lo lleva al pasillo hacia la salida. Pasa entre la poca gente que queda a esa altura de la larga audiencia. Mira al piso, siempre. Desde la primera fila, sale disparada Dolores Guadix, la hija de Gervasio Martín Guadix. Él no la ve, pero ella corre detrás. Lo alcanza justo antes de que salga de la sala. Con la puerta entreabierta, Olari se enfrenta con la foto de Guadix: “Te acordás de él, ¿no?”. Le pone el rostro de su padre delante de sus ojos. No lo toca. Olari se pone más nervioso aún, pero se controla. Le empuja la imagen para quitársela de encima y sale. Llega hasta la puerta del tribunal y, apenas pisa la primera baldosa de la calle, se va corriendo sin que nadie lo persiga; tal vez sus propios fantasmas corrieran detrás. Si la justicia funciona, debería volver pronto. Dolores queda shockeada. Aguantó lo que pudo. Soportó 40 años de dolor. Con todo el aprendizaje de la lucha de los organismos de derechos humanos encima, con un gesto y unas pocas palabras, descargó algo de su enojo contenido. *** Rafael Flores, además de abogado querellantes sólo por el caso Guadix/Bona, es parte de la familia, porque está casado conuna de las hermanas de Aixa Bona, sobreviviente de la Contraofensiva, que declaró después de su hija.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio “Esta es tu oportunidad para contarle al tribunal las circunstancias que para tu vida sucedieron a partir del secuestro y del asesinato de tu padre. La palabra es tuya”. El que da el pie esta vez es Rafael Flores, abogado querellante sólo por este caso. No es cualquier caso para él. Está casado con una tía de Dolores Guadix, que es quien está ahora sentada y a punto de hablar de sus padres. “Soy la hija de Gervasio Martín Guadix y Aixa Bona. Lo que voy a contar no es que lo recuerde, pero es lo que pude reconstruir en estos años por los relatos, por cosas que me fui enterando e investigando”. Le llaman Luli a Dolores, que se expresa sin apuro y cuida cada palabra. “Yo esperé 40 años, ahora espérenme a mí que voy a relatar a mi ritmo”, parece decir, pero no dice. Repasa la historia de sus abuelos y no tarda en posarse en la figura de su padre. “Tenía mucho sentido del humor, todos lo que lo recuerdan siempre rescatan el sentido del humor que le ponía a la situación. A él lo crió la empleada doméstica que era sordomuda, le decíamos La muda. Se adoraban al punto que la eligió como mi madrina. Ella sí era muy peronista”, contrapone con el antiperonismo de sus abuelos.Luli le dedica un tiempo importante de su testimonio a la sensibilidad y los saberes de su padre; se codeaba con el arte de todas las maneras que pudiera. “Le gustaba la literatura, el arte, dibujaba y pintaba muy bien. Tenía mucha iniciativa. Traje algunos dibujos de él para que vean que no miento en cuanto a su capacidad analitica, la habilidad tecnica, la complejidad de los espacios que construye. Viendo sus dibujos te das cuenta de la inteligencia que tenía. Recuerdo mucho un dibujo que tenía cuando era chica, un dibujo de una rata disfrazada de rata. Se permite una suerte de ironía. Era muy hábil para transmitir sin palabras lo que quería decir. Tenía mucha sensibilidad social, por eso estudió arquitectura, como para unir sus pasiones. También hizo una película que yo no pude ver pero conocí a los actores y actrices que trabajaron. Hacía afiches con serigrafía”, resalta. Uno de los dibujos de Guadix que su hija Dolores presentó al tribunal de San Martín Cuenta que “empezó a militar en la Juventud Peronista en la facultad de arquitectura. “Ahí conoció a mi mamá y empezaron una relación. Después se unieron a Montoneros. En un momento dibujó una historieta sobre el 17 de octubre que se repartió y gustó mucho”. Dice que a raíz de eso lo convocaron para sumarse al grupo de prensa que se había instalado en México, en el año 1978. Allí “conoce a varios de los compañeros que están incluidos en esta causa. Algunos ya declararon como Ana María Ávalos, Daniel Cabezas, Nora Hilb”. También nombra a “Alfredo Lires, Graciela Álvarez, que están desaparecidos”. Dolores se desliza por el relato como navegando sobre un mar calmo, pero ya llegaría el momento de la tormenta. Reconstruye instancias del comienzo de la Contraofensiva. “Sé que ahí se hizo una reunión donde se evaluó el tema. Para esa época ya se sabía de las aspiraciones que tenía Massera porque de la ESMA liberaba compañeros que mandaba al exterior y ellos contaban. Se desestimó la posibilidad de negociar. Había intentos por parte de Massera para eso”, expresa en torno del proyecto político no exento de perversidad del entonces hombre fuerte de la Armada Argentina. “Se evaluó el desgaste de la dictadura en términos políticos. Se decidió volver para